Estas 4 últimas (las circunscripciones 17, 18, 21 y 22) son donde vive el
grueso del campesinado aymara. Allí están las 12 provincias agrarias que
recorren de norte a sur el oeste del departamento desde la frontera con Perú
hasta con la del departamento de Oruro. En dicha ‘mancha aymara’ el MIP ha
totalizado unos 57,000 votos superando a los casi 40,000 votos blancos-nulos
(cifra tradicionalmente alta en una población descontenta con el sistema
boliviano). La segunda fuerza en la franja aymara ha sido el Movimiento Al
Socialismo, un partido nacionalista indígena más moderado, que obtuvo menos
de la mitad de los votos del MIP.
El MIP no es un partido que ha buscado atraer al electorado blancoide o
mestizo. Abiertamente se identificaba sólo con una raza (la indígena) y, en
particular, con la nación de sus jefes. El grueso de los 170,000 votos que
obtuvo nacionalmente están casi totalmente centrados en el departamento de
La Paz y dentro de las zonas donde hay mucha población aymara-parlante. En
la gran urbe capitalina han sacado especial votación en los barrios aymaras,
como en las 4 circunscripciones de El Alto. En una de éstas ganaron y en
otra quedaron segundos.
El formidable ascenso electoral de Felipe Quispe contrasta con la situación
del senderismo peruano. En 1992 tanto Quispe como Abimael Guzmán fueron
capturados acusados de terrorismo. El primero era comandante del Ejército
Guerrillero Túpak Katari y el segundo se proclama como presidente de la
gestante República Popular del Perú y del Ejército Guerrillero Popular.
Mientras el senderismo se ha minimizado bifurcándose entre un ala que
persiste con acciones militares aisladas asentándose en las zonas cocaleras
de la selva central peruana y el sector de la jefatura máxima que pide un
acuerdo de paz, los ex-insurgentes kataristas bolivianos han adoptado una
política distante de ambos extremos. Quispe estuvo 5 años en la cárcel y al
salir se volcó al trabajo sindical donde acabó siendo elegido secretario
ejecutivo de la poderosa Confederación Sindical Unica de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (CSUCTB), y luego fundó su propio partido (el MIP).
Quispe ya no lidera acciones armadas pero tampoco quiere la paz con el
sistema. Desde las nuevas posiciones de fuerza que hoy tiene (sindicatos
campesinos y parlamento) él llama a sabotear a la república boliviana.
No queda muy claro si el MIP quiere dividir Bolivia o hacer que ésta acabe
liderada por los indígenas. Sin embargo, su política tiende a producir la
escición de dicha república.
Quispe es hostil al clero católico y abiertamente promueve la religión
cósmica andina. El llama a echar a la policía, la tricolor boliviana y las
instituciones estatales en las zonas rurales donde tiene fuerza. En vez de
hacer acciones militares aisladas él plantea preparar un levantamiento
nacional armado de masas. En Achacachi llegó a liderar una manifestación de
20,000 campesinos bajo el grito ‘guerra civil’.
La tesis de Quispe es que hay que volver a una sociedad basada en el trueque
y en las comunidades igualitarias agropecuarias (ayllus). Dicho proyecto
puede ser cuestionado por quienes desde la derecha sostienen que no es
posible escapar del mercado global o de la modernidad en medio de un mundo
tan interconectado. Dentro de la izquierda el MIP es cuestionado por
promover la separación racial o por albergar expectativas en una sociedad
pre-hispánica que es acusada de haber estado basada en reyes, clases y
explotación social.
El Kollasuyo, que el MIP propone reconstruir, fue una de las 4 regiones del
imperio inca donde los aymaras fueron conquistados por los cuzqueños. Los
chipayas y urus son los descendientes de pueblos que otrora fueron
subyugados por los aymaras. Ellos aún sobreviven como cazadores y
pesacadores en reducidos números en algunos lagos altiplánicos.
Isaac Bigio
Analista Internacional