Ayer, más de 2000 entusiastas, unos jóvenes, los otros no tanto, colmaron las instalaciones de la Sala A û B del Centro Cultural San Martín, en la capital de la Nación sudamericana, para demostrar que la llama de la Revolución Cubana sigue viva para los argentinos.
Organizada por la Multisectorial de Solidaridad con Cuba, diversos oradores recordaron aquel hecho que fue la punta de lanza para que el 1 de enero de 1959, un grupo de barbados revolucionarios, entre ellos los hermanos Castro, el argentino û cubano Ernesto «Che» Guevara, Camilo Cienfuegos y muchos más, entraran triunfantes ûarropados por el pueblo habanero- a la capital de la mayor de las Antillas.
Una de las oradoras, Daniela Fazio, en representación de los 200 jóvenes argentinos que estudian medicina en Cuba, becados por el Gobierno de la Isla, señalaba que la gratuidad de la salud era uno de los tantos bienes, no materiales, que apreciaban los isleños.
Al tiempo, recordaba que en su estancia en la Isla, se preparaban para -cuando acaben su carrera- atender a los m s humildes y «no mercantilizar» con la salud.
En otro tramo de su exposici¢n, y en nombre de todos sus compa_eros, repudi¢ el voto que la Argentina emiti¢ en abril pasado en la reuni¢n suiza de la Comisi¢n de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En aquella ocasi¢n, el Gobierno del radical Fernando de la Roa -siguiendo los dictados del Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell- cuestion¢ la no vigencia de los derechos humanos en la Isla.
La joven, concluy¢, resaltando que los estudiantes de medicina se relacionaban con los pacientes hospitalarios en el segundo semestre del segundo a_o de la carrera.
Tras ella, actu¢ el canta autor argentino Jorge Marziali, que desgran¢ un par de temas alusivos a la conmemoraci¢n.
En tanto, en la primera fila del amplio sal¢n los pa_uelos blancos sobre sus cabezas marcaban la presencia de quienes hace d’cadas rondan -todos los jueves- la Pir mide de la Plaza de Mayo.
No eran otras que las integrantes de la Asociaci¢n Madres de Plaza de Mayo que preside Hebe de Bonafini.
Cuando la locutora anunci¢ la llegada del Embajador cubano en la Argentina, Alejandro Gonz lez Galiano, la consigna «Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda» retumb¢ en la desbordante sala.
A su turno, el dramaturgo, actor y sicoanalista argentino, Eduardo Pavlosky, ley¢ la carta que le hab¡a escrito al Comandante Castro.
Tras manifestar que Cuba era «esa luz» que los revolucionarios latinoamericanas segu¡an admirando, precis¢ que «nuestras democracias expulsan (en este continente) a un 70% de la poblaci¢n a la miseria, la exclusi¢n y la desocupaci¢n».
Acto seguido, le pidi¢ -a Castro- que desoyera las voces que le reclamaban que su pa¡s se insertara en el mbito «democr tico» de Am’rica Latina.
M s adelante, record¢ que los Estados Unidos invadieron en 37 oportunidades a los pa¡ses del continente «para imponerles su orden».
Pavlosky, precis¢ que la Argentina est siendo gobernado «por un Ministro de Econom¡a (el derechista Domingo Felipe Cavallo) no elegido y que es socio del imperialismo», t’rmino que desapareci¢ del vocabulario de muchos intelectuales argentinos porque «son pagados por la (Fundaci¢n) Rockefeller y por el Banco Mundial» para elaborar las nuevas teor¡as neoliberales del pensamiento.
Por oltimo, puntualiz¢ que el ejemplo del l¡der cubano y el «Che» est n «presentes en cada combate por la dignidad latinoamericana»».
Entre aplausos y el sonido de los redoblantes, lleg¢ el turno de la alocuci¢n del diplom tico caribe_o.
Luego de agradecer la solidaridad que ha expresado el pueblo argentino para con el Gobierno de su pa¡s, destac¢ que «Cuba ha tenido que pagar un alto costo por el terrorismo de Estado de todas las administraciones yankis que han querido derrocar» a la administraci¢n castrista.
Posteriormente, extern¢ que los sue_os de quienes asaltaron el Moncada «estaban cumplidos», porque ese fue el punto de inflexi¢n para que en 1959 fuera derrocada la dictadura de Fulgencio Batista.
Cerr¢ su discurso con la frase acu_ada por el «Che».
«Hasta la victoria siempre con la certeza de que la victoria ser para siempre», levantando un cerrado aplauso.
A las puertas del Centro Cultural y sec ndose sus l grimas, uno de los asistentes, de los no tan j¢venes, nos dec¡a que «en cada piquetero veo la llama revolucionaria del Che».