No creía, por poner sólo un ejemplo, que un ex Conseller de la Generalitat de Catalunya, del mismo partido que el Muy Honorable y persona a quien se considera precisamente muy próxima al entorno del mismo, se manifestaría de la mano del PP de Catalunya en favor de la censura más descarada en los medios públicos de comunicación û concretamente en TV3 û, ni más ni menos que porque dice que en algunos programas de humor se critica a la iglesia católica. Se quedó muy sorprendido cuando ni siquiera sus mismos compañeros apoyaron la moción y lo dejaron en manos del director del ente que se negó a hacer tal cosa. Este mismo personaje ya nos había sorprendido cuando era Conseller, usando las presentaciones y preámbulos de las publicaciones de su departamento, que escribía él mismo, para la propaganda partidista más arrebatada, no tanto en el sentido del ditirambo propio como en la crítica de los programas de otro partido que para él, como para muchos de sus correligionarios, parece ser la bestia negra en lugar de un conjunto de adversarios pol¡ticos de quien se discrepa en el terreno ideol¢gico. Leer en un pre mbulo que «los socialistas est n equivocados cuando opinan que…», en lugar de explicar los motivos de haber tomado tal o cual medida, resultaba un evidente abuso del uso del dinero de los presupuestos para la propaganda partidista, pero no parec¡a que ‘l fuera capaz de advertir este hecho. No se trata tanto de poner sobre el papel la an’cdota, cosa de por s¡ ya suficientemente preocupante, como de destacar de qu’ manera esta clase de talante va asomando la oreja cada d¡a un poco m s, con m s ‘nfasis. Casi podr¡a pensarse que, pobres, has estado algunos a_os sin atreverse a levantar la voz por cuanto, inmersos en el clima constitucional de la transici¢n y los a_os de gobiernos progresistas, no estaba de moda ser facha.
Tenemos por otro lado a la reaccionaria ministra Pilar del Castillo, bramando contra los socialistas, a los cuales acusa de estar detr s de la protesta contra su m s que controvertida LOU, ese engendro
autoritario que ha conseguido en los foros universitarios una rara unanimidad entre todas las partes interesadas, menos algunos de los afines al PP, claro, aunque tampoco todos. Tambi’n en esto la cosa que resulta m s sangrante es el talante que asoma la nariz detr s de esta concepci¢n de la pol¡tica. Por lo que se va viendo, «ellos» creen que, una vez conseguida la mayor¡a de diputados y senadores, pueden imponer ni m s ni menos que aquello que les peta por la simple raz¢n del nomero, y que las dem s fuerzas pol¡ticas tienen que limitarse a ir al parlamente a hacerles de comparsas, patalear un poquito de cara a la galer¡a y cobrar el sueldo y las dietas. Visto as¡, resulta claro por qu’ les pone nerviosos el hecho de que les salgan a la calle dando su apoyo a los ciudadanos afectados por sus cacicadas, m s estudiantes de Sevilla, Valencia, Barcelona, Madrid, etc. que los votos que les son precisos para tener uno o m s diputados por Soria, sin ningon nimo de menospreciar a la gente de all¡, sino de se_alar como se montan las mayor¡as y minor¡as en el parlamento espa_ol, m s o menos como en el de Catalunya como qued¢ claro en las oltimas elecciones de aqu¡. La idea que a los otros partidos s¢lo les queda callar, y que si no callan son desleales y no gente que llevan su obligaci¢n de hacer oposici¢n hasta donde haga falta sin salirse de la ley, pone encima de la mesa este mismo talante que mencionaba m s arriba. Sus pat’ticas apelaciones al progreso nos recuerdan como en tiempos de su maestro – y me refiero tanto a Franco como a Fraga -, en pleno siglo XX, se tildaba de decimon¢nica la democracia parlamentaria, en el sentido de que lo que era realmente moderno era su fascismo, el franquismo. Quiero decir que esta clase de discurso tambi’n nos lo conocemos de sobras, tanto el de «la conspiraci¢n de los resentidos» como el de la «modernidad».
Quiz s por todo eso aun resulta m s interesante que una serie de jefes de polic¡a de los Estados Unidos, que nunca han sido un paradigma de respeto por los derechos humanos como corporaci¢n, ahora sean el oltimo refugio de los mismos, mientras se niegan a aplicar por racistas y anticonstitucionales las oltimas medidas dictadas por la administraci¢n Bush para interrogar a unos cuantos miles de inmigrantes, mientras el pat’tico inquilino temporal de La Moncloa mira a Bush como el faro que le orienta y le ilumina. Tiene bemoles la cosa.
Jordi Portell
