Después de los pronunciamientos de cuatro oficiales castrenses contra el “autoritarismo” del presidente “comunista” Hugo Chávez y rumores de golpes y estallidos, también el tono del mandatario pareció más conciliador, sobre todo después de aplicar medidas cambiarias y fiscales que satisficieron a la banca trasnacional pero -¡oh sorpresa!- fueron rechazadas por la oposición vernácula, que las calificó como “neoliberales”.
En ese lapso, sucesivas declaraciones de voceros estadounidenses aclararon el panorama: Washington dejó en claro que rechazaba cualquier intento de golpe en el país, después de corroborar que la oposición carecía tanto de respaldo militar como popular, así como de propuestas alternativas y liderazgo. Y el propio Chávez señaló que, sin dudas, las relaciones con Estados Unidos irán mejorando, después de declarar explícitamente su condena a todo tipo de terrorismo, incluyendo el secuestro de personas y aviones.
El portavoz del departamento de Estado, Richard Boucher, insistió que cualquier cambio político en Venezuela debe ser constitucional.“Aquellos que quieran un cambio, un cambio político, deben buscarlo democráticamente y constitucionalmente. Es parte de la Carta Democrática que hemos firmado y a la cual hemos adherido con otros en el hemisferio”, sostuvo Boucher. “Hemos dejado bien en claro que lo que nos importa es la democracia y las instituciones democráticas (…) y “mientras los cambios sean de acuerdo a la Constitución, en general no nos involucramos en la elección de los dirigentes de otros gobiernos”.
Trece años después del estallido social conocido como El Caracazo, que el presidente venezolano Hugo Chávez coloca como la exégesis de su movimiento, gobierno y oposición –con el sindicalismo tradicional al frente- salieron a las calles de Caracas a medir su potencial. Y, como había acontecido en las últimas tres semanas calientes, nada alteró el orden público. El ministro de Defensa, José Vicente Rangel, señaló que la realización de las dos marchas era evidencia del clima democrático y de la libertad de expresión que se goza en Venezuela.
El presidente de la central obrera, Carlos Ortega, expresó su satisfacción por lo que calificó como un éxito total de la protesta opositora, cuyo próximo actop sería una huelga general el 18 de marzo. «Fue una marcha pacífica con un alto grado de civismo», indicó, tras entregar un documento al primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Rafael Simón Jiménez, en el que la CTV pide un referéndum revocatorio del mandato presidencial e insta al Legislativo a ayudar en el impulso de un acuerdo nacional con la convocatoria de todos los sectores de la sociedad venezolana para superar la crisis.
La “inminencia” de la caída de Chávez, repetida hasta el cansancio por las cadenas televisivas trasnacionales no se produjo nunca. Mientras el oficialismo pareció reagruparse y calmar posiciones, las filas de la oposición perdieron ímpetu a medida que volvieron a predominar sus divisiones internas. No hubo levantamiento militar ni civil alguno y ahora la oposición –bien financiada, siempre- busca usar como caballo de Troya al movimiento sindical.
Allan Brewer Carías, jurista, tradicional “lobbista” y articulador de un eventual frente de oposición, admitió que «No se logra que partidos y organizaciones depongan posiciones personales e intereses individuales. Sienten la gravedad del momento, pero…» Brewer no desperdicia micrófono ni grabadora para señalar que la gravedad del momento significa que el gobierno avanza rápidamente hacia el autoritarismo y la dictadura, por lo cual «Chávez debe ser derrocado».
Lo cierto es que apenas el 12,5% de los trabajadores está afiliado a algún sindicato. La cúpula sindical -asociada por 40 años a la dirigencia de Acción Democrática (socialdemócrata)- tiene todo el apoyo empresarial (¿reflejo del realismo mágico tropical?) y fuerza en los gremios de empleados públcos, básicamente, después que el poderoso sindicato de los trabajadores petroleros le quitó el apoyo a la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV).
La CTV había organizado una huelga general por tiempo indeterminado desde el 18 de marzo, pero… la pospuso hasta la segunda semana de abril, ante la deserción de los petroleros. Si éstos se hubieran sumado a un llamado al paro, Chávez se hubiese encontrado en la situación de tener que tomar medidas extremas para garantizar la producción petrolera, lanzando militares contra una manifestación obrera, contra toda la argumentación de que se trata de un gobierno defensor de los trabajadores y el pueblo.
Aram