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Dicen ya que este es el gran disco británico del año, una obra mayor para unos músicos maduros en creatividad (y edad) que aspirar a todo también en lo comercial. Porque sin ser evidentemente el disco del año, el notable «The Last Broadcast» si supone un alivio agradecido entre la basura de las listas de venta británicas, una especie de ariete de la sensibilidad adulta entre vacuas figuras adolescentes y dinosaurios sin futuro alguno. Canciones como «Satellites» o «N.Y.» nos dicen que el talento a veces también tiene su recompensa.
Jesús Castillo