Con un casting excepcional encabezado también por las top-models Isabel Goulart, Ana Beatriz Barros y Valentina Zelyaeva; y un “front row” repleto de famosa de photo-call, la firma Pronovias ha vuelto a celebrar su desfile privado anual al que asisten todos sus franquiciados procedentes de medio mundo; y en su honor, ha ofrecido una vez más un espectáculo memorable de pasarela. Sin lugar a dudas, no existe una forma más eficaz de incentivar al equipo humano encargado de comercializar las colecciones en los 3.800 puntos de venta que la marca tiene en 75 países. Palatchi -el presidente de Pronovias- se encarga de que la soirèe sea inolvidable para unos vendedores que, además de ver el producto en el contexto más glamouroso, disfrutan de una fiesta en su honor de auténtico lujo.
Pronovias los mima y la estrategia funciona consiguiendo que su red de franquicias bata records de facturación. En 2009, el que ya es considerado como el primer grupo mundial del sector de novias facturó 50.500.000 euros, obteniendo un aumento del beneficio estimado en el 258%. El grupo, que a fecha de septiembre de 2009 contaba con unos fondos propios de 294.048.879 euros, no conoce la crisis; y en 2011 espera un crecimiento en su cifra de negocio del 20%.
Con Manuel Mota -su director creativo fetiche- al frente de un equipo de diseño de 70 personas que crean más de 600 modelos de vestidos al año el imperio Pronovias parece no tener rival y su poderío ha quedado patente en una pasarela que ha mostrado diseños para 2012 suntuosos, sofisticados y nada discretos. Unas colecciones excepcionales y extensísimas que dejan poco margen operativo a la competencia.
No hay mujer que no se sienta identificada con alguno de los diseños mostrados en la pasarela, y ese es uno de los secretos de una firma que no admite competencia alguna y carece de reparos al utilizar todos los medios a su alcance para minimizar los riesgos en este sentido. En un desfile espectacular, el emporio nupcial ha hecho alarde de su preponderancia en los mercados usando como símil la voluptuosidad de las líneas envueltas en vaporosos tules de seda, los enormes bordados, los encajes más lustrosos, la pedrería, el cristal y las plumas, utilizadas en tops o prendidas en los velos de los gamourosos vestidos de inspiración años ’50 haûte couture. Ha quedado claro con semejante remate de fuerza, que, al igual que Kurkova sobre Shayk, la de Palatchi “lo vale”; pero en los negocios no. Todo, no vale.
Gema Castellano
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