Era Noviembre de 1998 y desde mi cómoda mecedora ubicada a la entrada de una de las hermosas y viejas casas de San Vicente del Caguán pude ver como la prensa desfilaba en batallones interminables de periodistas, fotógrafos, camarógrafos, conductores y las llamadas estrellas de la televisión, que llegaban a la hermosa población para ver el inicio de los diálogos para la paz y la salida de los soldados y comandantes militares de la zona desmilitarizada, condición indispensable para la iniciación de las conversaciones.
Con la llegada de los comunicadores se abría un nuevo capítulo para la prensa del país y era en este tema de la paz donde los medios de comunicación y los periodistas vivirían sus máximas experiencias y deberían demostrar al país su profesionalismo, su competencia y su fiel cumplimiento de la función social de los medios de comunicación.
Han pasado dos años y, sin pecar de todopoderosos, creemos necesario hacer un breve balance del papel de los medios y de los periodistas – que no son lo mismo – en el cubrimiento del proceso de paz, las situaciones que lo han rodeado y los hechos nacionales que en desarrollo de la guerra lo han afectado.
No hay ninguna discusi¢n posible sobre la verdad que rodea a los medios y los intereses que ellos defienden. Son esas razones las que los han llevado, por a_os, a manipular las informaciones y presentarle a la gente s¢lo lo que ellos consideran pertinente o lo que no choca con los fines e intereses fundamentales de los due_os.
Desde el principio las FARC-EP le dijeron al pa¡s «el proceso no iba a ser f cil pues lo que se buscar¡a ser¡a encontrar a trav’s del di logo un nuevo pa¡s y la construcci¢n de las bases de una nueva sociedad m s justa y equitativa donde lo que se reparta entre la gente sea la riqueza y no la pobreza, el di logo es la mejor alternativa para acabar con la guerra y la mejor forma de solucionar el ba_o de sangre a que nos han sometido los due_os del poder y de la riqueza; por supuesto eso no es f cil y hay que dialogar con decisi¢n y sin ligerezas porque lo est en juego es el futuro de la naci¢n».
Pero los medios en su af n de «chivas» y de sensacionalismo vendieron al pa¡s la idea que la paz estaba a la vuelta de la esquina, despu’s de la iniciaci¢n de los di logos todo ser¡a cosa de tramites. Luego, los medios presentaron verdades a medias o grandes mentiras en contra de la zona desmilitarizada y no era raro ver como junto a una noticia positiva de la paz, se presentaba un cami¢n de drogas capturado en la costa y se dec¡a que la droga hab¡a salido desde el Cagu n.
Tambi’n se minti¢ sobre la supuesta responsabilidad de las FARC-EP en episodios que parec¡an sacados de una novela de ciencia ficci¢n y que jam s se rectificaban o se correg¡an. Se lleg¢ incluso a presentar la zona desmilitariza como la sucursal del infierno y s¢lo se presentaban las declaraciones amorfas de supuestas personas «que hab¡an sido maltratadas o retenidas en la zona». Nada se dijo de las moltiples manifestaciones de la gente sobre la verdad en los cinco municipios desmilitarizados y de c¢mo se redujo la delincuencia, los homicidios y la violencia urbana gracias al control de las FARC-EP.
Tampoco se mencion¢ la pavimentaci¢n de las calles y las manifestaciones campesinas de respaldo a la paz. Por cierto cuando alguien se pronunciaba y los medios registraban algon hecho positivo, de inmediato pon¡an a uno de los grandes analistas de pacotilla a decir que todo era una «jugada pol¡tica de la guerrilla que se hace bajo presi¢n»; palo por que bogas y palo por que no bogas. Hay quienes aseguran que los medios se han convertido en armas efectivas de la guerra y disparan desde sus trincheras contra todo aquel que represente un peligro contra los intereses de sus due_os y contra las motivaciones finales de quienes los controlan.
La paz no se va a lograr con titulares de prensa y mucho menos si esos titulares est n cargados de odios, de intereses de clase, de desinformaci¢n y de estratificaci¢n de ciudadanos, por ello los colombianos asistimos al peor de los circos romanos, el secuestro de 7 congresistas realizado por las fuerzas de seguridad del Estado y presentado como de los paramilitares, aparece como un atentado contra la «democracia» por lo cual, se avala cualquier salida que les permita a los padres de la patria volver a sus casas, mientras los guerrilleros, soldados y polic¡as prisioneros de guerra deben permanecer en sus sitios de reclusi¢n pues no hay garant¡as del Estado para lograr su retorno al seno del hogar, porque ellos no son de sangre azul y tampoco son parte de la «democracia» que tanto pregona el establecimiento.
En ese mismo orden de ideas, los medios manipulan tanto la informaci¢n que hoy en d¡a los militares que matan ni_os indefensos s¢lo «cometen errores» y los paramilitares «son v¡ctimas de la violencia, cometen sus acciones por que son patriotas».
No es un invento de las FARC-EP, incluso en un foro internacional, directores y columnistas de la Gran Prensa se autocriticaron -de dientes para afuera- por no saber manejar la informaci¢n y algunos reconocieron la manipulaci¢n de las noticias y la abierta parcializaci¢n en el cubrimiento de las informaciones del conflicto, porque ellos saben que en las guerras la propaganda juega un papel preponderante y no es errado decir, que en este mundo globalizado, las comunicaciones est n al servicio del poder, de los invasores y los agresores internos y externos. Muchos medios se han convertido en los jefes de prensa, publicidad y propaganda de los due_os del poder, del sistema, de las fuerzas militares y sus paramilitares y han cumplido un papel estrat’gico militar y de operaciones sicol¢gicas en medio de la confrontaci¢n.
Hay que decir que no es lo mismo el medio que el periodista y que en nuestro camino hacia la paz hemos encontrado a muchos de ellos que son conscientes de la situaci¢n nacional, que creen firmemente en la necesidad de la paz, que luchan cada d¡a por hacer bien su trabajo y por decir la verdad, a pesar de las presiones, como una contribuci¢n a la salida del pa¡s de la aguda crisis que vive. La mayor¡a de los reporteros son gente buena y consagrada que tiene ideales diferentes a los de quienes les pagan el salario.
Las manipulaciones y las censuras las hacen directores y propietarios, que por cierto no ven a periodistas y comunicadores sociales como seres humanos si no como maquinas que deben producir cada segundo algo nuevo, por esta raz¢n no es raro escuchar en el Cagu n a los periodistas que dicen «es que mi jefe me exige una chiva, yo le digo que no hay nada pero ‘l insiste en que digamos algo».