Con 70 empresas cotizadas –23 alzas, 40 bajas y 7 sin cambio- el volumen transado superó los 45,8 millones de pesos. Ese panorama sombrío nada tuvo que ver con el desarrollo de los papeles que se agrupan en el panel del Mercado de Valores, MerVal, que cerró con 3 bajas. La siderúrgica Siderca, 3,43%; el grupo alimenticio Molinos, 2,63% y la automotriz Renault, 2,05%, fueron las empresas que se angostaron en la rueda de ayer. Telecom, con 8,57% de ganancia, recortó en algo las pérdidas de jornadas precedentes. Para las firmas hispanas que operan en el céntrico recinto de Sarmiento y 25 de Mayo, este fue un miércoles de triunfos. Al 4,55% de provecho recogido por el grupo Telefónica vino a arroparlo el 2,39% sumado por el BBVA y afianzó el terceto la ventaja del 1,35% que se llevó la energética Repsol. Producto de estas bondades, el MerVal cosechó 1,76% de utilidad, hasta tocar los 368,74 puntos, arrastrando –hasta ayer- una variación negativa de 4,71%.
Mientras, el dólar se estabilizó en las casas de cambio porteñas. En las pizarras de esas entidades, la divisa se transó –como media- en 2,78 / 2,92 pesos, para las puntas compradora y vendedora respectivamente.
Por su parte, en horas de la tarde el Ministerio de Economía dio a conocer los datos de la producción industrial del tercer mes de este año. En marzo ese indicador cayó, respecto al mismo período de 2001, 18,1%. Verdadero baldazo de agua helada para el elenco gubernamental que, se debate en estos días por obtener el guiño del FMI y así conseguir algún desembolso. Que al menos no deje mal parada a la Argentina con ese organismo y otros en lo que al pago de los intereses de la deuda externa se refiere.
La Nación sudamericana atraviesa la peor crisis de los últimos 40 años. En poco más de 100 días de gobierno, el peronista Eduardo Duhalde no atina a dar señales ciertas que permitan intuir una salida a la crisis, la peor que se recuerda en la historia de la Argentina. Cumpliendo con las exigencias del Fondo y de los lobbistas de toda laya, el Ejecutivo vuelca más bidones de combustible en una sociedad fragmentada. Con salarios deprimidos por la devaluación de enero pasado y por los incesantes aumentos en los productos de consumo masivo, unos niveles de desempleo que castigan a más de 3 millones de habitantes y con una masa de pobres que crece a galope tendido, el timonel de este barco no sorteará más exámenes.
Sin perder tiempo la clase dirigente tiene que rearmar un nuevo contrato social poniendo el carro de la política por delante del de la economía. Debe divorciarse de la pareja que armó –décadas atrás- con el neoliberalismo, modelo que a todas luces pauperizó a millones de habitantes.
No basta con la entrega de planes asistenciales que alcanzan, en promedio, los 150 pesos mensuales. Urge que el Estado ponga en marcha las paralizadas obras públicas, y que les exija a los grandes productores de bienes de consumo masivo que retrotraigan sus precios a comienzos de enero. Esta medida, que no debe ser la única, podría recomponer la relación entre gobernantes y gobernados.
Alberto Bastia