Tribalismo y lealtades ciegas en la política actual
La política contemporánea se caracteriza por un tribalismo y fanatismo que evocan las lealtades feudales. Donde antes se rendía fidelidad a un escudo heráldico, hoy se hace a unas siglas partidistas. Los estandartes en los campos de batalla han sido sustituidos por hashtags en las redes sociales, y los partidos políticos han tomado el lugar de los linajes nobles. Las alianzas entre facciones se forjan con el mismo oportunismo que las bodas dinásticas de antaño, careciendo de principios sólidos y estrategias a largo plazo. Todo se reduce a tácticas cortoplacistas en busca de votos, encuestas favorables y titulares rentables.
Liderazgo y manipulación de masas
Al igual que en la Edad Media, quienes lideran este juego político suelen ser individuos hábiles en manipular a las masas. Antes eran nobles; ahora son líderes que se encumbran gracias a la ceguera voluntaria de los incautos, la avaricia de los interesados y la apatía de quienes no saben ni quieren saber. La ignorancia, que antaño era una imposición estructural, hoy es una elección consciente. En un mundo donde todo el conocimiento humano está a un clic de distancia, el desconocimiento ya no es un castigo, sino una declaración de intenciones.
El feudalismo democrático y la polarización
Este «feudalismo democrático» es imperdonable en una era donde la información está más accesible que nunca. Nos refugiamos en dogmas, banderas y lemas vacíos, cuando podríamos ser ciudadanos libres y críticos. Aunque tenemos todo el saber universal al alcance de un clic, optamos por la ignorancia. Quizás el verdadero progreso no radique en la tecnología, sino en nuestra capacidad para usarla y cuestionar lo que antes era incuestionable, fomentando el pensamiento crítico.
Mientras sigamos actuando como peones en esta guerra tribal de alianzas y traiciones, continuaremos siendo los mismos vasallos de siempre, gobernados por las mismas lógicas de poder que creíamos haber dejado atrás con la caída de los feudos. La política medieval no ha muerto; solo se ha modernizado el feudalismo, ahora apuntalado por la democracia y el sufragio universal. Creemos ser libres, pero seguimos siendo vasallos en nuestros propios feudos. No debemos engañarnos pensando que los actores políticos son enemigos mortales; en realidad, se necesitan para que la función continúe. Su lema es «divide y vencerás», y su estrategia, la polarización.
Cada vez es más común escuchar que no es justo que todos los votos tengan el mismo valor, lo que refleja una creciente insatisfacción con el sistema democrático actual y una peligrosa tendencia hacia la deslegitimación de la igualdad política.
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