Y es que todo acompaña en esta alianza estratégica que ha nacido con estrella. Tanto la arquitecta catalana responsable del proyecto, Naiara Montero, como el interiorista tailandés afincado en Londres, Ou Baholyodhin, encargado de la decoración, han realizado un extraordinario trabajo de interpretación de los deseos de los propietarios del hotel, quienes optaban por la idea de que el Restaurante Lasarte tuviera una identidad propia contextualizada en el espacio global, como del propio Berasategui a la hora de integrar inspiraciones de su tierra. La fusión de estos elementos con otros propios del Modernismo catalán era arriesgada, pero el resultado lejos de desconcertar, sorprende por su halo de sofisticación dulcificado con grandes dosis de elegancia y armonía.
Creado con el objetivo de convertirse en referente no sólo gastronómico sino también estético en una ciudad donde el diseño parece llevarse en los genes, el Lasarte se distribuye en tres niveles diferentes conectados visualmente con el fin de que el comensal no pierda en ningún momento la perspectiva global del espacio. La espectacular bodega, que cuenta con una selección de aproximadamente 120 referencias, se encuentra en la plataforma intermedia; y el nivel superior se configura como un espacio más íntimo con capacidad para 16 personas, que además hará las funciones de comedor privado. Las paredes revestidas de piedra caliza y madera, el pavimento de mosaico de madera y una exquisita lámpara situada en la zona intermedia, son los elementos encargados de otorgar calidez al ambiente.
Muchas y suculentas son las opciones culinarias que el Lasarte ofrece, pero confiando en que el comensal tenga tiempo y ánimo de repetir experiencia, en una primera visita desde aquí recomendaremos el menú degustación; simplemente porque resulta tan imaginativo como coherente, debido a que mezcla los sabores tradicionales con los más vanguardistas de una manera genial y, como no, por la calidad de la materia prima y el ensayo de sabores. Milhojas caramelizado de manzana verde, foie gras y anguila ahumada; Bocadillo de vieira y ensalada cremosa y cruda de apio, nabo y alcachofas; Brotes de soja con ostras al jugo de café, pimienta y curry; lubina asada con vinagreta caliente ce cítricos al aceite de pistacho y crema de tuétano de coliflor; Pichón asado con oreja de cerdo ibérico, hojas de espinacas cocinadas y jugo aromatizado al vinagre de Jerez; raviolis de manzanas verdes, jugo helado de coco y granizado de ron, y para finalizar, café con leche helado, sopas caramelizadas y ciruelas.
Si no se atreve con semejante festín y prefiere algo más tradicional aunque con un toque de sofisticación, el cliente puede optar por unos huevos de caserío a baja temperatura con tocineta asada, jugo meloso de garbanzos y pan de ajo y tomillo; antes de seguir su recorrido por una carta muy estudiada que jamás olvida las arraigadas raíces en la cocina familiar y de mercado de un chef que ha alcanzado el reconocimiento internacional. Martín Berasategui le viene bien a Barcelona y la ciudad, ansiosa por acaparar nuevos genios y con intención de que no se le escapen, lo ha acogido con alfombra roja, la mejor de sus caras y un recibimiento multitudinario. Respaldado por un magnífico equipo a cuya cabeza se encuentran el Chef Alex Garés y el Maître Joan Ibáñez, el maestro no tiene intención de decepcionar. Muy al contrario, su llegada ha sido interpretada como un valor añadido fundamental para la ya rica oferta gastronómica barcelonesa.
Gema Castellano
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