Argumento:
Pepe, el protagonista, hombre maduro, está casado con Leticia, una joven frívola y caprichosa. Durante un baile de disfraces tanto Pepe, que está enfermo del corazón, como su amigo Paco, algo más joven, se enteran por el diario de Leticia de que ésta, desea apasionadamente a Paco. Pepe, en medio de una serie de bromas sobre su muerte inmediata, advierte a Paco antes de morir de los riesgos que puede correr si termina casándose con Leticia, y le pide su palabra de que no lo hará. Transcurridos dos años, Leticia y Paco se han casado, naturalmente, y el fantasma de Pepe regresa con la misma ropa que murió: vestido de torero. Después de una serie de bromas pesadas se hace visible y se queda a vivir en la casa hasta que convence a Leticia de su amor más allá de la muerte. Leticia vuelta a enamorar de su primer marido, le garantiza que vivirá sola hasta su muerte… para poderse reunir los dos. Al salir atolondradamente de la casa, un coche la atropella y muere. Termina la obra con la entrada en escena de los dos espectros, el de Pepe y el de Leticia.
Sobre la obra:
A la vista del argumento, estamos ante una obra característica del «teatro de lo inverosímil » jardielesco. El autor nos plantea una situación de todo punto absurda, desarrollada luego con perfecta lógica interna. Toda la intensa jocosidad de esta farsa gira en torno a una temática sobre un asunto serio, tratado con el distanciamiento de lo cómico. Aunque es evidente que Jardiel no pretendió nunca ni hacer metafísica ni adoptar un enfoque crítico de la sociedad contemporánea, lo «excesivo” de su humorismo en torno al amor y al más allá, aportan a esta obra por primera vez un elemento sombrío de fondo, que se mantendrá en sus principales obras posteriores, un toque de misterioso desengaño existencial que a veces le llevará al tratamiento de cuestiones psicológicas y, en particular, a ese lema recurrente de la locura que aparece por primera vez en «Eloísa está debajo de un almendro «. La «ida y vuelta», ese viaje al otro mundo y el retorno fantasmal, constituye el eje en torno al que gira toda la obra. Y este elemento necesario es un tratamiento abierto y positivo del amor, más allá de la misoginia con que Jardiel presenta la frivolidad de Leticia. Desde la carnavalesca muerte entre disfraces con que se termina el primer acto, humorismo y poesía como decía Jardiel, se unen en esta pieza y con perfecto equilibrio se desarrolla el tratamiento conjunto del amor y la muerte.
Los personajes:
Pepe y Paco son dos protagonistas ligeramente distintos de los prototipos habituales de Jardiel y su autor nos los presenta en unas condiciones que muy pronto se invierten, lo que ofrece un gran interés. Ni Paco es el Don Juan seguro de sí mismo, con opiniones tan brillantes como cínicas, ni Pepe es el tópico marido aburrido. Paco se nos presenta de buena facha, dinámico y destilando naturalidad. Viene vestido de “Alfonso XII”. Como el traje es muy bonito y él sencillo y desenvuelto, ofrece una gran estampa, y cuando se entera del interés de Leticia, no duda en entrar a jugar el papel de seductor, aunque acabe siendo el seducido. Jardiel presenta a Pepe con una caracterización que fuerza al espectador a recibirlo con una carcajada, como un personaje entre ridículo y apuesto. De aspecto distinguido y de aire reposado y suave. Leticia lo maltrata y parece dar el tipo de un marido derrotado, mortecino con disfraz de matador. Sin embargo toma las riendas de la situación, conserva la serenidad ante las trapisondas amorosas de su mujer y entre chistes que hacen reír a toda una concurrencia de disfrazados, se muere en una escena memorable. Todo el resto de la obra es él, ó su simpático espectro de torero el que conduce la acción hacia el desenlace. Enfrentando a estos dos personajes cambiantes, juega pues Jardiel ante el espectador con el ser y el parecer de los actuantes y de lo que representan.
Tópica y típica del autor es Leticia, encarna el tipo preferido por la misoginia de Jardiel. Veleidosa, insustancial e histérica, como aburrida de su vida social. Agresiva en el primer acto, provoca sexualmente al amigo de su marido. Su decisión de retirarse a esperar la muerte para unirse después con Pepe, suena tan exagerada como su entusiasmo por los versitos que recibe. Junto al triángulo amoroso formado por Leticia, Pepe y Paco, Jardiel dispone unos personajes cuyo tipismo aportan una base de humor más grueso a la farsa. El minucioso mayordomo Elías con su inmutable cara de palo. El gafe Díaz, cuya presencia desencadena todo tipo de desgracias. El doctor Ansúrez, en quien Jardiel vuelve a verter toda su burla contra la profesión médica y al que hace aparecer en la fiesta vestido de diablo. Etelvina a la que pasean tendida en un sofá. Gracia y la doncella Amelia.
Estética Escénica:
El espectador tiene la sensación de que le están moviendo la butaca, de que los espacios no son fijos sino una ilusión subjetiva. En el primer acto se descubre al fondo el final de una escalera que parte hacia abajo conduciendo a las habitaciones inferiores. En el segundo acto, del primer término izquierda, la misma escalera simula conducir al piso de arriba. Todo este lateral está violentamente oblicuo a la batería. A pesar de ser un saloncito de estar, el espacio dramático es a la vez vestíbulo, puesto que hay una puerta al jardín, que se describe con mucho cuidado y que tendrá una funcionalidad muy destacada, pues señala el paso de mundo real al de la muerte. El tercer acto se sitúa en otra perspectiva visual. El mismo salón pero visto desde otro ángulo. Lo que antes era foro ahora es el lateral derecha y lo que antes era lateral izquierda, ahora ha pasado a ser foro. El humor de situaciones sobre el que basa Jardiel su estética escénica, mantiene en esta obra un equilibrio perfecto. El primer acto apenas deja respiro al espectador con escenas graciosas en lo verbal y gestual que se suceden sin parar. Entradas y salidas, errores, gritos y ruidos, con el añadido de una estridente música de jazz que es preciso interrumpir a base de golpes en el altavoz. Todo el acto está planteado desde una brillante estética de carnaval, llegando al final apoteósico con todos los personajes en escena riendo de las humoradas de Pepe mientras agoniza, en una de las mejores escenas cómicas del teatro español. En el segundo acto aparecen equívocos misteriosos. Un piano que suena solo. El tomo de los sonetos de Shakespeare que no se está quieto. Empujones, apagones que culminan con la aparición de Pepe, primero a Paco y al final con un fantástico golpe de efecto, a todos los demás personajes, con los consiguientes desmayos. Es el acto del terror. El tercer acto se apoya en la normalidad con que todos aceptan la presencia del espectro.La última escena con la entrada de los dos espectros cogidos del brazo, es el último golpe de efecto con el que termina la obra. Mágico.