El río Níger y sus afluentes forman la tercera cuenca hidrográfica de África por su extensión. Actualmente, 110 millones de personas viven en sus riberas de la agricultura, la ganadería, la pesca, la navegación, y serán 200 millones en el
2020. Malí, uno de los países más pobres del planeta, depende del río Níger como única fuente de alimentos, agua y transporte, pero grandes zonas del río afrontan el riesgo de catástrofes ambientales, a raíz de la contaminación. Además, la aceleración del proceso de desertización en las últimas décadas ha provocado que el desierto avance y las dunas invadan casas y campos de cultivo, que han sido abandonados.
El Níger recorre 1.700 km del territorio de Malí, lo que, sin embargo, no modifica el carácter seco del país; la situación del río incide de manera directa en el reparto de la población: mientras el norte está deshabitado, exceptuando los oasis, y sólo es recorrido por la población nómada, el sur concentra la mayoría de la población. Es el caso de Ségou, donde INTERVIDA lleva a cabo su labor desde 2002; nacida a orillas del Níger, la presencia de agua en esta ciudad es muy importante. Aunque tienen agua del río, uno de los principales problemas que afecta a la población es el acceso al agua potable: más del 35% de la población no tiene acceso y sólo el 69% de la población se beneficia de unas instalaciones sanitarias adecuadas. La situación se complica durante la época de sequía, es decir, de octubre a mayo, ya que la ausencia de lluvias provoca que la mayoría de los pozos se sequen, la población no disponga de suficiente agua y las aguas queden estancadas. En estas aguas retenidas y pestilentes se incuban microorganismos que, transmitidos por la picadura de algunos insectos, provocan enfermedades infecciosas, algunas de ellas mortales. Por ello, en muchos barrios, los vecinos han instalado fuentes de agua, gestionadas por ellos mismos, que les permiten abastecerse.
Como la municipalidad no puede asumir el coste de la instalación de las fuentes, sus habitantes se organizan en cooperativas, que asumen la construcción, mantenimiento y gestión del agua. Por unas 10 CFAS (menos de 5 céntimos), obtienen 20 litros de agua. Éste es el precio para los habitantes, las gentes de otros barrios deben pagar un precio mayor, ya que no forman parte de la cooperativa. Aunque el precio del agua no es elevado, la situación de extrema
pobreza de muchos de sus habitantes (más del 90% de la población vive con menos de 2 euros al día) les obliga a comprar el agua imprescindible para beber, por lo que, si necesitan agua para lavarse o limpiar, se ven obligados a acudir directamente al río, fuente de infecciones y enfermedades.
En la zona norte del país se encuentra Nampala, una zona en la que predominan las poblaciones nómadas que se desplazan con sus ganados en busca del agua. Los equipos de INTERVIDA, conscientes de la necesidad de estas comunidades, trabaja con las comunidades en la profundización del pozo –que fecha de 1967–. Se trata de una tarea difícil, pues se necesita trabajar duramente en turnos durante las 24 horas de un día, para extraer el agua. Del agua del pozo se abastecerán sus habitantes (aproximadamente, 200) y las 1.000 cabezas de ganado. Durante la época de lluvias, el pozo suministra suficiente agua para todos, pero en la época seca, sus habitantes padecen la dureza de unas condiciones extremas (más de 45º).