A más de ciento cincuenta años de la independencia, el sistema capitalista, explorador y generador de pobreza y miseria, se ha afianzado en nuestros territorios. La historia pone en evidencia que las Repúblicas que nacieron de ese proceso no han sido ni serán el mejor sistema de vida para nuestras comunidades porque con ellas se nos ha sometido a los mecanismos internacionales de dominación y opresión, controlados hoy por los Estados Unidos y las empresas transnacionales.
En nuestro país y en todos los pueblos de Latinoamérica, vivimos en crisis sucesivas, crónicas, eternas, insoportables. En lo que fue nuestra tierra de amor y gracia, ahora campea la destrucción ambiental, material y espiritual; la pobreza crítica, el desalojo de campesinos e indígenas de sus territorios ancestrales para favorecer a empresas capitalistas agrícolas y mineras, destructoras de nuestros suelos. Nos han impuesto las privatizaciones de los servicios fundamentales de salud, educación, vivienda, comunicación; deudas externas impagables que los gobiernos se empe_an en pagar sumergi’ndonos en la ruina financiera que imposibilita la implementaci¢n eficaz de pol¡ticas y planes de desarrollo alternativos de nuestras comunidades. En definitiva, la brecha entre pobres y ricos se ha hecho m s pr ctica y odiosa, la soberan¡a ha desapareci! do a causa de convenios y tratados indignos, la pol¡tica se ha convertido en un torneo asqueroso de mercaderes sin escropulos y el desarrollo es un espejismo que convierte a unos en idiotas encantados y a otros en excluidos sociales. Todo ello ha ocurrido y ocurre bajo los auspicios de los sistemas republicanos de democracia representativa que hemos tenido. Estamos en la Quinta Repoblica, y el rostro del capitalismo globalizado (las trasnacionales saqueadoras y sus agente corruptos y negociadores de la soberan¡a popular) nos sigue mostrando su desde_osa mueca de vampiro.
La posibilidad de un verdadero cambio revolucionario en Venezuela se inici¢ con la rebeli¢n popular del 27 de febrero de 1989 porque produjo la deslegitimaci¢n definitiva del poder constituido junto a sus viejos partidos pol¡ticos, cre¢ las bases de nuevas formas de lucha y de organizaci¢n del pueblo, conmocion¢ a las Fuerzas Armadas Nacionales generando los dos alzamientos de la oficialidad patri¢tica. En fin, ese HECHO DE FUERZA POPULAR SOBERANA no fue otra cosa sino la CONSTITUYENTE ORIGINARIA que abri¢ un nuevo ciclo hist¢rico, in’dito, que aon no ha concluido. Lamentablemente, el comandante Hugo Ch vez aprovecha esta circunstancia de manera muy h bil para desviarla electoralmente, llegar al poder y convertirse en el nuevo representante del capitalismo.
En el momento del ascenso de Hugo Ch vez hacia el poder, cuatro voces se dibujan en el panorama pol¡tico venezolano: la del viejo liderazgo adeco-copeyano que se esfuerza por destruirlo; la de densos sectores del pueblo que lo quieren como patriota y revolucionario; la de las trasnacionales norteamericanas y el embajador yanqui que lo aprecian como el nuevo l¡der otil a los planes del capitalismo globalizante; y la de los revolucionarios que lo visualizamos como un hombre desviado de su compromiso inicial y en caminado hacia la tracci¢n. Hoy, los hechos son m s poderosos que las ilusiones. La gran labor de Hugo Ch vez ha sido desviar el proceso constituyente originario hacia una constituyente derivada para relegitimar el viejo poder constituido, lo cual resulta dram tico y terrible, pues, sin violencia, ni lucha, se viene modificando la estructura del capitalismo estatal venezolano, rentista y popul! ista, hacia un capitalismo globalizado, trasnacional. La pol¡tica econ¢mica de Hugo Ch vez es una profundizaci¢n de los planes iniciados por Carlos Andr’s P’rez y aplicados por Caldera. Pero, m s all de una simple continuidad, se trata de una decisi¢n firme para instaurar la globalizaci¢n capitalista en nombre de la revoluci¢n, utilizando para ello las energ¡as, el nimo, la generosidad y la inocencia del movimiento popular.
