Entre este grupo de dietas de moda están las basadas en la ingesta de proteínas. Sin embargo son las que pueden resultar más peligrosas, si no se realizan bajo un estricto control médico. Esta es la opinión del profesor José Cabo Soler, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Valencia y miembro del Consejo Científico del Instituto Danone, en su conferencia sobre posibles beneficios y efectos adversos de las dietas proteinadas, dentro del ciclo de conferencias sobre alimentación, nutrición y salud organizadas por el Instituto Danone y la Real Academia Nacional de Medicina (RANM). De hecho, el Dr. Cabo Soler solo recomendaba este tipo de dietas frente a las tradicionales cuando la obesidad supone un riesgo evidente para la salud o es necesaria una reducción drástica de peso, por ejemplo en un proceso preoperatorio. De hecho, este tipo de dietas están estrictamente contraindicadas para un amplio número de casos que van desde los trastornos cardiovasculares a la diabetes o en casos de insuficiencias hepáticas y renales y, por supuesto, no deben aplicarse en ningún caso a niños, adolescentes, embarazadas o ancianos.
Se considera una dieta con alto contenido proteico cuando aportan más de 1g. por Kg. y día[1]. Lo más habitual es que aporten 1,5 g por Kg. y día de proteínas y con un reducido aporte de glúcidos (menos de 50g./día), cantidades mínimas de grasa y suplementos de minerales, vitaminas y ácidos grasos esenciales.
Su importante efecto en la perdida de peso se basa en forzar a nuestro organismo a la producción de “cuerpos cetónicos”, compuestos químicos generados en el hígado a partir de las grasas para proporcionar una energía “de urgencia” para el cerebro y otros órganos en sustitución (parcial) de la glucosa, que se aporta en cantidades mínimas en estas dietas. Incluso, si la ingesta de glucosa es muy poca (menos de 30 g/d), como se aconseja en las fases iniciales estrictas de estas dietas, nuestro organismo se ve obligado a producir una cierta cantidad de glucosa a partir de las proteínas, sean de las de la dieta o, a veces, de nuestras propias proteínas musculares, lo que conlleva a una peligrosa perdida de masa muscular.
La producción de glucosa a partir de las proteínas es de muy bajo rendimiento, estimándose que se necesitan unos 2 g. de proteínas para producir 1 solo gramo de glucosa. Si tenemos en cuenta que un adulto medio, tras las extraordinarias, admirables y perfectas adaptaciones de nuestro organismo a esta situación de ingesta limitada de carbohidratos, sigue requiriendo al menos 80-90 g. de glucosa al día, de las que hasta 50 g. se pueden obtener aprovechando otros compuestos que tenemos (lactato y glicerol) y el resto, hasta los 90 g. de glucosa imprescindibles, los tenemos que obtener de la dieta o nos veremos obligados a fabricarla de las proteínas y si la cantidad de glucosa ingerida es menos de 30 g. (lo que se propone en estas dietas para asegurar la cetosis en las fases iniciales del tratamiento), el riesgo de perdida de masa muscular es muy alto.
Las dietas hiperproteinadas en sus fases iniciales mas estrictas en las que se limitan al máximo los carbohidratos, provocan una situación de estrés que hace producir más cuerpos cetónicos de los que pueden consumir los propios tejidos y esto provoca una importante pérdida de peso, en gran parte del rápido consumo de las reservas de carbohidratos y de agua.
En esta etapa se pierden porque bajan al mínimo los depósitos de glucógeno del hígado (pérdida max. 100g.) y de los músculos (max. 300g.) y también se pierden los 3 g. de agua que se retienen por cada g. del glucógeno perdido. Si también perdemos proteínas musculares, por cada gramo de proteína perderemos otros 3 de su agua de hidratación, lo que produce una rápida pérdida de peso, que puede llegar a ser de hasta 6 y 10 kg. en el primer mes en los varones.
La perdida de masa muscular es uno de los grandes peligros que debe evitarse con ayuda del especialista, pues el músculo es necesario para nuestra vitalidad y para mantener el peso después de la dieta. La masa muscular perdida es muy difícil de recuperar, necesitándose ejercicios de musculación durante mucho tiempo.
Otra razón para no seguir una dieta proteinada sin control médico la encontramos en la necesidad de mantener unos niveles mínimos de carbohidratos, ácidos grasos esenciales y micronutrientes. No es conveniente reducir los carbohidratos a menos de 50-75 al día, mientras algunas de estas dietas proponen ingerir no más de 10g. /día), ni menos de 6 a 8g. diarios de ácidos grasos esenciales (omega3 y omega6). Además como estas dietas aportan menos de 1.000 Kcal al/día, siempre deberán complementarse con compuestos polivitamínicos y minerales, ya que además de ingerir pocos micronutrientes en la dieta, de algunos de ellos se pierden cantidades importantes por la orina durante la cetosis.
El Dr. Cabo Soler afirmó que lo más eficaz y saludable, en caso de necesidad, es seguir una dieta hipocalórica clásica equilibrada, y subrayó la excepcionalidad del tratamiento cetósico. Destacó, además que con las dietas cetósicas no se pierde más grasa que con las dietas tradicionales que aporten las mismas calorías (hipocalóricas)2; de hecho, se pierde más peso en un primer momento, pero prácticamente la misma grasa, ya que se produce una gran pérdida en agua (y si se realiza sin supervisión medica, también de proteínas musculares), peso que se recupera en gran parte al relajar la dieta.
El Dr. Cabo Soler terminó su conferencia destacando el peligro de seguir las dietas de moda y en especial las cetogénicas, como lo fue la de Atkins en el pasado (que proponía ingerir menos azúcares de los mínimos necesarios, más grasas y proteínas de las convenientes y pocos minerales y vitaminas) o actualmente la de Dukan, que propone en sus fases iniciales y en otros momentos y sin supervisión médica un aporte proteínas animales en gran cantidad y un aporte pobre en vegetales, lo que puede derivar en graves riesgos para la salud como acidosis metabólica, osteoporosis y diabetes o sobrecargas hepática y renal, entre otros riesgos.
[1] Una cantidad suficiente de proteina se estima en 0,6g. por kg. y día en las mujeres y 0.8g. en los hombres.
[2] YANG y VanITALIE, J. Clin. Invest. 1976