Un bochornoso espectáculo de gritos, puñetazos, consignas, palabrotas y lienzos desplegados, un verdadero circo desordenado, grotesco, con actores de cuello y corbata enmarcó el último discurso del Presidente Frei ante el Congreso Nacional de Chile. Las escenas ya deben haber dado la vuelta al Mundo en las imágenes de TV. El hecho fue reconocido por el mismo mandatario en su discurso, lamentando que esos actos estuvieran mostrando la tragicómica imágen del país difundida por todas las cadenas noticiosas del globo. Frei no tuvo momentos de respiro a lo largo de todo su discurso, interrumpido a cada momento por gritos, pifias y consignas.
Este dramático escenario venía gestándose desde días antes. Los parlamentarios de derechas y designados (institucionales) habían manifestado al gobierno que no deseaban la presencia de los embajadores de Inglaterra y España en el recinto del Congreso. Al momento de iniciarse la solemne sesión, la interrumpieron con gestos y gritos de repudio. Hubo intercambio de improperios y pugilatos entre defensores y contrarios a Pinochet. Un grupo de parlamentarios de derechas estiraron un lienzo con leyendas alusivas a su protesta. Luego que el lienzo fue retirado entre empujones y palabrotas, dos representantes de derechas se acercaron a los embajadores de Inglaterra y España, presentes en el lugar, para recitarles un discurso de repudio a su presencia. Los embajadores escucharon en silencio y estoicamente. Luego se acercaron parlamentarios oficialistas para pedirles disculpas y agradecer su presencia.
Los ánimos fueron caldeándose progresivamente, degenerando en un completo desórden. Los representantes de derechas que, en un comienzo habían manifestado quedarse, argumentando que ellos eran los «dueños de casa» y que los embajadores repudiados deberían abandonar el recinto, cambiaron de opinión y se retiraron en masa del salón. Este retiro devolvió la calma por un tiempo suficiente como para que Frei pudiera iniciar la lectura de su discurso. Pero, casi de inmediato, comenzaron los gritos y protestas desde las tribunas interiores del salón destinadas al público. Hecho curioso, si se piensa que los asistentes habían sido invitados especialmente y seleccionados ex profeso para prevenir desórdenes. Las interrupciones al discurso fueron tan constantes que, el presidente del Senado y pre candidato presidencial,Andrés Zaldívar, intervino para solicitar el desalojo dela sala. A nuestro juicio, su intervención para restablecer la calma fue poco afortunada y, probablemente, fruto de la tensión. Zaldívar comenzó a vociferar, solicitando la intervención policial con gritos destemplados y desmesurados. Fue dando órdenes perentorias de detención a la policía contra los manifestantes. Pero nadie parecía hacerle caso. Es muy posible que las imágenes de su rostro descompuesto por la ira y sus gritos, captados por los medios audiovisuales presentes, constituyan una lápida a sus pretensiones presidenciales ya que, dentro de una semana ocurrirán las elecciones primarias que determinarán al candidato único de la Concertación a la presidencia. Al rato de vociferar, Zaldívar desistióde sus fracasados intentos. Frei tuvo que proseguir su discurso, interrumpido hasta el final cada vez que aludía a algún tema no resuelto.Sólo logró un leve consuelo al terminar, cuando un grupo de partidarios coreó un sonoro homenaje al presidente. Amargas, tensas, violentas y muy dramáticas dos horas y media de cuenta a la Nación.
En las calles, durante la mañana, la ceremonia de homenaje a las Glorias Navales transcurrió sin sobresaltos. Los trabajadores portuarios habían establecido un previo compromiso de honor con autoridades de la Marina a fin de no perturbar su protocolo. El objetivo de los manifestantes era el Congreso, ubicado en otro lugar distante de la plazoleta Arturo Prat, dentro del radio urbano de Valparaíso. De todas maneras, la llegada y presencia de Frei en esta plazoleta fue motivo de pifias y silbatinas desde el público apostado anónimamente en las inmediaciones.
Por la tarde, en las horas destinadas al discurso presidencial ante el Congreso, en las calles cercanas al perímetro fuertemente resguardado por un nutrido y bien pertrechado contingente policial, se desató el vendaval de protestas. Los trabajadores portuarios demostraron estar dispuestos a todo. Uno de ellos, lisa y llanamente, se acostó, de espaldas, ante las ruedas de un carro policial blindado para impedir su avance. Mientras la policía trataba de sacarlo desde allí, un grupo de manifestantes rompía y destruía las barricadas policiales que impedían la aproximación hacia el edificio del Congreso. Se desarrolló una verdadera batalla campal con intercambio de palos, piedras y chorros de agua lanzados desde carros policiales cisterna. Al parecer, había instrucciones de no usar disuasivos químicos ni disparos de balines antimotín contra los manifestantes ya que tales recursos no se emplearon. La muerte de un estudiante, de muy reciente ocurrencia, debe haber pesado en las decisiones de control del orden público. Carabineros intentaba detener a los manifestantes sólo mediante sus habilidades gimnásticas y con policías motociclistas. El método empleado permitió que los manifestantes pudieran reaccionar en grupo contra el cuerpo policial. Derribaban las motocicletas policiales y las emprendían a puñetazos contra carabineros. Como resultado de los pugilatos fueron reportados 4 carabineros heridos de mediana consideración y unos 200 manifestantes detenidos. Este saldo, de todos modos ingrato, no dice relación con la magnitud de los incidentes. Hubo mucho menos destrozos y víctimas que las presumibles para la dimensión de los desórdenes ocurridos.
La pasada casual de un pelotón de marinos uniformados que venían de regreso de la ceremonia naval motivó a los manifestantes quelos hicieron blanco de una lluvia de pedradas, afortunadamente, sin consecuencias.
El mensaje presidencial pasó por completo a segundo plano en los medios de comunicación locales. Estos dedicaron todos sus recursos a captar los desórdenes y las protestas tanto dentro del Congreso como en las calles. Sin embargo, ese mensaje aparacerá impreso en los medios escritos. Su contenido fue un recuento de lo realizado y lo que queda pendiente al cabo de los años del ejercicio presidencial cercano a concluir. El país está profundamente disconforme. Esa disconformidad ni siquiera es ocultada por los sectores concertacionistas, la coalición de sustento al actual gobierno. Entre quienes opinaron sobre el discurso, Andrés Zaldívar, pre candidato de la Democracia Cristiana, fue el único que tuvo palabras de franco elogio. Ricardo Lagos el otro pre candidato concertacionista sólo se refirió a los escandalosos desórdenes al interior del Congreso, explicándolos como un resultado lógico de los problemas no resueltos. Joaquín Lavín, candidato de derechas, fue lapidario en manifestar que, en el discurso presidencial, no hubo una sola palabra de solución urgente para los graves problemas que afectan al país.
En suma, este 21 de mayo de 1999 mostró, al país y al Mundo entero, un profundo divorcio entre el «país de fantasía» que ha tratado de promoverse en foros internacionales y el Chile real de hoy, abrumado por carencias y un esquema de gobierno plagado de incompatibilidades con las espectativas de la ciudadanía.
Valentin Marchant
Desde Santiago de Chile
DRAMATICAS IMAGENES DEL CHILE VERDADERO
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