Críticos cinematográficos y culturales como Jonathan Rosembaum o la propia Susan Sontag consideran “Sátántangó” como obra de referencia básica para comprender el cine contemporáneo. Más allá de lo convencional, el visionado se la obra se convierte en una experiencia que permanece durante semanas con el espectador tras haberla visto. Lo valiente de su puesta en escena y su modo de manejar el espacio temporal ya se ha ganado adeptos como Gus Van Sant, que admite abiertamente la influencia de la cinta en la estructura de su último filme,“Elephant”, última Palma de Oro del Festival de Cannes. Su legendaria reputación es absolutamente merecida.
Béla Tarr, en un acto de virtuosismo coreográfico con la cámara, puebla su película de un puñado de míseros personajes reunidos alrededor de una granja comunitaria durante un otoño lluvioso que parece anunciar el Apocalipsis. El ambiente se puede cortar con un cuchillo. Todos esperan un pago que les permita abandonar el lugar. Pero la llegada de un mesiánico hombre llamado Irimias, a quien daban por muerto, está a punto de cambiar todos sus planes. Sus acciones y movimientos están estructurados como si de un tango diabólico y sarcástico se tratara, seis pasos adelante y seis atrás… Nos guía el sonido de unas misteriosas campanas.
La obra está rodada íntegramente en largos planos secuencia con un expresivo blanco y negro. Tarr ha comentado en alguna ocasión, en tono de broma, que las empresas que fabrican celuloide establecen una forma de censura al no fabricar material virgen de más de diez minutos. Obsesionado por capturar el paso del tiempo y los detalles de su devenir, la apuesta del director húngaro se mide en importancia con la obra de Andrei Tarkovski o Abbas Kiarostami. La severa radicalidad cinemática de “Sátántangó” es capaz de hacer cambiar el modo de ver el cine. Todo lo que se espera debe ser olvidado. Su proyección es una celebración del cinematógrafo y un importante acontecimiento en nuestro país al ser la primera vez que se proyecta.
“Sátántangó”, que se rodó entre 1991 y 1994, está basada en la novela del novelista húngaro Lázsló Krazsnahorkai. El escritor es autor también de “La melancolía de la resistencia”, base de la cinta, también de Béla Tarr, “Las harmonías de Werckmeister”, proyectada en la pasada edición del Festival.