En las agencias de cambio de la porteña calle San Martín, el dólar se cotizó –en promedio- a 2,65 pesos para la compra y 10 centavos más en la punta vendedora. Mientras, el mal humor de los agentes bursátiles se revirtió ayer, cuando a la hora de cierre el MerVal mostró un crecimiento del 1,28%, hasta los 391,05 puntos. Suba que no pudo descontar el arrastre semanal que alcanzó una cesión del 2,5% en el indicador de la Bolsa. Aunque el panel general se mantuvo casi parejo –26 alzas frente a 24 bajas y 12 sin variación- y el volumen negociado totalizó 25,8 millones de pesos, los papeles que conforman el panel del MerVal determinaron que su índice fuera positivo. Ayer fue día de recuperación para Telecom –9,57%- y el holding alimenticio Molinos –5,45%-. Empresas que lideraron el rosario de las alzas. En tanto, las acciones de Transportadora de Gas del Sur, con un 7,14% de hundimiento, sobresalieron en el reverso de la moneda. Las compañías hispanas tuvieron una mala faena. El magro 0,81% de utilidad del grupo Telefónica no pudo contrarrestar las pérdidas que experimentaron tanto la petrolera Repsol, 2,12%, cuanto el BBVA, que se contrajo el 2,00%.
Por su parte, y tal lo expuesto al comienzo de esta nota, el comunicado signado por Singh exige –como moneda de cambio- que el Ejecutivo y las administraciones provinciales alcancen un superávit primario cercano a los 3500 millones de pesos, equivalente al 1,4% del Producto Bruto Interno. Lo que significa un macizo ajuste en los gastos distritales, ya que el FMI asimismo demanda que los titulares de la Argentina profunda no emitan más bonos sin aval que circulan como cuasimonedas engrosando la base monetaria del país. El enviado de Washington exhortó en que es gravitante que las provincias reduzcan –este año- su rojo fiscal en un 60% a 2 mil millones de pesos, eliminándolo por completo en 2003, de acuerdo al compromiso suscripto entre los 24 Mandatarios distritales y el Gobierno central.
Si bien la gestión duhaldista precisa sellar un nuevo acuerdo con el Fondo para no caer en la cesación de pagos con el organismo y con el Banco Mundial, habida cuenta que en abril vencen pagos de intereses de la gravosa deuda externa, el pacto implicará otra vuelta de tuerca que, a no dudarlo, agudizará los niveles de pobreza, que de momento, sumen a casi la mitad de los 37 millones que habitan las tierras de la carne, del trigo y del tango.
Aunque lo manifestado por el indio Singh, de que el FMI «está decidido a ayudar a Argentina para que encuentre la forma de salir de esta crisis y recuperar un crecimiento sostenido», suene a música para los oídos de los hombres del Presidente, para la mayoría del pueblo es todo lo contrario.
“El Gobierno no tendría que aceptar una sola pretensión más de los organismos de crédito y decidirse a vivir con lo nuestro”, le aseguraba a este corresponsal el titular de una mediana empresa argentina. “Va a ser duro (vivir con lo nuestro) pero si se siguen aceptando los desembolsos externos, la bolsa de la corrupción será un saco sin fondo”, remataba.
Si el Ejecutivo tomara la decisión de poner coto a la evasión y elusión impositiva de las grandes empresas, poniendo en la calle a un verdadero ejército de perros de presa, la recaudación tributaria mejoraría de forma notable. Empero, eso es una ilusión, porque la sola mención de esa medida, llevaría a que esos empresarios sacarían a relucir los negociados que hicieron con todos los Gobiernos desde que la Nación sudamericana recuperó, en diciembre de 1983, el marco constitucional. Siendo el primer gran negocio los millones de dólares que aportaron a las campañas electorales de radicales y peronistas, los partidos tradicionales de la vida institucional.
Alberto Bastia