El nuevo Presidente de la Repoblica, lejos de fortalecer la organizaci¢n y el poder real del pueblo, repite la vieja pol¡tica betancourista al fortalecer el MVR, convirti’ndolo en un partido igual o peor que Acci¢n Democr tica y COPEI, desmonta las iniciativas populares y convoca al referendo para una Constituyente derivada, cuya base comicial 8 establece el respeto de todos los convenios y acuerdos internacionales celebrados por el Estado venezolano, «peque_o detalle» a trav’s del cual se consagran «las nuevas cadenas jur¡dicas de la globalizaci¢n», es decir, aquellos acuerdos y convenios firmados por Caldera que, por lesionar la soberan¡a del pa¡s, hab¡an sido impugnados ante la Corte Suprema de Justicia para su nulidad. Esta jugada habilidosa le permite al Comandante mantener su imagen frente al pueblo y sellar el nuevo pacto de la dominaci¢n que ata por comple! to nuestro pa¡s a los designios del capitalismo trasnacional globalizado. Por esa raz¢n, y no por otra, la mal llamada revoluci¢n bolivariana no termina de cuajar ni convencer, sino que se ha convertido en un nuevo semillero de frustraci¢n y tristeza ya que muri¢ al nacer porque ha desconocido y se ha divorciado de su fuente primordial como lo es la Constituyente Originaria surgida de la rebeli¢n del 27 de febrero del 89. En cambio, persisten y florecen alrededor y en el seno mismo del Presidente, la corrupci¢n, las componendas y dem s latres del viejo poder.
Ese nuevo pacto con las trasnacionales y los Estados Unidos es la raz¢n por la cual el gobierno no rechaza firmemente el Plan Colombia ni el -rea de Libre Comercio para las Am’ricas (ALCA); sino que ha comprometido la firma de nuestro pa¡s en ambos planes.
El Plan Colombia es el componente militar de un vasto proyecto para la recolonizaci¢n de Am’rica Latina que significa no solamente enfrentar a la guerrilla colombiana y, supuestamente, al narcotr fico, sino la implantaci¢n de bases militares norteamericanas para asegurarse el aprovechamiento del petr¢leo, la explotaci¢n del carb¢n en toda la sierra de Perij y la apropiaci¢n de las reservas de oxigeno y agua de la Amazonia. Dentro de esta perspectiva se viene transformando al ej’rcito colombiano en una fuerza militar desnacionalizada con m s de 350 mil hombres preparados t’cnica y militarmente para ejecutar servilmente los planes de exterminio y dominaci¢n dirigidos por el Departamento de Estado.
Asimismo, el ALCA es el instrumento econ¢mico con el que se pretende convertir el conjunto de naciones latinoamericanas en un solo mercado libre, bajo el dominio absoluto de las grandes corporaciones de Estados Unidos. La consecuencia inmediata de estos planes imperialistas es la eliminaci¢n de todos los sistemas subregionales de integraci¢n de las burgues¡as locales (Comunidad Andina, MERCOSUR), pues a los poderosos no les interesa mantener vivas las esperanzas de los socios menores. Igualmente, el ALCA generar¡a lo que muchos especialistas han llamado la africanizaci¢n de las condiciones de vida de nuestros pueblos. De tal manera que estamos en presencia de un avance econ¢mico, pol¡tico y militar del nuevo plan de denominaci¢n del viejo imperio Yanki, frente al cual el Presidente Ch vez se doblega y acepta, aunque en algunos momentos su discurso siga cargado de aparente patriotismo q! ue en verdad es ret¢rica endeble, incoherente, tremendista y populachera.
Nuestra denuncia no puede ser confundida como un juego al puntofijismo, sino entendida como una clara, inequ¡voca y firme posici¢n revolucionaria, sostenida a lo largo de toda una trayectoria de lucha irreductible al lado del pueblo y por la soberan¡a de la patria.
El puntofijismo ya no existe.
Lo liquid¢ el pueblo con la rebeli¢n de febrero-89 y los alzamientos militares del 92. Hoy, el enemigo principal, fundamental, irreconciliable, de nuestro pueblo y de todos los pueblos del mundo, es la globalizaci¢n capitalista trasnacional.
