¡Bien! Ya es hora de ir a casa, bajo corriendo las escaleras, tengo que ir a la puerta de Dirección para esperar a Pilar que nos lleve al autobús.
–¡Hola Andrea!-. Andrea es mi amiga, se llama como yo. Está en mi clase, pero ella no va en la ruta. Me voy a acercar a verla, está en el patio con los demás niños a los que esperan sus mamás o papás.
– ¿Qué haces?–
– Nada, voy a ver si veo a mi padre. ¡Adiós Andrea!–
Mientras hablo con ella echo un vistazo afuera y veo la ruta
– ¡Adiós! Yo también me voy que sino perderé el autobús–
Bueno, me voy que sino voy a perder la ruta, pero… ¿dónde está Pilar?
Vuelvo a Dirección pero allí no hay nadie, vuelvo al patio, ya está vacío, ¿qué hago?. Tengo miedo. ¿Es que se ha marchado todo el mundo?. Estoy asustada, tan asustada que no puedo evitar ponerme a llorar. La puerta del colegio está abierta. Tengo miedo. ¿Y si me quedo sola aquí en el colegio?. Yo no quiero quedarme aquí por la noche, sola. Me voy corriendo a casa, yo sé el camino.
Salgo por la puerta del cole, ahora a la derecha, subo esa cuesta grande (siempre por la acera, como dice mamá). Por fin he llegado a la carretera grande, la de las rotondas (estoy asustada, tengo miedo, me voy corriendo a casa, siempre por la acera, como dice mamá). Aquí en la carretera grande tengo que ir hacia ese lado (siempre por la acera, como dice mamá). Este camino es mucho más largo andando,(tengo miedo, el corazón me late muy deprisa, estoy asustada) no puedo evitar llorar. Ya he pasado todo el pueblo ¿Cómo cruzo esta rotonda grande? Tengo que conseguir llegar al otro lado, es la única acera que veo, menos mal que los coches paran y me dejan pasar. Aquí hay un paso de cebra (mira siempre antes de cruzar, primero a la izquierda, luego a la derecha, y siempre busca un paso de cebra).
Por fin estoy en el trocito de acera que queda al final del pueblo, pero ya se acaba y la acera se convierte en tierra, la calle se convierte en carretera, estoy asustada, estoy tan asustada que se me escapa el pis. No sé si voy bien por aquí a casa, esto es muy largo, ¡mamá!, ¡mamá! Tengo miedo.
Un autobús se ha parado y me han preguntado… no sé, no me acuerdo. Yo voy a mi casa, vivo en El Guijo, calle Cerusita,9.
¡Ya estoy cerca, ya veo a mamá! Me bajan del autobús y mamá me abraza, no puedo hablar, sólo puedo temblar, temblar, temblar. Me escondo detrás de mamá, sin soltarla, sólo puedo decir bajito: vámonos a casa, vámonos a casa, vámonos a casa.
Por fin en casa. Mamá dice que me va a dar un baño caliente para estar mejor,. Mientras me baña, mamá me pregunta dónde me recogió el autobús.
– No sé mamá, no me acuerdo–
Ya salgo del baño y estoy más tranquila.
–¿Sabes una cosa mamá?–
– Qué, cariño–
– Los coches se paraban para dejarme cruzar la rotonda. Tenía que llegar a la acera–
¿FIN? COMENTARIOS Y VERSIÓN DE LA AUTORA
Esta historia está basada en hechos reales, tan reales como que la autora (o sea, yo) es la madre de la protagonista. La historia se desarrolla el 12 de febrero de 2003, en un pueblo de la Comunidad de Madrid llamado Galapagar, en un colegio llamado Carlos Ruiz, y la protagonista es Andrea, una niña que contaba entonces con 6 años de edad.
Andrea tiene un hermano mellizo que se llama Manuel.
Manuel me dice un día:
– Mamá, yo quiero ser mayor–
Y yo le contesto:
– Cariño, no tengas prisa, aprovecha ahora que no tienes responsabilidades ni preocupaciones–
Esto me hace pensar en ¡Qué razón tenía mi madre! cuando me decía a mí eso mismo:
– hija, la mejor época es cuando eres pequeño–
Claro que yo no sabía lo que significaba «madurar», ni siquiera creo que lo tenga muy claro todavía. Pero lo que sí tengo claro es que si no peleas por lo tuyo, nadie lo hará por ti.
LOS «ADOS»:
Tengo que dar gracias a que mi niña está bien, no la han atropellado, ni violado, ni secuestrado, ni Dios sabe cuántos más «ados», pero ¿qué pasa en este país? ¿qué le pasa a la gente? ¿qué les pasa a los padres? .
