Con gobierno nuevo (sea Gore o Bush, íay, qué más da!), Estados Unidos debe enfrentar en su patio trasero latinoamericano dos realidades adversas; económica una, política la otra. Observemos, por ejemplo, que la región andina, desde la frontera colombiana con Panamá hasta el Chapare boliviano, aparece sacudida por una serie de ciclones: crisis institucionales ûpolíticas, económicas, sociales-, desprestigio de las clases dirigentes y de las fuerzas armadas, levantamientos populares, masivos o armados, es la tónica que se viene repitiendo.
Sin duda, esta serie de ciclones viene dibujando un panorama de permanente inestabilidad en la región andina latinoamericana, y en toda la región. Y la apuesta estadounidense es la misma que hace dos décadas en Centroamérica: al ingrediente militar, con la puesta en marcha del Plan Colombia. Así, Washington no hace más que elevar la temperatura en toda la región.
A la endémica guerra en Colombia y el «empate histórico» entre las clases dirigentes ecuatorianas y el movimiento indio, se suma la incertidumbre en Pero donde los «siameses» Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori no terminan de irse, y tambi’n la guerra social que mantiene pr cticamente paralizada Bolivia.
Tupak Katari cabalga de nuevo
Entre las muchas rebeliones que durante semanas sacudieron a Bolivia, la de los indios aymaras del Altiplano marca un punto de inflexi¢n: no s¢lo por el desaf¡o pol¡tico que supone haber cercado y aislado a las ciudades m s importantes del pa¡s, desabastecidas durante d¡as, sino por su empat¡a con viejos fantasmas. Los aymaras y los quechuas susurran en las altiplanicies y esparcen su convicci¢n: Topac Katari, el legendario dirigente de la rebeli¢n anticolonial junto a Topac Amaru, cabalga de nuevo.
El movimiento campesino-ind¡gena, firm¢ un convenio tras la rebeli¢n popular de septiembre -que tuvo un costo de diez muertos, decenas de detenidos y 150 heridos-que obliga al gobierno a dar soluciones, en 90 d¡as, a los 50 temas. El movimiento ind¡gena-campesino, sin embargo, no olvida que en 1998 tambi’n se lleg¢ a un convenio, tras un conflicto que cost¢ cinco muertos , y que fue incumplido por el gobierno.
El secretario ejecutivo de la Confederaci¢n +nica de Trabajadores Campesinos, Felipe «Mallku» Quispe consult¢ a sus bases, y reci’n despu’s de eso campesinos, colonizadores, maestros, peque_os comerciantes y transportistas firmaron el convenio. En un primer momento, el ministro de Gobierno hizo gestiones para que se apresara al Mallku, quien goza de libertad provisional por su supuesta participaci¢n, a comienzos de los noventa, en el movimiento guerrillero Ej’rcito Revolucionario Topac Katari, peor luego asumi¢ que sin ‘l no hab¡a convenio posible.
«Esta vez el gobierno tiene que cumplir sus compromisos al pie de la letra. Este movimiento se queda intacto pero vigilante. El indio no va a cerrar los ojos. Si no se cumple va a venir la tercera, pero m s fuerte. Habr m s l grimas, m s sangre», alert¢ Mallku. Es evidente que hubo una actitud desesperada de parte del gobierno de Banzer en concertar con los campesinos de las regiones aymara y quechua para sacarse de encima un problema que mostraba un gobierno sin bases de apoyo. El hecho de que el parlamento haya estado totalmente ajeno a un conflicto que puso al pa¡s al borde de la guerra civil desnuda la crisis de Estado, la ineficacia de la «democracia representativa» boliviana.
Todos los puntos reclamados fueron aceptados por los ministros: la revisi¢n de la ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria, territorios fiscales, el recurso del agua, la biodiversidad, cr’ditos, comercializaci¢n de productos del occidente del pa¡s (incluida la coca de los Yungas), fertilizaci¢n, transporte comunitario, bono para el magisterio, modificaci¢n de la ley de aduanas y otros. Pero ahora, ante el acuerdo de revisar la ley de reforma agraria, al gobierno se le han abierto nuevos frentes. Uno proviene de los empresarios agrarios, que se estiman afectados por una eventual eliminaci¢n de la tendencia mercantilista en el tratamiento de los usos de la tierra y el agua. Otro lo encarnan los ind¡genas de la cultura tup¡-guaran¡ del oriente y la Amazonia organizados en la Cidob, que rechazan cualquier modificaci¢n de la ley que suponga una revisi¢n de derechos ya adquiridos.
El tablero se mueve
Torres, alfiles, caballos, tratan de jaquear al rey del norte -al que no le falta alguna reina cortejante y una serie de peones -blancos, negros y hasta zambos- dispuestos a satisfacer al monarca.
Varios pa¡ses adelantan sus alfiles, sus torres y sus caballos para dise_ar una estrategia alternativa al Plan Colombia, alternativa a los designios de Washington, que consiste en la creaci¢n de un gigantesco cerco a las fronteras colombianas para asfixiar el narcotr fico.
La iniciativa pretende coordinar a las fuerzas armadas y policiales de Brasil, Pero, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Panam , bajo el nombre Gran Amistad.La operaci¢n pondr¡a especial ‘nfasis en el control a’reo y la bosqueda y destrucci¢n de pistas de aterrizaje clandestinas. La entrada en funcionamiento del Sistema de Vigilancia de la Amazonia, una extensa red de radares que ser inaugurada en marzo del a_o pr¢ximo, permitir a Brasil controlar un territorio de m s de cinco millones de quil¢metros cuadrados.
En paralelo, y con el objetivo de vigilar e impermeabilizar los 1.640 quil¢metros de frontera con Colombia, el ej’rcito brasile_o estren¢ el mes pasado la Operaci¢n Cobra (acr¢nimo de ambos pa¡ses) con el objetivo de evitar que el conflicto colombiano se derrame hacia el territorio de Brasil. Mientras, el presidente venezolano Hugo Ch vez sigue con su pol¡tica de diplomacia petrolera, de integraci¢n y apoyo.
Aram Aharonian
Corresponsal Informativos.Net en Caracas