Y eso no es una abstracci¢n ni un anacronismo, sino una realidad concreta que se manifiesta en leyes, decretos, inversiones, privatizaciones, desalojos, apropiaciones de territorios, bases militares, cr’ditos que incrementan las deudas, tendidos el’ctricos que alteran y destruyen el ambiente y las culturas aut¢ctonas, tecnolog¡as destructivas, pobreza cr¡tica, etc., etc., que nuestro Presidente no se atreve a enfrentar, apoy ndose en las fuerzas y los poderes creadores del pueblo, sino que favorece con una pol¡tica de relegitimaci¢n del sistema dominante del en nombre de la revoluci¢n bolivariana o del llamado «proceso» que es un t’rmino encubridor, pues, lo fundamental son los contenidos del proceso y no el proceso como abstracci¢n.
La pol¡tica se mide por los resultados y por eso la mejor palabra es la conducta.
Nosotros no jugamos tampoco a la derrota de Ch vez como persona.
Estamos y arriesgamos nuestras vidas por el triunfo del pueblo, de los oprimidos y excluidos.
Vivimos un tiempo de dilemas y encrucijadas en donde dos revoluciones posibles se disputan los espacios y la continuidad de la historia.Una es la revoluci¢n del capitalismo, fundada en la supremac¡a de la tecnolog¡a y el mercado, de las telecomunicaciones y la competitividad que masifican, mediatizan y anulan al hombre en su inteligencia y sensibilidad al convertirlo en un simple objeto consumista o en pieza del megasistema. Para esta revoluci¢n la m quina y la empresa tienen m s valor que la persona.
La otra es la revoluci¢n alternativa y emancipadora, fundada en la supremac¡a de la condici¢n humana y la dignidad de la persona, capaz de inventar nuevas tecnolog¡as no contaminantes, no centralizadas ni destructoras, recuperar la armon¡a con la naturaleza y la convivencialidad basada en firmes relaciones de igualdad y soberan¡a.
Esta revoluci¢n si tiene que enfrentar a los capitalistas explotadores, eliminar ese sistema de organizaci¢n y producci¢n de la sociedad porque es la onica forma de acabar con la pobreza.
Esta revoluci¢n alternativa ya est presente en la lucha del pueblo ind¡gena zapatista de M’xico, en los levantamientos de los campesinos sin tierra de Brasil, Ecuador, Bolivia.
En la nueva psicolog¡a y espiritualidad de la mayor¡a de nuestros pueblos, en los intelectuales sensibles y honestos y en la disposici¢n de militares y religiosos identificados con la mejor tradici¢n moral, libertadora y revolucionaria de nuestro continente.
La revoluci¢n alternativa es la confrontaci¢n de los valores de la civilizaci¢n capitalista occidental y los valores de la nueva civilizaci¢n fundada en el rescate del contenido po’tico de la vida y el rescate de nuestro pasado hist¢rico-cultural donde la visi¢n ind¡gena de armon¡a c¢smica constituye la base de una sensibilidad que nos permite cuidar la vida para seguir viviendo.
Es de all¡, precisamente, de donde ha surgido la verdadera resistencia a la globalizaci¢n.
La primera clarinada la dio el glorioso pueblo de Venezuela con el alzamiento popular del 27 de febrero del 89 cuando se inici¢ el liberalismo econ¢mico con Carlos Andr’s P’rez. Luego vino el alzamiento zapatista el 1 de enero del 94 como respuesta inmediata a los acuerdos globalizadores de las burgues¡as mexicana, estadounidense y canadiense.
Ese es el verdadero proceso que han emprendido nuestros pueblos.
No ser consecuente con eso es transitar los derroteros de la traici¢n y la estafa ideol¢gica y pol¡tica.
Estas reflexiones representan una reafirmaci¢n de un proyecto, un alerta m s cerca del devenir, una confesi¢n poblica de amor a la revoluci¢n y al pueblo ante los desv¡os y agravios de un caudillo embaucador.
Queremos y aspiramos que la frustraci¢n no queme las esperanzas, sino que abra vuelo de los p jaros en este tiempo de retos y desaf¡os.
Coinarir