Legisladores de la oposición, dirigentes políticos y sindicales, militantes sociales y público, en general, componían los centenares de metros de extensión de la marcha. Más atrás y a lo largo de varias cuadras,
decenas de taxis y vehículos particulares acompañaban el cortejo.
Exactamente al mediodía, mientras con profunda emoción la multitud coreaba la frase «Se escucha, se escucha, arriba los que luchan», Tota Quinteros recibió el último adiós. Entre decenas de coronas depositadas junto a su tumba, simbólicamente se destacaba una enviada por la Embajada
de Venezuela.
Precisamente en el jardín de dicha embajada, fue secuestrada su hija, Elena Quinteros. Desde entonces, Tota dedicó gran parte de su vida a conocer la verdad sobre su paradero, que aún es desconocido. (Uy/QR/Ci-Pf/Dh/ap)