EL IMPERIO DE LOS LOBOS se proyectó en el pasado Festival de Sitges dentro de la Sección Première y de la Semana de Terror de San Sebastián. Película de CHRIS NAHON, basada en la novela de JEAN-CHRISTOPHE GRANGÉ con JEAN RENO (La Pantera Rosa, El Código Da Vinci), ARLY JOVER (Vampires: los muertos, Blade), JOCELYN QUIVRIN (Elizabeth, Siryana) y LAURA MORANTE (La habitación del hijo, Pasos de baile).
Acerca del rodaje en Capadocia
Mi corazón late muy fuerte. Resulta imposible saber si se debe a que me acabo de dar cuenta de que estamos muy cerca de Irán y de Irak, o si el lugar en el que vamos a pasar una semana es de los que cortan el resuello.
Capadocia, Capadocia, el hecho de pronunciar su nombre nos retrotrae a otra época, a otra era. A lo largo de todos mis viajes jamás he oído mentar un lugar parecido, ni tampoco he visto semejante paisaje.
En el corazón de Turquía se encuentra ese fenómeno geológico natural que algunos llaman “Pirámides” y otros “Grandes Hongos”. Tienen diferentes tamaños, tan pequeños como una choza o tan grandes como un edificio moderno; algunos cargan con una suerte de sombrero construido en la roca, que se bambolea allí arriba, como un hongo. Qué extraño resulta.
Los habitantes de esta región viven en los hongos más altos, donde han excavado numerosos apartamentos, unos encima de otros, con majestuosas escaleras que los conectan y ventanas abiertas de par en par. También se llaman “casas trogloditas”.
El sol se pone, transformando a cada momento las ruinas, las rocas, los “Hongos” y el minarete. El equipo se encuentra en el camino del regreso. Es fácil imaginar que han pasado un día duro, bajo el calor y envueltos en polvo. Parecen extenuados aunque eufóricos, descamisados, y sin embargo satisfechos.
Acaba de empezar mi primera noche en Capadocia; un escalofrío cruza mi cuerpo cuando ascienden las plegarias de la noche: la vieja tierra otomana, los Lobos Grises y el imperio del misterio aúllan en la oscuridad.
Hemos preparado unas doce casas trogloditas para una parte del equipo. Recostada en la pared de mi habitación, no puedo contener la sonrisa. Voy a dormir en una caverna construida por el hombre.
Tenemos que levantarnos a las cuatro de la mañana.
El lugar del rodaje está en las alturas. Cuando nos encontramos en sus aledaños, todo se vuelve más grandioso. El equipo ya ha empezado a trabajar porque la luz de la luna llena nos da su bendición. Mientras esperamos la salida del sol y las plegarias, me siento en la orilla de la montaña con un café turco en la mano… De repente, tras las formaciones geológicas, se elevan en el cielo ocho o nueve globos aerostáticos. ¡Qué magnífica forma de admirar la belleza del paisaje y el amanecer!
Queda por escalar una última parte de montaña. El camino es estrecho, el aire ligerísimo, es un auténtico paseo. Cuando llegamos a la cumbre, no doy crédito a lo que veo: más de cuarenta miembros del equipo instalan cámaras, elementos de decoración, material médico, y otros velan por la seguridad. No puedo reprimir una mirada hacia atrás para intentar entender cómo han logrado subir todo ese material. Tengo vértigo, sobre todo viendo a los obreros locales, que corren por doquier y ayudan a que la producción lo tenga todo listo.
Mientras me siento para recobrar fuerzas, en la parte más alta de la cumbre veo una roca de veinte pies por diez. Representa una cabeza espantosa y loca. Más abajo, a la derecha, una cabeza de águila. Me giro hacia un miembro del equipo para compartir con él lo que veo; rompe a reír y me dice que las ha fabricado él mismo con poliuretano. Parecen tan reales…
Después me enteré de que no fui la única que cayó en la trampa. Las gentes de Capadocia querían conservar estas dos esculturas. Fue difícil explicarles que no eran auténticas y que debían ser desmontadas.
Zofia Borucka.