A diferencia de ellos, Doug ha tenido una oportunidad de tener éxito, una oportunidad para evitar seguir las huellas criminales de su padre. En lugar de ello, se convirtió en el líder de un grupo de implacables ladrones de bancos que se enorgullecen de coger lo que quieren de forma limpia. La única familia que tiene Doug es la de sus socios criminales, especialmente Jem (Jeremy Renner), quien, a pesar de su temperamento peligroso e irritable, es lo más parecido a un hermano que Doug haya tenido nunca.
Sin embargo, todo ha cambiado desde el último trabajo de la banda, cuando Jem hizo un rehén por un breve espacio de tiempo: la directora de la entidad, Claire Keesey (Rebecca Hall). Cuando descubre que vive en Charlestown, Jem se pone nervioso y quiere comprobar qué es lo que ha visto. Puesto que sabe de lo que es capaz Jem, Doug se encarga del problema. Busca a Claire, que no tiene ni idea de que no se trata de un encuentro casual ni de que ese encantador extraño es uno de los hombres que la habían aterrorizado hacía tan sólo unos días.
A medida que su relación con Claire va evolucionando hasta convertirse en un apasionado romance, Doug quiere cambiar de vida y de ciudad. Pero con los Federales, liderados por el agente Frawley (Jon Hamm), pisándole los talones y Jem cuestionando su lealtad, Doug se da cuenta de que no le va a resultar fácil lograrlo y de que, lo que es peor aún, puede poner en peligro a Claire. Todas las posibilidades que hubiera podido tener en cualquier momento quedan reducidas ahora a una decisión: delatar a sus amigos o perder a la mujer que ama.
“The Town. Ciudad de ladrones” se ha basado en la novela El príncipe de los ladrones, de Chuck Hogan. Hogan situó la acción de este drama criminal en Charlestown por un motivo: este barrio de Boston ha producido más ladrones de furgones blindados que ningún otro lugar de las mismas escasas dimensiones del mundo. Las semillas para que germinara ese hecho diferencial probablemente se plantaron cuando Charlestown fue elegida como emplazamiento para una prisión de máxima seguridad, lo que la perpetuó como un enclave criminal.
Affleck comenta: “Charlestown, en Massachusetts, de sólo 1.600 kilómetros cuadrados, se convirtió en una especie de puerta giratoria. La gente salía de la cárcel y su familia se trasladaba allí, y luego, cuando volvían a entrar en prisión, se desarrollaba una comunidad a su alrededor. En el libro se plantea la hipótesis – que también se refleja en el film – de que el de ladrón de bancos era un oficio que se transmitía de padres a hijos”. Jeremy Renner, que interpreta el papel del cómplice y mejor amigo de Doug, Jem, añade: “En una comunidad tan pequeña y estrechamente vinculada como ésa, desarrollaron un estricto código de silencio. Todo el mundo estaba al corriente de todo, pero nadie hablaba, lo que facilitaba el éxito en esa línea de trabajo”.
Quizás la ropa más particular en “The Town. Ciudad de ladrones” son las máscaras que llevan Doug, Jem, Gloansy y Dez para ocultar su identidad durante dos de los tres golpes que dotan de acción al film. Las máscaras de los esqueletos que se ven en el robo con el que comienza la película estaban inspiradas en la grabación de un golpe real. Affleck lo recuerda como sigue: “Estábamos de visita en las oficinas del FBI y tenían un gran primer plano de la imagen de una cámara de seguridad de un tipo en chándal con una máscara de esqueleto. Llevaba un rifle de asalto, pero era la máscara lo que realmente daba miedo”.
El grupo se pone las máscaras de esqueleto para asaltar el Cambridge Merchant Bank, que es el lugar en el que Doug se encuentra con Claire por primera vez. Aunque la máscara aterroriza a su personaje, Rebecca Hall admite que prácticamente tuvo el efecto contrario en ella. “Esa es la diferencia entre Ben el actor y Ben el director. En la escena, Claire está totalmente intimidada por Doug, pero cuando Ben trataba de darme indicaciones con la máscara puesta, me resultaba muy difícil mantener la compostura”, recuerda divertida Hall.
