No soy de los que se desaniman así como así, fácilmente, y, ni que lo haya hecho realmente a trancas y barrancas, con el tiempo me he ido volviendo tozudo de estilo. Cabezón, me dice alguien que me cae mucho más que bien cuando quiere referirse a esta característica mía. Antes de ahora, todo hay que decirlo, era de esos que se desaniman y se lo dejan correr, ni que no lo hiciera exactamente a la primera, por lo menos en el sentido estricto de lo que pretendo comentar, pero, afortunadamente para mí, desde ese antes que menciono hasta hoy, ha llovido lo suyo y he tenido tiempo de aprender bastante. Todo hay que decirlo, no se trata de que todo eso sea precisamente fácil, porque a ratos más bien da la sensación de una carrera de obstáculos, repleta de toda clase de dificultades û incluso de despropósitos û talmente como si el conjunto social quisiera desanimarte y que te resignaras a no volver más por esa vereda, y es muy cierto que en más de una ocasión te dan ganas de tirar la toalla. Entonces es cuando entra en funciones aquella faceta de ser cabez¢n, y uno, de manera especial si le ha parecido atisbar la luz que quisiera que le iluminara, se emperra en sacar fuerzas de flaqueza, y entonces rastrea paciente todo lo que de positivo hay en el anecdotario que ha ido acumulando para ver de sacar alguna luz de todo ese intr¡ngulis.
No pretendo hacer ahora y aqu¡ la cr¡tica de nadie; el tema es lo bastante complejo como para que haga falta, por poca sensibilidad que se tenga, respetar al cien por cien los mil y un puntos de vista individuales que mueven su cola alrededor – todo el mundo es libre de hacer con su vida lo que le de la gana -, pero s¡ quiero exponer algunas observaciones que me ha sido dado realizar mientras me mov¡a por ese mundillo y ponerlas en solfa sobre el papel o la pantalla por si acaso alguien se las quiere hacer suyas. A mi edad, y despu’s de haber tropezado, si acaso hace falta decirlo, en m s de una ocasi¢n, parece que es moneda bastante corriente que se tenga bastante m s claro «lo que no se quiere» que no «lo que se quiere». No es nada del otro jueves, pero es que eso, en este ambiente, puede llegar a tener unas caracter¡sticas de suficiente alcance como para mandar al cuerno todo lo que en definitiva se supone que se pretende: Encontrar a alguien adecuado con quien volver a tropezar en la misma piedra de siempre, pero sin que esta vez el tropez¢n nos haga da_o sino todo lo contrario. M s de una vez aparecen una especie de prioridades, de perfiles ideales, que m s bien parecen propios de un cuento de hadas – del de la Cenicienta, pongamos por caso – que vienen a resultar, por exclusi¢n, una especie de negativo de c¢mo ve quien hace la demanda a la otra parte del tropez¢n anterior, y donde quiz s se adivina, oculto en lo m s rec¢ndito, un rastro subliminal del papel que el mism¡simo protagonista ha tenido en su anterior fracaso aunque conscientemente no se lo reconozca. Puede dar incluso la impresi¢n que eso viene a ser como una especie de trampa que uno se hace a s¡ mismo, de forma que, a trav’s de esa pretendida idealizaci¢n, la propia soledad – esa que te¢ricamente rechaza – deje de ser responsabilidad suya para pasar a serlo del «mercado» que no acaba de suministrarle el candidato adecuado para perderla. He realizado un cierto toque alrededor del tema entre gente que he conocido este oltimo a_o, y tengo que decir que los he encontrado m s o menos como entonces, es decir, sin haber encontrado con quien pero un a_o m s viejos. Yo os recomendar¡a dejar a un lado los estereotipos, ver de conocer a alguien con quien te encuentres bien y gozar de su grata compa_¡a mientras dure, sin miedo a volverte a equivocar, viviendo d¡a a d¡a, liberado finalmente el miedo de volver a tropezar, que en definitiva nos traba la verdadera libertad.
El poeta argentino Pedro Bonifacio Palacios, «Almafuerte», escribi¢ hace m s de un siglo en uno de sus poemas:
Si te postran diez veces, te levantas
y otras diez, y otras cien, y otras quinientas
no han de ser tus ca¡das tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Dir¡a que viene a ser algo as¡, y animo a todo el mundo a que se anime a probarlo. Quiz s en definitiva la cuesti¢n central no es tanto que pedimos de los dem s para que lo pongan a nuestro servicio, sino que estamos en condiciones de ofrecerles nosotros, como me ha dicho alguien.
Jordi Portell
