El Informe Brundland, redactado después de que los científicos de todo el mundo aceptaran el hecho de que sus acciones producen un gran impacto en la naturaleza, intenta definir las pautas para conseguir satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades. Pero lo cierto, es que la reconciliación entre el progreso y la naturaleza parece imposible; y para ser más exactos, lo que sí resulta, en verdad, irreconciliable, es la economía y la naturaleza.
Lo cierto es que es imprescindible una conversación ecológica real, que identifique cuales son los límites ecológicos del crecimiento económico. Porque a pesar de que, intelectualmente -en la Universidad- la economía sostenible ya está implantada de una manera teórica, el discurso económico va más destinado hacia un encubrimiento de los auténticos problemas ecológicos. Parece que no interesan las soluciones y, sin embargo, la sostenibilidad es uno de los aspectos más valorados por los inversores internacionales al elegir apostar por el tejido productivo de un país u otro.
Llegados a este punto ¿deberían ser los gobiernos los encargados de velar por la sostenibilidad de un país con el objetivo de atraer inversiones interesantes a largo plazo?. Sólo hay un grave inconveniente: la reconversión de todo lo que nos proporciona calidad de vida en objetos, estrategias, sistemas, energía, materiales, medios de locomoción, etc. sostenibles; requiere de una ardua planificación también sostenible liderada por la inversión y el ‘control’ , con el objetivo de conseguir la sostenibilidad económica.
Una discusión interesante, ésta del cambio del modelo económico actual por una economía basada en la sostenibilidad, si no fuera porque la crisis de 2007 se ha encargado de devolvernos al principio del todo; a mucho antes de que el Protocolo de Kyoto comprometiera a todos los países firmantes a controlar las emisiones contaminantes. La Eurozona, que ha liderado hasta ahora las políticas climáticas, ha cuestionado ya la eficiencia de Kyoto alegando que el resto de los países implicados no cumplen con el protocolo.
Según el Informe Durban Dynamics: navigating for progress on climate change, elaborado por Ernst & Young en el año 2011, la crisis económica ha impactado brutalmente sobre la lucha contra el cambio climático y los gobiernos han reducido drásticamente sus presupuestos destinados a la sostenibilidad. La consultora se atreve a pronosticar que si la crisis de la deuda empeora en la Eurozona -tal y como está ocurriendo- en el año 2015 los presupuestos en sostenibilidad pueden verse reducidos en 34.000 millones de euros. Las empresas, por su parte -casi en su totalidad- consideran necesario un pacto multilateral para seguir potenciando el apoyo a la lucha contra el cambio climático, pero sólo un 18% de ellas cree que sea posible.
España ha pasado de invertir el 0’7% del PIB en energías sostenibles (PIB2011: 1.051.342MM€; unos 7.500MM€) a reducir su presupuesto hasta los 4.000 millones de euros; y Alemania los acortará en 8.340 millones de dólares para 2015. La situación es dramática y de extrema preocupación. Tanto, que incluso el XXVI Congreso General de la Unión de Abogados Europeos, celebrado en Barcelona el pasado mes de junio, ha debatido las problemáticas de la energía renovable en Europa.
El próximo mes de octubre, los días 19 y 20, se celebra, también en Barcelona, “Future Economy”, el I Foro sobre Medio Ambiente, Empresa y Economía, cuyo objetivo principal será poner en el foco del interés general el argumento de que, a pesar de la extrema coyuntura mundial, la restitución de los daños en el Medio Ambiente debe ocupar un lugar preferente en las políticas económicas de las empresas y las administraciones. La sostenibilidad y las energías alternativas pueden y deben ser los pilares de los nuevos modelos económicos, reactivando el crecimiento y la creación de empleo.
Se impone una nueva actitud; un cambio de estrategia económica para el siglo XXI, denominada por Al Gore “Pensando en Verde”. El Premio Nobel, que tendrá una presencia determinante en el Foro, explicará a los empresarios participantes los fundamentos del por qué deben actuar con miras más amplias a la hora de planificar sus políticas económicas. El 45 Vicepresidente de los Estados Unidos compartirá debate con empresarios, políticos, expertos medioambientales, estudiosos, periodistas, profesores universitarios y representantes de otros sectores como la banca, la industria automovilística o el desarrollo turístico; con el objetivo de que, entre todos, se genere una corriente de «pensamiento en Verde”, capaz de provocar el cambio a pesar de las crisis.
Durante dos días se generará una actividad frenética de intercambio de ideas y creatividad. Se debatirá sobre el Desarrollo Sostenible, la importancia de la educación y la comunicación para una nueva economía, el desarrollo sostenible en Estados Unidos, la situación económica actual y su impacto sobre el Medio Ambiente, las energías renovables, la energía nuclear -ampliamente cuestionada desde la catástrofe de la central de Fukushima-, y, como no, de la gestión de la ilusión en tiempos de incertidumbre; porque sin ilusión nada es posible.
Las Pymes y su capacidad para alcanzar la rentabilidad a través de la sostenibilidad, será un tema primordial en el debate y Al Gore cerrará el turno de ponencias el sábado día 20 de octubre, con su intervención titulada “Pensamiento en verde – estrategia económica para el s.XXI”.
El Foro se clausurará a lo largo de una cena de gala presidida por Al Gore, a la que asistirán todos los ponentes y representantes de las empresas participantes en el I Foro sobre Medio Ambiente Empresas y Economía.
Sin duda, Future Economy 2012 va a convertirse en el acontecimiento económico del año, en el único punto de encuentro referencial multidisciplinar y multisectorial donde se analizarán estrategias económicas de eficacia, desde que se declaró la crisis en 2007. Grandes y pequeñas empresas, asesoradas por expertos de reputado prestigio encabezados por Al Gore, tendrán la oportunidad de poner en valor la sostenibilidad como motor económico y quizás, ojalá, surjan estrategias comunes que generen un pensamiento “en verde”.
Gema Castellano
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