En su artículo “Crecimiento socioeconómico y crisis ecosocial: estado de la cuestión”, José Anastasio Urra Urbieta presenta un diagnóstico profundo y documentado sobre las consecuencias de un paradigma económico basado en el crecimiento infinito, evidenciando su incompatibilidad con la sostenibilidad ecológica. A través de una revisión crítica de estudios científicos clave, el autor desvela la magnitud de los costes ambientales, energéticos y climáticos asociados a este modelo, y propone un replanteamiento radical del sistema socioeconómico global como la única vía viable para garantizar el futuro de la humanidad.
La ilusión del crecimiento económico ilimitado
Desde la Revolución Industrial, el crecimiento económico ha sido considerado sinónimo de progreso y desarrollo, convirtiéndose en un dogma incuestionable.
Sin embargo, este crecimiento exponencial ha sido posible gracias a un consumo desmedido de recursos naturales finitos y al incremento constante del uso de energía exosomática (la utilización de otra clase de energía diferente a la que utilizan las plantas en el proceso fotosintético, es la energía que mueve los motores, además de los materiales que se utilizan en la elaboración de todo tipo de artefactos).
Según datos del Banco Mundial (2019), el Producto Interior Bruto (PIB) mundial ha alcanzado cifras récord, superando los 87,7 billones de dólares a precios constantes, pero a costa de una crisis ecosocial sin precedentes.
Según la organización Global Footprint Network (2022), actualmente necesitaríamos 1,75 planetas para satisfacer la demanda global de recursos naturales.
La huella ecológica global ha rebasado los límites del planeta desde 1980. Según la organización Global Footprint Network (2022), actualmente necesitaríamos 1,75 planetas para satisfacer la demanda global de recursos naturales. Esta sobreexplotación ha llevado a la degradación acelerada de los ecosistemas, el agotamiento de recursos críticos y la intensificación del cambio climático.
Dependencia energética y agotamiento de los recursos
El profesor Urra Urbieta subraya el papel de los combustibles fósiles como pilar central del sistema socioeconómico. A pesar de la creciente inversión en energías renovables, los hidrocarburos siguen representando más del 80% de la matriz energética mundial (IEA, 2020). Esta dependencia no solo es insostenible, sino que alcanza ya sus límites físicos.
- La producción mundial de petróleo convencional alcanzó su pico en 2006, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, 2010), y desde entonces ha disminuido entre un 3% y un 6% anual.
- La producción de todos los líquidos asimilados al petróleo alcanzó su máximo en 2018 (EIA, 2021). La explotación de recursos no convencionales, como el fracking y las arenas bituminosas, ha mostrado rendimientos decrecientes y enormes impactos ambientales.
- El desarrollo de las energías renovables sigue enfrentando límites significativos. La tasa de retorno energético (TRE) de la energía fotovoltaica, por ejemplo, es de apenas 2,4, muy por debajo de los 10-14 necesarios para sostener una sociedad industrial compleja (Prieto y Hall, 2013).
- Además, la transición energética depende de materiales críticos como el litio, cobalto y tierras raras, cuya demanda se multiplicará por 20-40 veces para 2040 (IEA, 2021a), un escenario difícil de alcanzar dada la escasez de estos minerales.
Destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad
La expansión económica ha implicado la sobreexplotación de los ecosistemas, causando un impacto devastador en la biodiversidad. Según el informe Living Planet Report de WWF (2022):
- Las poblaciones de especies vertebradas han disminuido un 69% desde 1970.
- Más de 1 millón de especies están actualmente en riesgo de extinción, según la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, 2019).
- El 30% de las especies marinas han colapsado debido a la sobrepesca, con una pérdida del 90% de las grandes especies comerciales desde 1950 (Worm et al., 2006).
Además, la deforestación continúa a un ritmo alarmante: entre 2000 y 2020, se perdieron 11,2 millones de hectáreas anuales de bosques vírgenes (FAO, 2020), lo que agrava aún más la crisis climática al eliminar sumideros de CO₂.
El cambio climático como síntoma del sistema
El cambio climático, causado por la quema de combustibles fósiles y la deforestación, es quizás el coste más visible del crecimiento económico ilimitado. La concentración de CO₂ atmosférico ha aumentado de 280 ppm en 1880 a 424 ppm en 2023 (Observatorio de Mauna Loa), lo que ha generado un calentamiento global de 1,2°C desde el periodo preindustrial.
Según el IPCC (2023), las consecuencias de este calentamiento ya son evidentes:
- Aumento del nivel del mar: El nivel medio global ha subido 20 cm desde 1900, y podría incrementarse hasta 1 metro para 2100.
- Eventos extremos: La frecuencia e intensidad de olas de calor, inundaciones y huracanes han aumentado exponencialmente. Los costes económicos asociados a desastres climáticos ascienden a 143.000 millones de dólares anuales (Newman y Noy, 2023).
- Impacto en la seguridad alimentaria: El cambio climático afecta gravemente la producción agrícola, con pérdidas significativas en rendimientos de arroz, maíz y trigo en las próximas décadas (IPCC, 2014).
Los límites del desacoplamiento y la tecnología
Tasio Urra Urbieta cuestiona el optimismo en torno al desacoplamiento material y la confianza en la tecnología como solución. Aunque la eficiencia energética ha mejorado, no ha logrado compensar el crecimiento global del consumo:
- Las economías desarrolladas han reducido sus emisiones a nivel local, pero a costa de deslocalizar su producción a países en desarrollo. Cuando se contabilizan las emisiones incorporadas en las importaciones, el impacto global sigue aumentando (Haberl et al., 2020).
- Los avances tecnológicos enfrentan límites físicos y termodinámicos. La extracción y reciclaje de materiales críticos no es suficiente para sostener el despliegue de energías renovables y vehículos eléctricos a nivel global (Michaux, 2021).
La necesidad de un cambio de paradigma
El artículo concluye que la única vía para enfrentar la crisis ecosocial es un replanteamiento profundo del modelo socioeconómico dominante. El crecimiento exponencial no solo es físicamente imposible en un planeta finito, sino que está llevando a la humanidad hacia un colapso ecológico y socioeconómico (Turner, 2014; Tainter, 1988).
Urra Urbieta subraya la necesidad de adoptar un modelo de estabilización y decrecimiento controlado que priorice la justicia social, la equidad y el respeto a los límites planetarios. Tal cambio exige políticas radicales que aborden las causas estructurales de la crisis, en lugar de centrarse únicamente en mitigar sus efectos.
En definitiva, el artículo ofrece una visión crítica y fundamentada que obliga a repensar el progreso y el desarrollo en un mundo donde la sostenibilidad ecológica debe prevalecer sobre la lógica del crecimiento económico sin fin.
Referencia: https://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/2600/4139
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2024). ChatGPT (versión GPT-4). OpenAI).
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