Así cayeron el «progresista» Machinea y el ultraortodoxo López Murphy, mientras el modelo maltrecho y golpeado volvía a manos del padre de la criatura. Por detrás de los cambios, omnipresente, estaba la dictadura de «los mercados» que sacaba tajada de cada desplazamiento y se preparaba para el próximo arrebato.
¿Cómo es posible que una política económica que fracasó ostensiblemente en todas las variantes con que fue aplicada desde Martínez de Hoz a la fecha, siga disfrutando de un poder creciente?
¿Cuál es el secreto de su supervivencia a través de regímenes políticos en apariencia diferentes y opuestos como la dictadura militar y los gobiernos civiles democráticos que la sucedieron a partir de 1983?
Buscar una respuesta a estos interrogantes quizá nos aproxime más a una comprensión de lo que les pasa a los argentinos que la crítica exclusivamente orientada a desmontar el carácter perverso de un modelo económico, lo que ya fue hecho y de una manera concluyente por calificados especialistas.
Es f cil constatar que la prolongada crisis argentina es multifac’tica, estructural y terminal. Es ya una aut’ntica decadencia y abarca todos los aspectos de la vida del pa¡s. En el abigarrado cuadro de una comunidad que parece haber perdido el rumbo y el sentido de su existencia, resaltan sin embargo algunos hechos.
La crisis de la llamada clase pol¡tica o de la clase dirigente en un sentido m s abarcativo, parece ser el dato m s relevante. Han sido los integrantes de esas ‘lites, pol¡ticas, empresariales, culturales, militares y sindicales quienes han estado al mando de la nave del Estado y la han conducido a las procelosas aguas en que hoy se debate sin encontrar salida.
Del proceso a De la Roa
Los militares de 1976 creyeron a pie juntillas el libreto del imperio para aquel momento. A ellos toc¢ la guerra sucia y las tr gicas secuelas de la represi¢n ilegal, y al equipo c¡vico-olig rquico de Mart¡nez de Hoz erradicar la herencia social del peronismo, ya sin Per¢n, y entregar el patrimonio econ¢mico nacional. Esto devolver¡a al pa¡s las condiciones para que inversores multinacionales, la gran banca y lo que quedaba de la vieja oligarqu¡a agropecuaria en declinaci¢n, hicieran lucrativos y r pidos negocios. Poco o nada ha cambiado desde entonces, salvo que al cabo de repetir en un cuarto de siglo la misma operatoria envuelta en los inciensos de la ciencia econ¢mica, el pa¡s fue vaciado.
Los gobiernos democr ticos que sucedieron al proceso no significaron una ruptura con respecto a este oltimo. La estrategia del imperialismo hab¡a variado pero sus fines permanecian invariables. Ahora, el Departamento de Estado propiciaba la democracia para Am’rica Latina. Pero el programa de gobierno y los r¡gidos l¡mites de esas singulares democracias dependientes los segu¡a poniendo el imperio. El ciclo de Alfons¡n fue la clara manifestaci¢n de que ni siquiera una democracia formal pod¡a sostenerse renunciando al mismo tiempo a la soberan¡a pol¡tica y econ¢mica.
Con la llegada del fin de la guerra fr¡a, las potencias capitalistas hegem¢nicas se hicieron due_as del terreno y redefinieron sus objetivos mundiales. Para Am’rica Latina esas metas se expresaron en el Consenso de Washington. El menemismo fue de los primeros en Am’rica Latina en adoptar ese programa echando por la borda las banderas populares y nacionales que hab¡an constituido el sello distintivo del peronismo. A pesar de ello Menem fue reelecto y cubri¢ los dos per¡odos ¡ntegros de su mandato. En el primero de ellos refulgi¢ la estrella de Cavallo el gran arquitecto de la convertibilidad y art¡fice de la encerrona neoliberal de la que ahora el pa¡s busca salir desesperadamente.
La crisis es global
Qued¢ consagrada una sociedad dual en la que 3 millones de argentinos con ingresos promedio de m s de 40.000 d¢lares anuales, ostenta niveles de vida y consumo semejantes a los que disfrutan profesionales o empresarios en EEUU o Europa. Esta franja privilegiada otorga brillo a la factor¡a, est satisfecha con la «democracia de mercado» y no se concibe fuera de una alianza tan estrecha como subordinada con los estados astros del capitalismo.
Por debajo de esta Argentina de los barrios privados y cerrados, de Puerto Madero y los rascacielos inteligentes, vegetan 34 millones de argentinos cuyo ingreso anual oscila alrededor de los 2.000 d¢lares anuales. En ese contrastante universo social de la Argentina sumergida deben contarse 14 millones de compatriotas con problemas de empleo, muchos m s sin cobertura social y todos padeciendo niveles in’ditos de inseguridad.
Pero la crisis argentina no es solamente una grav¡sima crisis econ¢mica. Ni siquiera la tragedia social que se abate con ella sobre los sectores mayoritarios cierra sus alcances. La crisis presente atraviesa todos los planos de la realidad. Los tres poderes de la Repoblica est n empapados por la corrupci¢n o la sospecha. Los sobornos a los senadores, la inoperancia de los diputados y de todo el Congreso, con las debidas exepciones que confirman la regla; el triste espect culo de un Poder Judicial fruto de espurios pactos entre copulas partidarias y jueces sobitamente enriquecidos; y la instituci¢n misma del Poder Ejecutivo corporizada en un ex-presidente preso y otro en ejercicio que no parece en condiciones de manejar su propia agenda.
Es el sistema en su conjunto el que ha perdido legitimidad. El accionar de sus instituciones ya no es confiable ni cre¡ble. Los grandes partidos, para decir lo menos, han olvidado sus or¡genes populares y el legado de sus fundadores y son apenas alas complementarias de un partido onico consagrado a mantener en pie un modelo y un sistema que se caen. Es dif¡cil encontrar en el pasado un grado tal de conformismo y sumisi¢n ante los poderes mundiales como el que exhiben las dirigencias partidarias.
Con profundo desprecio por los ciudadanos, el discurso de funcionarios y dirigentes est poblado de frases vac¡as o de cambios en el significado de las palabras que ofenden la inteligencia de los argentinos. No hace mucho el Presidente de la Repoblica, con incre¡ble ligereza, neg¢ en un discurso en que anunciaba un t¡pico y brutal ajustazo que se tratara de un ajuste,»es -dijo- un ahorro». Pocos d¡as despu’s firmaba un pacto con las provincias que las obligaba a recortes similares por imposici¢n del FMI y los «mercados», y lo llam¢, incurriendo en ya en franco cinismo: «Pacto por la Independencia»…
La Repoblica, la Constituci¢n, la democracia, la independencia del Poder judicial, se han vuelto c scaras vac¡as en un sistema de poder que s¢lo responde a las se_ales del mercado en un pa¡s que, rematado como bien mostrenco, s¢lo parece esperar que los poderosos del mundo decidan si merece vivir.
Hay que rehacer la Argentina de pies a cabeza en una gigantesca tarea que debe apoyarse y realizarse por la voluntad democr tica de las mayor¡as.
Para quien quiera o¡r y ver, no es dif¡cil advertir que tambi’n el pueblo emite se_ales y que ‘stas suenan cada vez m s cerca.
Por Alberto Guerberof
Revista Compartir, julio 2001
Guerberof iberamer98@hotmail.com
