Porque -a pesar de un talante erudito que ha mantenido las opiniones sobre las calidades de las voces operísticas a merced de unos cuantos ilustrados, aún cuando a veces estas calificaciones han respondido más a la pura conveniencia o intereses creados que a la propia solvencia de las voces- es en este tipo de certámenes donde el público reconoce sin miedo y espontáneamente lo sublime dando rienda suelta a sus manifestaciones de júbilo; democratizando la opinión y credibilizando el auténtico talento.
Y aunque el público es siempre quien manda, no cabe duda que un buen criterio y acertado “ojo crítico” a la hora de elegir un cartel garantizan el éxito y -sobretodo- consolida la imagen de marca de un Festival. Carlos Hartmann de Capmany, organizador del Festival de Música Clásica del Castell de Santa Florentina, situado en Canet de Mar, lleva más de una década dedicado a tantear a las jóvenes promesas y empeñado en que este certamen veraniego tenga lugar propio entre las manifestaciones de música clásica más prestigiosas; y con esta XIII edición, parece que el reto está más que conseguido.
Apoteósica. La gala de tenores que ha cerrado el certamen 2011 levantó al público en pleno de sus asientos con un ímpetu desbordado y los tenores emergentes Ricardo Bernal, Josep Fadó y Sergio Escobar -acompañados al piano por el maestro Ricardo Estrada– se vieron obligados a atender tres “bises” ante un aforo entendido y sibarita que se vio de repente abordado y sorprendido por un alarde de talento, elegancia, pulcritud y virtuosismo propio sólo de los grandes “divos”. La soirèe demostró que “son todos los que están” pero que no “están todos los que son” -al menos en las grandes plazas- y por eso el “respetable” -cada vez más intelectualente formado en esta materia- adora estos Festivales esmerados donde hay talento, osadía y valentía a la hora de apostar por el cartel.
Piezas como “Matinata” de Leoncavallo, “Che gelida manina” de Puccini o “Ah! tout est bien fini” de Massenet -entre otras- fueron servidas por los tres emergentes tenores como platos fuertes entremezcladas con las populares entre las que triunfó “O sole Mio”; o “Granada” -del maestro Lara- que resonó como música celestial entre los muros de un castillo emblemático que María Teresa de Capmany -nieta de Ramón Muntaner, ilustre miembro de la alta burguesía catalana y propietaria- mantiene con un buen gusto difícil de superar.
Un lugar privilegiado de excelente acústica que Ramón Muntaner adquirió en los años ’20 y cuya reconstrucción llevó a cabo el arquitecto arquitecto Lluis Domènech i Muntaner, según el estilo neoclásico, pero arriesgando con elementos como los ventanales góticos que rodean el Patio de Armas, procedentes del Monasterio del Tallat, los iconos medievales o las excepcionales vidrieras, todas diferentes, que el maestro alterna con un gusto excepcional. Un paraje de excepción que ha vibrado al compás de unas voces del ‘Bel Canto’ que la gente quiere volver a escuchar. “He tenido que contratarlos ya para el próximo año a petición del público”, aseguraba Carlos Hartmann, emocionado. Sin duda, un trio de tenores con registros antagónicos muy bien compenetrados; con el éxito asegurado.
Gema Castellano
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