Después de algunas temporadas, los “Victorios” -como se les llama en el mundillo fashion- han recuperado tímidamente el carácter “flamenco” de unas colecciones, que ponían “en pié” al respetable en los desfiles de antaño. Los volantes y las líneas sirena reaparecen reivindicándose como señas de identidad de la firma, aunque todavía prevalece el estilo imperial como predominante, con tejidos vaporosos, ligeros e ilustres, que incluso desdibujan, a veces, la figura, haciéndola casi desaparecer.
Bellísmos los vestidos de Victorio y Lucchino, que -sin embargo- se crecen por la espalda. Y es que sus creaciones están pensadas para lucirse por detrás; para ser admiradas mientra la novia avanza lentamente hacia el altar, tornándose su figura más bella a medida que se aleja. La simplicidad de la cara de los vestidos de la firma se torna todo complicación por la cruz. Excepcionales colas de quita y pon, lazadas, escotes muy trabajados, drapeados… todos los detalles de “couture” se unen en la espalda para ofrecer una imagen desde el altar de auténtica “ninfa”.
Digna de mención es también la colección de máxima etiqueta para hombre, con el chaqué gris como único protagonista y chalecos contrastados en diferentes tonos de gris y, como innovación, el color crema. Los sevillanos son capaces de cortar esta difícil prenda como pocos, otorgando a sus patrones un estilo inusual. Cierto es que nadie ha conseguido superar en elegancia, con su chaqué en gris moncolor al Príncipe de Gales; pero con esta colección, se puede intentar.
Gema Castellano
@GemaCastellano
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