El rechazo que aún rodea a esta enfermedad, la inaccesibilidad de las zonas donde habitan los afectados y la falta de formación específica del personal médico imposibilitan que el tratamiento de cura llegue a todos los afectados.
Desde tiempos inmemoriales, la sociedad ha marginado a los enfermos de lepra como si se tratara de personas malditas. Hoy en día, aún no se ha podido superar del todo ese estigma en diferentes regiones. Según José Luis Gamarra, presidente de ANESVAD, “quienes rodean a los enfermos de lepra no tienen nada que temer. En todo caso, serían los afectados por esta enfermedad los que podrían recelar, porque la situación que viven es fruto de que no reciben la ayuda suficiente. Y aún así, reciben con los brazos abiertos a aquellos que se les acercan”.
Tan sólo uno de cada tres enfermos tiene acceso al tratamiento de poliquimioterapia que logra negativizar la enfermedad. Esta combinación de tres medicamentos (un antimicobacteriano, un bacteriostático y un anti-inflamatorio) se administra entre seis meses y un año. El proceso debe ir acompañado de una sobrealimentación o aportes vitamínicos que permitan al paciente soportar los efectos de esos fuertes fármacos. El tratamiento logra la curación del 90% de los enfermos a los que se les aplica. Igual de importante resulta la detección precoz, que posibilita la cura sin que queden secuelas físicas.
En los últimos quince años, han sido curados doce millones de casos, pero la lepra continúa vigente en las zonas más pobres del planeta. En ese sentido, la ministra de Sanidad y Consumo, doña Ana Pastor, que ha mostrado su apoyo a la celebración del Día Mundial de la Lepra, reconoce la “gran labor que está llevando a cabo la Organización Mundial de la Salud, en colaboración con los gobiernos y ONG’s como ANESVAD. De los ciento veintidós países en los que la enfermedad era endémica se ha conseguido pasar a catorce; aún así, queda mucho por hacer hasta conseguir que la lepra sea una enfermedad del pasado”.
Una de las grandes pretensiones para eliminar la lepra –propósito que la OMS ha marcado para 2005– es la integración de la enfermedad en los sistemas nacionales de salud de los países afectados, y tratarla como una afección más. Pero la limitada cobertura médica y la escasez de personal sanitario con conocimientos sobre la lepra son los escollos a salvar.