Tres años antes de invadir Iraq (aduciendo querer deponer a su autócrata), el propio Blair tuvo detenido en Londres al exdictador chileno. No disparó un tiro para capturarlo y lo soltó a los 503 días pese a la protesta de sus electores.
El juez español Garzón no pudo extraditarlo a España. Para muchos chilenos ese juez no tenía autoridad moral para juzgar a uno de sus compatriotas o porque no había sentenciado a ningún funcionario del franquismo.
Chile -y no una potencia externa que invade o asume un rol paternalista- podrá juzgar a su exdictador. Eso es algo que favorecerá su democratización y a la de la región.
El proceso debe ayudar a investigar el rol de quienes fomentaron el plan internacional Cóndor para secuestrar y torturar disidentes en el cono sur.
Isaac Bigio
Analista Internacional