En la cena de entrega de premios a las Pymes (Premis Pimec) que se celebró la noche anterior en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Barcelona, Montilla aseguraba que “la T1 es la infraestructura más potente que se ha realizado en los últimos años en nuestro país y que el esfuerzo inversor que se ha puesto en marcha en estos momentos en Cataluña, tampoco tiene precedentes”.
Sin duda, son muy extensas las expectativas que el premier catalán ha puesto en una terminal que, según afirmó durante su inauguración, “debe convertirse en una de las banderas de recuperación económica de Cataluña y en su proyección en el mundo global”, pero que además, estrenará antes de acabar el año, según ha afirmado Rodríguez Zapatero, un nuevo modelo de gestión aeroportuaria descentralizado con participación de la Generalitat y la sociedad civil.
El presidente del gobierno español insistió en que “es uno de los mejores aeropuertos de Europa y la referencia de todo el Mediterráneo en cuanto a modelo aeroportuario” y no le falta razón. La terminal, que ha requerido un esfuerzo inversor sin parangón y cuenta con una paternidad múltiple -aunque la pugna por la autoría ahora sea tan absurda como patente- es una obra de arte arquitectónica ideada por Ricardo Bofill, pero también un espacio pensado para las personas. Porque una infraestructura con capacidad para recibir 55 millones de pasajeros al año debe asegurar que puede ofrecer soluciones a las necesidades de un público plural, además de, como afirman los políticos, “ser el mejor de Europa”, “el motor económico” o “la oportunidad de negocio para las compañías aéreas”, Star Alliance e Hispanair, a las que Montilla ha prometido expansión.
Sin duda el Sky Center, donde se encuentran la mayoría de las tiendas de marcas, es la zona más “chic” de una terminal que ya ha sido bautizada por sus primeros usuarios como “excepcional”, “un castillo de cristal” o “la ciudad de la luz”. A pesar de que algunos pasajeros se han equivocado de terminal, la unanimidad sobre la grandeza, el excelente diseño o la comodidad y la agilidad se hace patente entre los comentarios de los primeros 30.000 clientes, que han conocido el espacio en su primer día de actividad. Tiendas de moda de primer orden, espacios especializados en ‘delicatessen’, masajes y relax; más de sesenta restaurantes e incluso un sofisticado sistema de insonorización a base de lana de roca Rockwool que abarca sus 525.000 metros cuadrados, cierran el ciclo de excelencia de una infraestructura aeroportuaria legendaria desde su nacimiento que gusta a la gente.
Gema Castellano