Dos fueron los actos de recordación a los cerca de 30 mil desaparecidos durante el reino del terrorismo de Estado. La Asociación de Madres de Plaza de Mayo (AMPM) –presidida por Hebe de Bonafini- lo organizó en el histórico paseo público en el que 25 años atrás comenzaron su tradicional ronda de los jueves circundando la Pirámide de la plaza. Allí se pudo consultar el archivo periodístico de la entidad y a lo largo de la jornada diversos profesores de la Universidad Popular de las Madres brindaron clases abiertas. Todas vinculadas a la génesis de la dictadura que para uno de los miles de participantes “sigue con otras caras”. “Ya no son los milicos los que están en la (Casa) Rosada –sede del Ejecutivo-, unos nuevos títeres, de civil, son los ejecutores del mismo plan económico diseñado en el 76”, añadía. Cerca de las 18:00, la señora de Bonafini cerró el acto improvisando un discurso.
«Después de 26 años estamos aquí en la Plaza los que somos capaces de cantar la Internacional, los que no nos avergonzamos de ser revolucionarios y de levantar las banderas rojas del socialismo», destacó.
«No pudieron destruirnos y si alguna vez intentan juntarse y volver a dar un golpe moriremos todos los que sean necesarios por la revolución, nuestra patria y por el socialismo, pero no volverán a nuestra Casa de Gobierno», prometió la titular de la Asociación.
Tras ello la gruesa columna, conformada por agrupaciones de izquierda, movimientos de desocupados y algunas asambleas vecinales –surgidas al calor del cacerolazo del 19 de diciembre pasado, prolegómeno de la eyección del entonces Presidente Fernando de la Rúa- caminaron, lentamente por la Avenida de Mayo rumbo a la Casa de las Madres, a pocos metros del Congreso Nacional. Quienes colmaban las veredas aplaudieron a rabiar el paso de las Madres y de integraciones de la agrupación HIJOS de desaparecidos.“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, consigna que hizo lagrimear a más de uno de los que observaba a las veteranas luchadoras de los pañuelos blancos cubriendo sus cabezas.
En tanto, por la misma avenida y rumbo a la Plaza de Mayo avanzaba la cabeza de la otra manifestación que había partido casi al mismo tiempo en que Hebe de Bonafini comenzaba su alocución en la mítica plaza. Quienes llevaban la bandera de 150 metros de largo –en las que estaban pegados los rostros de 4 mil de los detenidos –desaparecidos- saludaron el paso de la AMPM, olvidando por un momento las diferencias que las separan.
“Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”, fue la consigna que unió como un ida y vuelta a quienes dejaban la plaza y a los miles que transitaban hacia ella.
Tras la extensa bandera, marchaban los principales dirigentes de Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora; de las Abuelas; del Centro de Estudios Legales y Sociales y algunos sobrevivientes de los campos clandestinos de detención, por los que pasaron miles y miles de personas. Todo el arco político de la izquierda, que desde primeras horas de la tarde se congregó en las cercanías del Parlamento, participó de la movilización, organizada por la Comisión Memoria, Verdad y Justicia.
“No sé cuántos años más viviremos, ya tenemos 78, pero hasta que las piernas resistan, no faltaremos ningún 24 de marzo”, confesaba Ricardo que junto a Zulema, su esposa, estaban en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de julio. Pegado a la pierna izquierda de Ricardo, Lucho, el bóxer “que nos acompaña a todos lados” ladraba sumándose a la afirmación de su dueño.
Era un ir y venir de gentes por la avenida que tiene reminiscencias de la Gran Vía madrileña. Estudiantes universitarios, de secundaria, docentes, murgueros, jubilados, marchaban rumbo a la Plaza de Mayo. Componentes todos del mosaico social que siempre acompañaba las manifestaciones en repudio al golpe del 24 de marzo de 1976. Empero, esta recordación tuvo un condimento nuevo: la presencia de las asambleas vecinales. La Interbarrial resolvió, en su habitual reunión dominical de 1 semana atrás, participar de lleno en los actos de ayer. Llevaron las cacerolas y cucharones y la consigna que los arropa: “oh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Cántico que molestó a algunos militantes políticos del grupo Alternativa por una República de Iguales y de las diferentes vertientes del socialismo. Miguel, “ex radical” y ahora enrolado en ese instituto político, fastidiado por la consigna, reconoció al tiempo que las asambleas de vecinos “tendrán que dejar de lado el espontaneismo y pensar en términos políticos”.
La noche caía sobre la capital argentina. El tradicional paseo público estaba colmado. Desde el palco allí montado la actriz Cecilia Rosetto comenzó con la lectura del documento, consensuado por los organizadores de la concentración.
«Este 24, como desde hace 26 años, volvemos a exigir cárcel para todos los criminales de la dictadura y sus cómplices. Pero este 24 es distinto. Algo grande y nuevo aletea en esta plaza del pueblo donde cada año nos convocamos para ratificar nuestra memoria y nuestra lucha», arrancaba el texto. En el documento se hizo referencia a los cacerolazos, a la represión del 20 de diciembre, con su secuela de 33 asesinatos, heridos y detenidos. A la desocupación, al corralito –verdadero atraco para los ahorradores-, al presidente Eduardo Duhalde; fijando como una de las exigencias de los convocantes la libertad de todos los detenidos en protestas sociales.
En otro tramo del texto, se expresó que “el genocidio planificado fue una de las caras de la dictadura. Pero la otra fue la miseria planificada para el pueblo, mientras viejos y nuevos grupos económicos no cesaron de enriquecerse”, destacando que “los gobiernos constitucionales asumieron desvergonzadamente su relevo”.
Y una exigencia final: que el Parlamento derogue las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, marcos de impunidad sancionadas durante el mandato del radical Raúl Ricardo Alfonsín y que exime de la cárcel. a centenares de genocidas.
Una de las demostraciones tocaba a su fin. La plaza se iba despoblando. Las miles de voces –poco más de 30 mil- eran ya de una en una. El enorme cartel montado detrás del escenario era la síntesis de este domingo, que no fue uno más en la historia de la Argentina. “30 mil desaparecidos. Están. Estamos”, rezaba. De uno a otro confín del país, por pequeño que fuera no faltó el recuerdo de los desparecidos, el repudio al golpe del 76 y el rechazo a quienes piensen que la solución a la profunda crisis es el regreso del autoritarismo.
Alberto Bastia