Sin sentido crítico alguno, todos los canales, pontificaron en torno a la «histórica» visita y hasta gavillas gobiernistas, como en las peores épocas del fujimorismo, invadieron la Plaza Mayor para vivar al de Texas.
Acabo de descubrir que Estados Unidos es la «democracia más sólida del mundo». En efecto, esa democracia es la que ha convertido a todos los inmigrantes en sospechosos. Ese sistema está acabando con las tradicionales libertades a que tenían derecho los ciudadanos porque en nombre del «interés nacional» cualquier hijo de vecina da con sus huesos en la cárcel sin que le amparen derechos. Esa «democracia» ha bombardeado Afganistán y asesinado gente inocente sin tener pruebas fehacientes que los pandilleros de Osama Bin Laden estén en ese país lejano.
Gracias a la vergonzosa televisión peruana hemos comprobado cómo nuestros ministros de Estado se disputaban los puestos para estrechar la mano a Bush. Es probable que el protocolo así lo demande, pero no es menos cierto que nuestras costumbres son cipayas, sumisas, profundamente asqueantes. La cortesanía es una tara nacional y no se libran de ella los políticos, los no políticos, los aventureros y los pobres diablos que diz que dirigen la inexistente política exterior del Perú.
A nadie escapa que la llegada de Bush obedece a un plan de parte, ambicioso y lógico desde el punto de vista norteamericano. Para ellos deviene fundamental asegurar recursos naturales porque jamás van a tocar sus reservas estratégicas. Es importante que el circulante en millones de millones, sin mayor registro y que auxilia a megaempresas carentes del mismo no sea estorbado ni su circuito colapsado, por eso detrás de las millonarias inversiones en Colombia (más de 1,200 millones de dólares) se esconde el negocio de armas y el establecimiento de bases militares como Mantas (Ecuador). El problema se lo gana Perú porque ¿hacia dónde van a migrar los cientos de miles que van a estar entre los fuegos de los milicos y de la guerrilla? Para Estados Unidos, poder único tras los infartos letales de la Unión Soviética y sus satélites, es conveniente mantener el patio trasero latinoamericano muy dentro de lo que ellos piensan, condenan y alaban.
Ninguno de nuestros partidos ha tenido una voz crítica. Por el contrario, se han inscrito en el historicismo de la época. Sólo que para ello han debido bajar la cerviz y barnizar la visita con epítetos elogiosos. Hasta Alan García se apresuró a desautorizar a sus afiliados a que realizaran marchas o protestas. El tiempo estupidiza a los supuestos hombres de Estado y los convierte en marionetas de apetitos miopes, epidérmicos, inmediatos, mediocres. La ambición fundamental de los políticos peruanos es sentar sus posaderas en los sillones de Palacio, importa poco para qué, lo único que obsta es hacerlo aunque en ello nos vaya el honor, la dignidad, la vergüenza. Virtudes inexistentes en la fauna nacional, profundamente corrupta e inmoral.
¿Por causa de qué esos profesores de periodismo del Canal 5, donde trabaja la virgen símbolo de esa televisora, Mónica Delta, no difundieron también lo que son abusos evidentes del gigante norteamericano? ¿Cómo es posible que Canal N, invite a Jorge Valdez, el inefable embajador fujimorista, exsecretario general de Torre Tagle y ahora funcionario de la Comunidad Andina de Naciones? Así no llama la atención que propaguen los exabruptos de bandido Fujimori o que destaquen lo que las escupibles eructan de cuando en vez.
Acrítica, infeliz, abúlica, la vergonzosa televisión peruana ha perdido la oportunidad valiosa de reivindicar su alicaída imagen y profunda culpa estupidizadora de masas que ha sido su sino identificatorio desde hace más de 10 años. Ningún canal se salva, todos están cortados por la misma tijera. El interés de los propietarios, sus negocios o conchabos, prima por encima de todas las cosas. La opinión por mínima que fuese de sus «periodistas» es cualquier cosa menos atendible. Hemos llegado al fondo abisal del asco hecho menú diario y el pobrediablismo trocó en espantajos que se llaman a sí mismos «periodistas». ¡No llegan siquiera a gacetilleros o mejor dicho ni a turroneros!
Lo que el público ha visto es lo que la televisión convenientemente difundió. Los entretelones quedarán como eso, secretos de Estado y cuitas de mandatarios a quienes conviene no hablar gran cosa, salvo las naderías, choque de copas, abrazos, besos y fotos que tanto gustan a las masas. A veces las masas, en tiempos en que la televisión gobierna e impone, también se equivocan.
El papelón de la vergonzosa televisión peruana revela que los cadáveres han entrado a su putrefacción más aguda y pestilente.
Herbert Mujica