Pasan las horas y esos amigos no vienen, tal vez atenazados por el temor a pasarla bien, imposibilitados de abrirse al mundo por la coraza protectora de la autosuficiencia que no permite sentir nada, sobre todo la soledad, anestesiando el sufrimiento. Pobres, no saben sentir, porque aunque sea dolor es estar vivo y además puede aparecer otro sentimiento, más rico, y vislumbrar la posibilidad de ser feliz, aunque sea con minúscula, destino de muchos.
Dogman está solo por haber apostado mal sus fichas en la ruleta de los afectos, salvo las dedicadas a los animales y hoy, en un día tan especial, son los que devuelven con creces lo apostado. Sus perros están allí, acompañando, devolviendo una mirada alegre, agradecida, a las incomprendidas muestras de cariño extra recibidas. Esos mismos animales que todos aquellos que hoy no vinieron critican y censuran son los encargados, lamentablemente los únicos encargados, de darle vida a esta Nochebuena tan especial para Dogman.
De todos los amigos de Dogman que respetan su tendencia a estar solo, por ejemplo Roberto o Ariadna, personas más profundas que la mayoría, sólo se dio cuenta que él no quería estar solo una amiga que la mayoría tilda de superficial. Que imposibilitada de acompañar a su amigo, lloró, aún sin lágrimas visibles, su impotencia por lo que vendría. Es para ella el mejor de los pensamientos en esta noche cargada de oscuridad.
¿Por qué Dogman está solo? Se preguntará usted: Porque siempre intentó la carambola a tres bandas, la más difícil. Cuando todos aceptaban una verdad impuesta, él preguntaba por qué, cuando todos aceptaban una realidad una realidad inalcanzable y chiquitita el buscaba nuevos horizontes y muchos lo envidiaban por volar tan alto. Y así alcanzó amores y éxitos y conoció otras latitudes pero como todo eso tampoco le importaba no le dio trascendencia y cuando por circunstancias volvió al barrio, muchos se alegraron, no por su vuelta, sino por lo que consideraban su caída. Nunca tuvieron en cuenta que estaba más allá de sus propios sueños ilusorios.
Usted dirá que hay gente más sola y más pobre que nuestro protagonista. Es verdad, pero también es soledad la que padece Dogman por más explicaciones y justificaciones que intente. Quiera o no, Nochebuena es un sentimiento y no un pensamiento. No es teoría, la teoría de los que siempre estuvieron acompañados o que olvidaron el no estarlo. Es una necesidad de estar con otro, aún después de haber pasado cumpleaños, fines de año, cambios sociales, triunfos personales, solo, lejos, sin interlocutores válidos y aceptarlo, sin reproches ni saldos pendientes.
Bien ¿Ese es el precio?
Dogman lo paga.
Pero pasada esta Nochebuena en que está solo si llega a resurgir no intenten subirse al carro. Será sólo su triunfo, sólo suyo. Porque HOY nadie golpeó a su puerta… y era cuando lo necesitaba.
Y siguiendo en este contexto permítanme que les hable de la Navidad:
Llega el mes de diciembre y uno comienza a vivir el clima alegre de las fiestas. ¿Pero de que manera? Con Papás Noel que nos anuncian la grande de fin de año de tal o cual lotería, los regalos que uno está obligado a hacer pero comprados en tal o cual tienda o shopping y los brindis que unen a la familia siempre y cuando tome determinado champán o sidra o vino.
Entonces uno va cayendo lentamente en una confusión de valores; se sobrestima el aspecto superfluo o secundario de la celebración (el festejo): las comidas, las BEBIDAS, los cohetes, las loterías y se olvida el verdadero motivo por el que el cristianismo festeja: El nacimiento de Cristo. Y Cristo no vino al mundo para vender loterías, tomar champán, comer pan dulce, venderle cohetes a los chicos, ni siquiera para pensar en sí mismo. Todo lo contrario, vino para compartir su pan con los que no tienen, compartir su tiempo con el que esta solo, comprometer su salud con los enfermos, aún en las peores enfermedades, en una palabra, vino a brindar un mensaje de solidaridad, que es la forma de amor despojado de orgullo o interés particular: la forma más pura de amor. Dar sin pedir
Yo me alegro que la Navidad siga siendo respetada en el almanaque y que la mayoría de la gente de alguna manera se comporte o piense en hacerlo mejor porque así esta la posibilidad de rescatar los verdaderos valores y poner en su lugar a lo secundario o anecdótico.
Si educamos a nuestros hijos para que sean primero solidarios antes que famosos, primero dignos antes que ricos, primero sanos antes que campeones anabólicos, primero respetuosos de la familia antes que vivir en una cápsula individualista, estaremos haciendo algo. Pero debemos dar el ejemplo, primero nuestro ejemplo. Yo recuerdo cuando era chico que si uno hacía una maldad había un latiguillo que decía: -Dios te va a castigar- ¿Hoy quién evoca a Dios? ¿Quién dice «si Dios lo permite, si Dios quiere» ¿No es momento de desterrar la soberbia y reconocer que Dios todo lo puede y todo lo permite? Y no reconocerlo o esperarlo únicamente cuando un ser querido se tiene que operar o esta pasando un mal momento.
Yo creo que el mensaje de Cristo está más vigente que nunca; despojémonos de nuestro egoísmo salvaje y pensemos en los demás, relacionémonos con los otros a través del amor y no del interés. Si podemos ver que más allá de nuestras necesidades está el sufrimiento del otro y lo ayudamos, estaremos viviendo –los creyentes- en el espíritu de Cristo y los no creyentes sentirán que están construyendo un mundo mejor, más justo, que el futuro es posible y la vida merece ser vivida.
Recuerde: Amaos los unos a los otros, que con amor es imposible hacer algo con maldad, esa es la ventaja del amor, cualquiera puede generarlo y acerca, no distancia.
¡… Ah! y ¡Feliz Navidad!
Pedro Mirigliano