Como cada año poco antes de la Navidad, Roser Marcé ha reunido a sus clientas y amigos para mostrarles una ‘colección cápsula’, que no es más que una muestra de su gran creatividad y mejor hacer con los patrones.
Sin más pretensiones que la del placer del reencuentro y apoyada en la pasarela por unas modelos de excepción, jóvenes adictas a sus patrones, la diseñadora ha querido homenajear en esta ocasión al Mercat Princesa, maravilloso y ecléctico espacio gastronómico y de moda, donde Marcé ha instalado desde hace unos meses su atelier, cumpliendo su sueño de reivindicación de la personalidad transgresora e irreverente del Borne.
Pero no fue solo el Mercat Princesa el motivo de homenaje por parte de Roser Marcé. La diseñadora que más innovó en Barcelona hace treinta años, se permitió el lujo de elevar hasta el estatus de ‘tejido noble’ a la ‘glasilla’ -llamada ‘toile’ en los ateliers franceses- con el objetivo, quizás, de reivindicar el patronaje y el corte bien hecho, mediante una tela que da forma al prototipo de lo que posteriormente será una gran creación, en una sociedad donde la mayoría de los consumidores ignoran su existencia.
Ella puede permitírselo. Irreverente como es, al estilo del Born, su crítica al insostenible sistema productivo de la moda actual fue tan elegante como impecable su carrera de diseñadora; y, por supuesto, la llevó a cabo a través de su trabajo. El desfile de vestidos de novia, realizados todos en ‘glasilla‘, dejaba intuir, además de reivindicar, unos diseños de ‘ensueño’; dejando al espectador la tarea de, a través de su propia creatividad, imaginarlos en seda natural, en chantilly, en organza o en raso; engalanados con pedrería o ribeteados de encajes. Un ejercicio creativo inusual en el que, seguro, todos los asistentes participaron.
Una vez más, Roser Marcé innova, porque en lo que respecta a la ‘costura’, ya no tiene que demostrar.
Gema Castellano
@GemaCastellano
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