Comenzó su gestión con la peor medida: devaluar el peso luego de una década de anclaje entre el signo monetario local y el dólar. Lo hizo pensando que así las exportaciones elevarían su cuota, pero sin plan económico que lo sustentara la depreciación fue un boomerang que decapitó los salarios permitiendo que los precios de los productos de consumo masivo crecieran desbocadamente.
Con los oídos prestos a las exigencias del exterior dejó de lado las demandas que el pueblo les expuso cotidianamente. Que no eran otras que pensar primero en solucionar los problemas contingentes: la desocupación, la pobreza, la salud resquebrajada. Para eso debió enderezarse e instruir a la Administración Federal de Ingresos Públicos que cumpliera con su misión: recaudar los tributos de aquellos sectores que se beneficiaron, en los últimos cinco lustros, evadiendo impuestos producto de una camarilla de funcionarios nacionales corruptos y un puñado de empresarios que los movían como marionetas.
Tampoco la administración duhaldista, que está respaldada por los acólitos del radical Raúl Ricardo Alfonsín, les ha dado una respuesta coherente a los ahorradores que vieron -desde diciembre pasado- como los banqueros se incautaron de sus fondos, transfiriéndolos al exterior.
Creyéndose propietario de una verdad revelada precisó que en julio próximo la recesión -que asomó sus garras en julio de 1998- se desinflaría. Sin explicar las razones de su optimismo, debió pedir -hace semanas- disculpas por esa insuflada soberbia.
En ese camino, serpenteado por doquier, se enfrenta a que en esta semana, los legisladores de su partido y los del radicalismo, no voten dos marcos legales que le quitan el sueño: la derogación de la subversión económica -impunidad a todas luces para los banqueros- y la mutación de la ley de quiebras.
Si los parlamentarios hicieran oídos sordos a la requisitoria del Ejecutivo, el FMI le soltaría la mano al débil gobierno porque no estaría cumpliendo con el prerrequisito y el desembolso de casi 9 mil millones de dólares, trabado desde diciembre de 2001, se esfumaría.
Como en los próximos días vence el pago de compromisos con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y sin fondos para hacer frente a los mismos, la Argentina entraría en default con esos organismos. Entonces, con las puertas cerradas, al doctor Duhalde no le quedaría mas que convocar a elecciones anticipadas, un escenario que ni el Jefe de Estado ni sus aliados desea, puesto que el peronismo sería derrotado.
Alberto Bastia