LA CRECIENTE incorporación de militares activos y en reserva en la conducción de las instituciones estratégicas del Estado venezolano es interpretado por historiadores y politólogos como una tendencia al militarismo que tiende a amenazar no sólo la imagen del gobierno de Hugo Chávez, sino también a la misma Fuerza Armada.
A diferencia de muchos otros países de la región, la institución armada venezolana es más «democrática» y mucho menos elitista en su composición social.
Desde el mismo día del inicio de su gobierno, Chávez dejó en claro que la fórmula de su administración sería la de Ejército-Pueblo, una relación entre el caudillo y la masa sin la intermediación de los partidos políticos sino de la Fuerza Armada, lo que algunos llaman la constitución de un partido militar.
La labor cívico-militar comenzó con el Plan Bolívar 2000, que trató de arreglar escuelas, hospitales, realizar campañas de vacunación y médico-asistenciales con personal castrense .
El politólogo -lvaro Verzi recuerda que el presidente Ch vez -con una de las carreras pol¡ticas m s cortas y exitosas de la historia- tiene un reducido conocimiento del mundo civil y profesional, lo que explica que apele a quienes ‘l conoce y cree que lo pueden sacar adelante.
El Plan Bol¡var 2000, las soluciones habitacionales, los mercados populares, algunas carreteras son, a juicio del ex presidente provisional Ram¢n J. Vel squez (1993-94), aspectos de una participaci¢n militar extendida en todo el pa¡s.
«Hasta los comandantes de guarniciones tienen una especie de coparticipaci¢n con las gobernaciones de cada estado en materias tan importantes como ‘sas», se_al¢.
«Esta situaci¢n del incremento de altos oficiales en cargos poblicos se est convirtiendo en signo emblem tico de la actual administraci¢n», destaca la analista pol¡tica Olgalinda Pimentel, quien recuerda que en las oltimas semanas «el presidente Ch vez ha sumado a la n¢mina de su gobierno, conformada casi toda por oficiales retirados colocados en mayores y menores cargos poblicos, al menos a cinco generales [activos] del Ej’rcito».
Generales de brigada del Ej’rcito son el jefe de la Oficina Central de Presupuesto, Francisco Uz¢n Ram¡rez; el vicecanciller, Ar’valo M’ndez; el viceministro de Producci¢n y Comercio, Orlando Nava Ojeda, y el presidente del Fondo de Desarrollo Urbano, V¡ctor Cruz Weffer.
Tanto el jefe de Estado como sus seguidores se_alan una y otra vez que la dicotom¡a Fuerza Armada-sociedad es incompatible con una sociedad moderna, pero historiadores y polit¢logos ven en esta tendencia la sustituci¢n innegable del sector civil por el castrense en instancias claves de poder.
El gobierno argumenta que en Venezuela se ten¡a discriminada a la Fuerza Armada, que los militares eran considerados ciudadanos de segunda, y que durante los 40 a_os de democracia formal se los redujo a una situaci¢n de subordinaci¢n que era necesario superar.
Lo cierto es que en Venezuela se est dando un militarismo que en Am’rica Latina s¢lo se hab¡a visto en reg¡menes dictatoriales.
Hay otro mensaje subliminal que algunos analistas creen interpretar: que los militares no sirven para la instituci¢n castrense o que hay tantos oficiales en la Fuerza Armada que pueden ser utilizados en otras reas.
Ch vez ha dejado en manos de militares activos la estatal Petr¢leos de Venezuela (PDVSA), su comercializadora Citgo Petroleum Corporation -que distribuye combustible en EEUU-, la Corporaci¢n Venezolana de Guyana y sus industrias b sicas, y anuncia que tambi’n pasar a manos de un militar la eficiente empresa estatal Metro de Caracas.
La historiadora Mar¡a Elena Gonz lez se preocupa por el mensaje que esa saturaci¢n de altos oficiales en cargos del Estado le est enviando a la poblaci¢n: «Se les est diciendo que los civiles lo hacen mal, o al menos que los militares lo hacen mejor, lo que es falso porque hist¢ricamente no hay nada que lo demuestre».
Lo cierto es que la realidad ha demostrado que en Am’rica Latina ningon gobierno militar hace un manejo m s pulcro de las finanzas poblicas que un gobierno civil y la corrupci¢n ha sido igual o m s fuerte en las instituciones castrenses que en las civiles.
«Adem s, existe una incompetencia latente, porque se pone a los militares a administrar reas que no saben abordar, porque simplemente no est n preparados para ello», a_ade Gonz lez.
Para Humberto Njaim, director de postgrado de la Facultad de Ciencias Jur¡dicas y Pol¡ticas de la Universidad Central de Venezuela, hay signos de militarismo doctrinario m s que de real militarizaci¢n.
«Militarismo es un sistema donde el elemento armado tiene una posici¢n pol¡tica fundamental, decisiva dentro del sistema, y creo que esa es la doctrina oficial, que la Fuerza Armada tenga un papel importante en la construcci¢n del Estado, una potencialidad que no se agota en la pura cuesti¢n militar, sino que adem s debe expandirse y expresarse en todos los dem s campos de actuaci¢n del Estado», indica.
Njaim, investigador de los fen¢menos pol¡ticos, indica que desde ese punto de vista «es un r’gimen militarista, no s¢lo por un asunto de estad¡stica, sino doctrinario».
Pimentel destaca que este sistema a la venezolana nada tiene que ver con los reg¡menes comunistas, donde el partido, a trav’s de comisarios pol¡ticos, controlaba la Fuerza Armada.
Es cierto que Venezuela siempre ha tenido una grave deficiencia administrativa en el sector civil, y la misma se ha tratado de cubrir recurriendo a dos enclaves de supuesta suficiencia y eficiencia, como la petrolera estatal PDVSA y la Fuerza Armada.
La designaci¢n del general de brigada del Ej’rcito Guaicaipuro Lameda en al presidencia de PDVSA puede, para Verzi, tener una connotaci¢n distinta a la alegada eficiencia. La pol¡tica exterior del gobierno de Ch vez -incluyendo en ella su diplomacia petrolera- est enfocada a fomentar la multipolaridad en el mundo y para ello es clave el control de la empresa petrolera por elementos que est’n compenetrados pro esta pol¡tica.
De todas formas, la sustituci¢n del sector civil por el militar no luce prometedora, aunque los oficiales se muestren satisfechos y los civiles prefieran hacer mutis por el foro. La preponderancia de la mentalidad militar en el gobierno civil dirigido por un ex teniente coronel de paracaidistas, podr¡a representar una amenaza no s¢lo para la democracia, sino tambi’n para la imagen del gobierno y la unidad de la Fuerza Armada.
Advierte Gonz lez que «una determinada orientaci¢n sobre el papel de los militares puede crear divisiones inclusive entre los mismos militares, porque no todos los militares son militaristas, y adem s los expone a la opini¢n poblica, los pone en evidencia y eso produce divisiones entre ellos».
Hoy se expone al sector militar, que tiene fama de eficiente en su campo, y se lo somete a un desaf¡o que puede resultar mayor a sus capacidades, y puede llegar a ser una consecuencia perversa importante, porque en Venezuela, donde se est acabando el mito de la eficiencia de PDVSA tambi’n se destruir¡a la idea de eficiencia de la Fuerza Armada.
Para Njaim, «lamentablemente se ha ca¡do en una situaci¢n de subestimaci¢n del sector civil, pero a medida que se produzcan los resultados -que no van a ser muy satisfactorios-, se producir otro movimiento pendular: entonces se ver que zapateros a tus zapatos».
Aram Aharonian
Corresponsal Informativos.Net en Caracas