Resulta ya casi imposible para el neófito vislumbrar las influencias de Oneida. Tan fans del garage de los sesenta, del punk primigenio y del rock blues de los setenta como del krautrock, el synth-pop o el jazz de vanguardia, la banda de Brooklyn ha llegado, tras casi diez años de existencia, a tal grado de madurez y contención que su saber enciclopédico no se traduce nunca en pedantería musical y orgía de referencias, sino que alimenta su songwriting de forma perfectamente integrada, cumulando, intrincando y fundiendo en un mismo tema (por no decir en la misma frase musical) varios conceptos sónicos, y que cuesta de deshilachar incluso mirando en filigrana. Un songwriting sin concesiones, sin efectismos, que desprende humildad y sinceridad a raudales, servido por una producción totalmente despojada de artificios y por un sonido en bruto, apretado, nervioso, urgente, directo.
Todo eso confiere a este soberbio trabajo una extraordinaria sensación de libertad, debida en gran parte a la curiosa -y agradecida- impresión de ausencia de producción, la cual hace que Oneida suenen más cercanos y directos que nunca, tan directos que parece que hayan instalado sus instrumentos en tu habitación y estén tocando estas canciones exclusivamente para ti, añadiendo una inaudita confidencialidad a su repertorio de emociones. Hanoi Jane (guitarra y bajo), Kid Millions (batería) y Bobby Matador (teclados), han escogido con suma precisión el instrumento encargado de dar el relieve particular a cada tema, insuflándole su alma intrínseca.
Así encontramos a lo largo del elepé las guitarras epilépticas de ‘Up With People’, la batería marcial de ‘The Adversary’, el banjo bucólico de ‘Busy Little Bee’, los violines celtas de ‘You Can Never Tell’, el piano hipnótico de ‘The Misfit’ o el xilofón y los juguetes rebeldes de ‘History’s Great Navigators’. Para “Happy New Year”, la banda ha compuesto unas letras crípticas, místicas, casi fetichistas y edificadas en los campos semánticos de la psicodelia, en medio de una naturaleza cíclica, ora hostil, ora acogedora.
Una alegoría de la dicotomía vida/muerte que van desgranando cual cantos monásticos, casi mántricos, y que se ve enfatizada por el exquisito diseño -ya marca de la casa- puntillista y orgánico-biológico de Dan Schechter, representación macroscópica de una suerte de célula que bebe naturalmente del imaginario pictográfico de la psicodelia. Un renuevo que ya se vislumbraba en su trabajo anterior, el fantástico y alabadísimo “The Wedding” (05), y que nos muestra ahora a unos Oneida en pleno apogeo, un grupo siempre inclasificable capaz de saltar de la referencia de Moondog a la de Butthole Surfers. Siempre al límite.
MP3:
Treasure Plane / "Secret Wars" / sincd 57
The Eiger / "The Wedding" / sincd 103
Up with People / "Happy New Year " / sincd 197