La sola mención de esa especie impulsó al dólar que, en esos momentos superaba –en las casas de cambio porteñas- los 3,20 pesos, en su faz vendedora. Desmentida prestamente la versión por funcionarios de la autoridad monetaria, el billete norteño cerró, como media, en esas entidades a 2,92 para la compra y 3,12 pesos para la venta. El terremoto desatado por el murmullo de un eventual asueto en el mundo financiero y cambiario, también se trasladó al recinto de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Tal fue el remezón que los 35,5 millones de pesos negociados y las 37 alzas, de cara a 5 bajas y otras 6 acciones sin cambio, el índice MerVal creció 8,62%, hasta los 400,54 puntos, acumulando –en cuatro ruedas- una variante positiva de 3,51%. Nuevamente los bancos se llevaron los plácemes este jueves. El español BBVA, con 24,77% de ventaja, piloteó el barco de los vencedores. Los títulos del Grupo Financiero Galicia le siguieron los pasos de su par peninsular, al recoger un 15,49% de utilidad. De las acciones englobadas en el MerVal no hubo una sola caída. En la arena de las firmas hispanas, a la suba de la institución bancaria que, en la Argentina controla al Banco Francés, se le unieron la petrolera Repsol –10% de ganancia- y el grupo Telefónica, que mejoró su tono en 7,25%.
En el terreno político, rebasado por el económico, el elenco gobernante estudia lanzar un plan por el cual se les entregaría a los ahorradores títulos públicos como bien de cambio por sus fondos atrapados en los bancos, producto del cerrojo impuesto, en diciembre pasado, por la renunciante gestión del radical Fernando de la Rúa.
El esquema en estudio pondría paños a la tensa relación entre Duhalde y su Ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, puesto que éste le había presentado –a comienzos de esta semana- un decreto que establecía evitar que la Justicia fallara a favor de los ahorradores para que éstos recuperaran sus imposiciones. El meollo del decreto, desechado por el Jefe de Estado, radicaba en frenar la salida de esos depósitos y su pasaje al dólar.
El procedimiento que intenta aplicar el Gobierno guarda similitud con el llamado «Plan Bonex», lanzado el 2 de enero de 1990 por el entonces titular de Hacienda Antonio Erman González, mientras presidía el país el peronista Carlos Saúl Menem. La salida tendrá que pasar por el Parlamento, dominado por el oficialismo. Cuando eso ocurra, los banqueros y el FMI habrán recibido una nueva bendición, ya que los primeros presionan por ello y el organismo de crédito lo exige como requisito para que, en su reunión de la primavera boreal –del 20 y 21 de este mes- analice si desbloquea los 9 mil millones de dólares, atados desde diciembre de 2001 cuando la Argentina declaró la cesación de pagos de su abultada deuda externa.
Las actividades en las agencias de cambio habían concluido. Empero, delante de las pizarras de las mismas y cuando las primeras sombras de la noche ganaban espacio todavía se comentaba el refutado murmullo del asueto. Un nuevo empujón sufrió la moneda doméstica, que desde su devaluación –a comienzos de enero- acumula más del 220%.
Como si no hubiera sido suficiente el tembladeral cambiario, la Argentina recibió otro empellón. El FMI anunció en su informe titulado «Panorama Económico Mundial» que la economía de la Nación sudamericana se contraerá –en 2002- entre el 10 y el 15%. Asimismo, pronostica que la inflación –para este año- orillaría entre un 25 y un 30%, duplicando la estimación contemplada en el Presupuesto Nacional. Tasa que no sería impensable, ya que en el primer trimestre el Índice de Precios al Consumidor rozó el 10%.
Independientemente del resultado del viaje que emprendió –este jueves- Remes Lenicov a Washington, para participar de la reunión del Fondo, a su regreso deberá revisar las metas del ejercicio de ingresos y egresos. Como consecuencia de ello, otro ajuste se avizora y la variable sería achicar la plantilla de la administración estatal.
Alberto Bastia