En el actual entorno dominado por lo visual y las redes sociales, la comida ha adquirido un nuevo significado cultural. Ya no se trata únicamente de una necesidad biológica o un acto de placer, sino de una expresión de identidad. Este fenómeno, conocido como foodcore, representa un giro sociocultural en el que lo que comemos comunica tanto como lo que vestimos. Así lo analiza Kelly Cuesta, docente especializada en marketing y comunicación, quien subraya que “Foodcore no es solo una moda, es una expresión de identidad visual y de clase en la era digital”.
La cultura alimentaria contemporánea se ha visto profundamente influida por plataformas como Instagram y TikTok, donde la estética ha desplazado al contenido nutricional. En este contexto, productos como el matcha latte, la tostada de aguacate o los smoothie bowls se han transformado en íconos aspiracionales que operan de forma similar a una prenda de lujo o un accesorio de alta gama. Según Cuesta, “lo saludable y lo bonito se ha convertido en un privilegio y eso genera nuevas formas de desigualdad social”.

Photo by Charlotte May on Pexels
En la lógica del algoritmo, el valor de un plato ya no reside en su sabor o su origen, sino en su potencial para generar engagement. La viralidad se convierte así en el principal criterio para definir qué significa “comer bien”. El resultado es una nueva forma de exclusión simbólica y material. “La alimentación se ha convertido en una expresión de clase. Lo que vemos en redes muchas veces requiere tiempo, dinero o un estilo de vida que no es accesible para la mayoría”, señala la experta. Este fenómeno refuerza una “gentrificación estética” de la comida, donde lo saludable y lo visualmente atractivo son bienes de lujo más que opciones democráticas.
Uno de los aspectos más preocupantes de esta transformación es la apropiación de platos populares o migrantes que son reelaborados para encajar en los cánones visuales del consumo digital, muchas veces sin reconocer sus raíces ni mantener su accesibilidad. “La gentrificación ya no solo expulsa personas de barrios, también expulsa culturas de sus propias cocinas”, advierte Cuesta, denunciando la invisibilización de saberes culinarios que no encajan en el lenguaje estético dominante.
La presión visual ha llegado también a los espacios de restauración. Los restaurantes adaptan su decoración, menús e incluso la disposición de los platos para maximizar su impacto en redes sociales: iluminación natural, vajilla artesanal, estética monocromática y mensajes en neón son ahora elementos imprescindibles del feed gastronómico. Cuesta matiza que este cambio no es negativo en sí mismo, pero que “la clave está en no perder de vista la experiencia humana y el valor real del producto más allá de la foto”.

Photo by Los Muertos Crew on Pexels
Otro cambio significativo es la redefinición del lujo alimentario. Lejos de asociarse únicamente a ingredientes costosos, ahora se vincula a valores como la trazabilidad, la sostenibilidad o la autenticidad. En palabras de Cuesta, “el lujo alimentario ha evolucionado del exceso a la experiencia. Hoy, una granja regenerativa o un plato sencillo con historia pueden representar más lujo para la generación Z que una trufa blanca”. Datos de Deloitte confirman esta tendencia: cerca del 50% de los jóvenes prefieren el lujo emocional y accesible frente al lujo clásico basado en la exclusividad y el precio.
La relación de los jóvenes con la comida y las redes sociales genera preocupación entre los expertos. Cuesta alerta sobre los riesgos de interiorizar una estética del bienestar que no siempre es saludable. “Comer bien ha pasado de significar alimentarse de forma equilibrada a representar una especie de estatus visual condicionado por filtros, algoritmos y validación social”, lo cual puede desencadenar problemas emocionales, ansiedad o incluso trastornos alimentarios.
Frente a esta realidad, la profesora de la Universidad Europea aboga por una comunicación más ética y responsable. “No se trata solo de viralizar lo bonito, sino de visibilizar lo justo. Esta conversación no es solo sobre comida: es sobre clase, cultura, representación y acceso”. Para Cuesta, el verdadero reto radica en garantizar que una alimentación ética, sostenible y accesible no sea una tendencia elitista, sino un derecho universal.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 16 agosto). OpenAI)