El robo se rodó in situ en el Cambridge Savings Bank, que Seymour y su equipo transformaron en el Cambridge Merchant Bank… quizás hasta demasiado bien. Seymour lo explica así: “Hubo que cambiar las marcas de todo lo que había dentro y fuera del banco. No creo que mucha gente se dé cuenta, pero el banco me contó que un cliente entró, muy enfadado, diciendo: ‘Llevo 40 años trabajando con ustedes. No me puedo creer que lo hayan cambiado todo en un día.’ Me lo tomé como un cumplido”.
El siguiente golpe de la banda es un furgón blindado en las calles del North End, a plena luz del día. Y su disfraz resulta igualmente descarado, comenta Matheson. “Después de los esqueletos, quería algo que se saliera de las normas. Empecé por pensar en el hecho de que esos cuatro tipos se habían criado como católicos irlandeses, y que podría resulta interesante jugar con ello. Mi primera idea fue vestirlos de monjas, pero Ben vino con la sugerencia de que llevaran ropa de combate del cuello para abajo. Era una combinación interesante: tocas de monja con chalecos antibalas”.
Con el FBI y la policía cada vez más cerca, al asalto del furgón le sigue una persecución por carretera con docenas de vehículos en todas las direcciones. Rodar la escena ya habría resultado muy difícil en una gran ciudad, pero las estrechas calles serpenteantes del barrio histórico multiplicaban exponencialmente el reto. “El North End es un lugar increíblemente estrecho, aclara David Crockett. “El diseño de las calles data del siglo XVII, así que no están construidas para los coches, pero eso también mejoró la escena de acción. Fue genial”.
Affleck colaboró con Gary Hymes y el director de segunda unidad Alexander Witt en la preparación de la persecución, primero con coches de juguete sobre un gran mapa y luego pasando a lo real cuando «todo el mundo tuvo claro dónde iba a estar cada coche y qué iba a hacer cada uno”, recuerda Witt. “Constantemente buscábamos formas de hacerlo más emocionante, pero con tantos coches implicados, también necesitábamos que resultara seguro”.
Al organizar la coreografía de la escena, Hymes comenta que tomó ciertas pistas del guión. “Dice así, ‘Gloansy conduce sin pisar nunca el freno.’ Sortea el tráfico. Hasta ahí sabía que tenía que ser fluido, pero también quería acción. La banda ve que hay polis por todas partes así que, ¿qué tenían que perder?” “Gary y su equipo fueron sin duda los elementos más cruciales de la secuencia en el North End”, comenta Affleck. «Da igual lo que se te ocurra, si no tienes conductores para hacerlo, no lo vas a poder rodar”.
Para sumergir al público en la acción, Affleck y el director de fotografía Robert Elswit utilizaron en primer lugar una cámara montada en la parte baja del coche con un gran angular. “Queríamos crear algo casi claustrofóbico, para que diera la sensación de que estás sentado con ellos en el coche acelerando por esas callejuelas a toda velocidad”, señala el director. “Lo mejor es que llevan máscaras, así que no tienes que preocuparte por los primeros planos de los especialistas. Eso nos permitió llegar aún más lejos para crear una escena de acción totalmente visceral”.
La persecución termina con el cierre del puente de Charlestown, lo que hizo que la producción tuviera que cerrar una de las principales arterias de salida y entrada de Charlestown durante varias horas. “Fue algo enorme”, enfatiza Crockett, “porque éramos tan sólo una de las muchas actividades que se estaban desarrollando en Boston ese día. Pero la ciudad se mostró muy colaboradora; realmente todos nos ayudaron en lo que necesitamos”.
El equipo técnico apreció especialmente la cooperación de la ciudad al rodar el trabajo más ambicioso y peligroso de la banda – en palabras de Fergie, “hacerse con la catedral de Boston” – Fenway Park. Los productores alaban la capacidad de una persona en particular para lograr que pudieran acceder al emblemático estadio: “el señor Ben Affleck”, confirma King sin dudarlo. “Su nombre tiene mucho peso en Boston. Es fan confeso de los Red Sox, así que fue clave para poder rodar en Fenway”.
Rodadas en mitad de la temporada de baseball, todas las escenas en Fenway tuvieron que completarse en un marco temporal concreto, mientras el equipo estaba viajando. Hubiera resultado imposible rodar una toma masiva – tanto en los túneles del estadio como en las calles adyacentes – con jugadores en el campo y fans en las gradas. Y por si estas limitaciones aportaran poca presión, la compleja secuencia requería la coordinación de muchas partes en movimiento, especialistas y extras, así como miembros actuales y antiguos de los SWAT de Boston que, básicamente, se interpretaban a ellos mismos.