¿Es que hay que esperar a que suceda algún «ado» para que todos nos tiremos de los pelos y digamos: ¡Oh, Dios mío!, ¡pobrecilla!, ¡Pero fíjate qué mala suerte!, ¡Vaya desgracia!. Entonces saldríamos en los periódicos, la radio, la televisión, y según la versión dirían simplemente:
– Niña muere atropellada al escaparse del colegio–
otra versión añadiría al título anterior:
– Cuidadora de ruta de un colegio comete negligencia al marcharse en el autobús escolar del Centro sabiendo que le faltaba un niño, el centro escolar no tenía las medidas de seguridad necesarias y aún siendo un centro de menores las puertas estaban abiertas, por lo que la niña Andrea del Nido García, de 6 años de edad, pudo salir sin que nadie se enterara. En un intento por llegar a su casa (a más de 3 km. de distancia) la niña fue atropellada y resultó muerta, o parapléjica, o tuvieron que amputarle un brazo, o tras secuestrarla y violarla, fue abandonada en el arcén de la carretera de Galapagar a Guadarrama, a la altura del cementerio. Tanto la cuidadora de la ruta, Pilar Rodríguez, como la Directora del Colegio, Celia García Alvarez, se niegan a hacer declaraciones–
Hay muchas formas de interpretar una noticia, pero yo sólo veo una, LA VERDAD, y la verdad es que el día 12 de febrero de 2003, yo esperaba en la parada de El Guijo a mis hijos, Andrea y Manuel del Nido García, de 6 años de edad, que vuelven a casa en la ruta de autobús del C.P. Carlos Ruiz de Galapagar (Madrid).
Cuando la ruta llegó, Pilar Rodríguez (P en el diálogo a continuación) mientras ayudaba a Manuel a bajar las escaleras del autobús, me preguntó:
P- Ah, ¿pero no has recogido tú a Andrea?–
Yo contesté con cara de asombro y cogiendo a Manuel:
– ¿Yo?, ¿Por qué?
A lo que contestó:
P- Creí que la habrías recogido porque no estaba. Bueno, cuando íbamos hacia el Jacinto Benavente sabía que me faltaba un niño del Carlos Ruiz pero no sabía cuál (al llegar a El Guijo y bajar a Manuel se estaba dando cuenta de que era su hermana Andrea la que faltaba), así que volvimos al colegio, pero como no había nadie…
(El Jacinto Benavente es otro colegio de Galapagar con el que compartían ruta)
P- ¿tienes un móvil?
Yo no sabía lo que estaba pasando, le di mi móvil, llamó al colegio, se escondió detrás del autobús para hablar y que yo no me enterara de lo que decía (probablemente lo hizo de manera inconsciente, pero lo hizo), y cuando colgó me dijo:
P- En el colegio no está, parece ser que ya han avisado a la Guardia Civil–
Yo estaba desesperada, a punto de coger a Manuel, meterle en el coche y salir a la carretera en busca de mi niña, cuando apareció otro autobús y dentro estaba Andrea. Me dijeron que la habían encontrado en la carretera, que habían oído un aviso de la Guardia Civil, no sé si es que la conocían o que les extrañó ver a una niña pequeña sola por el arcén, el caso es que le preguntaron donde vivía y ella les dijo que en El Guijo.
Al fin estaba mi niña conmigo, la cogí y estaba temblando, había llorado, tenía una cara de susto tremenda y se había hecho pis. Se agarró a mis piernas, se escondió detrás de mi y cuando yo me agachaba para abrazarla y decirle:
– Tranquila cariño, ya estás con mamá–
Ella sólo me decía muy nerviosa:
– Vámonos a casa, vámonos a casa…
Yo cogí a mis hijos y me fui a casa.
Le dí una ducha a Andrea para que se tranquilizara y luego fuimos a la Guardia Civil de Galapagar a poner una denuncia explicando lo ocurrido.
Hoy es 20 de abril de 2004. He escrito a mil sitios oficiales, pero aquí no ha cambiado nada, la rutina del colegio sigue igual, la rutina y cuidadora de la ruta sigue igual, todo sigue igual.
He llegado a la conclusión de que cuando algo sucede la justicia, la Administración, en general quién realmente tiene el poder para cambiar y mejorar las cosas decide que es mucho más cómodo y barato dejarlo pasar, por lo general la gente se cansa y desiste, pero este no es mi caso.
Estoy segura de que he heredado grandes cualidades de mis padres:
La sensibilidad, el sentido de la justicia, el no rendirme cuando creo que la lucha es justificada y con una base de principios morales y éticos que se están perdiendo y que pienso inculcar a mis hijos, pues creo que son lo más importante para formarse como ser humano: honradez, justicia, sentido común, bondad, sensibilidad, lucha, fuerza, cariño, valor… Si consigues mezclar estas cualidades de manera equilibrada serás una Buena Persona. Yo me considero Buena Persona y por eso seguiré luchando, porque a veces, merece la pena.
Esther García Menager
