Sin lugar a dudas, el buen criterio y la escrupulosa seriedad que la Fundación Príncipe de Asturias evidencia años tras año desde 1980 -cuando fuera constituida en la ciudad de Oviedo con el objetivo de fomentar los lazos entre el Principado y su Príncipe- tanto en la elección de los galardonados como de los diferentes jurados, han convertido a los Premios Príncipe de Asturias en el galardón más codiciado por las personalidades más destacadas y reputadas del mundo en las más loables disciplinas. También Su Alteza Real ha contribuido firmemente al prestigio internacional de estas menciones de honor.
Felipe de Borbón no ha decepcionado a su Principado desde aquel mes de septiembre de 1980, cuando, aún siendo un niño, aceptó el reto de liderar este proyecto que se ha convertido en uno de sus objetivos de vida. Siempre ha sido su madre, la Reina Sofía, la encargada de acompañarlo en cada certamen, y, aunque sigue haciéndolo, es a su esposa, Letizia Ortiz, a quién se le ha otorgado un sillón junto al Príncipe que la reina nunca ocupó; ya que siempre ha presenciado la entrega de premios desde el Palco Real del Teatro Campoamor.
Es obvio que la importancia de las jornadas de celebración de los Premios que concede la Fundación Príncipe de Asturias es -para sus altezas reales, Felipe y Letizia- absoluta. Diríamos que su visita a Oviedo en octubre es de extrema prioridad en sus agendas anuales; y así lo hacen notar. El discurso de Felipe de Borbón es, salvaguardando las ocasiones excepcionales que se pueden producir a lo largo el año, el más esperado; y no es extraño ver a doña Letizia cargando con un abultado portafolios dispuesta a abordar las reuniones de trabajo que sean necesarias. Los Príncipes supervisan absolutamente todo lo referente a las actividades de la Fundación e incluso el “look” de doña Letizia -que siempre elige este evento para presentar su imagen más sofisticada- es muy diferente al que luce en otras presencias públicas.
Certamen tras certamen, después de su matrimonio con Felipe, Letizia ha ido puliendo su presencia en Oviedo convirtiéndola en un valor añadido de imagen a la ceremonia. Joyas reales, sofisticados peinados y maquillaje o vestidos de fiesta de corte estudiado y diferente que no son sino el lenguaje que ella utiliza para llenar el acto de solemnidad y hacer ver a todo el mundo la trascendencia que para los Príncipes de Asturias tiene. Un “look” que todos los años contrasta sobremanera con el elegido para visitar el “pueblo ejemplar”, nominación que cada año recibe un pueblo diferente de Asturias a dónde la Princesa llega siempre con atuendo informal adaptado a los modos rurales.
El director de orquesta, Riccardo Muti, Premio de las Artes; los neurobiólogos Joseph Altman, Arturo álvarez-Buylla y Giacomo Rizzolatti, Premio de Investigación Científica y Técnica; el excepcional Leonard Cohen, que ha recibido el Premio de las Letras; el gran atleta Haile Gebrselassie, Premio de los Deportes; los llamados “Héroes de Fukushima”Premio Príncipe de Asturias de la Concordia; Howard Gardner, Premio de Ciencias Sociales; The Royal Society, Premio de Comunicación y Humanidades y Bill Drayton, galardonado con el Premio de Cooperación Internacional; son los héroes 2011 de un certamen en el que el Príncipe Felipe ha vuelto a poner el dedo en la llaga de la educación como premisa fundamental para conseguir garantías de futuro.
Y para eso se ha apoyado -en esta ocasión- en Howard Gardner, autor de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, con el objetivo de lograr un sistema educativo enfocado a conseguir “que las personas quieran hacer lo que deban hacer”, es decir, un trabajo de alta calidad que va dirigido a mejorar la vida de los demás. “Un trabajo excelente, comprometido y ético”.
Evidentemente, fuera de los foros más ilustrados las sabias recomendaciones del Príncipe son una quimera; un sueño cada vez más diluido en una cruda realidad española en la que la educación nunca, y mucho menos ahora, ha sido una prioridad.
La lucha contra los males y la ignorancia de nuestra época -tal y como hizo Jovellanos en la suya- parece ser uno de los retos del Príncipe de Asturias, quien siempre que tiene oportunidad, se refiere a la formación de nuestros jóvenes y el fomento de la emprendeduría como única fórmula de progreso para España.
Sin embargo, quizás el subconsciente ha traicionado un tanto al Príncipe. En su afán por recordar el bicentenario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos y alabar su obra reformista, quizás se acercó demasiado a su pensamiento, que, al fin y al cabo, tiene como exponente al más puro Despotismo Ilustrado.
Gema Castellano
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