El ultimátum del Jefe de Estado, apuntaba en 2 direcciones. La primera se dirigía a los diputados radicales, socios con sus pares peronistas en la Cámara Baja, que mostraron resistencia a votar la derogación de la ley de subversión económica, que ya obtuvo media sanción en el Senado. El segundo obús tenía en la mira a los mandatarios provinciales que se niegan a llevar adelante un nuevo ajuste en sus distritos.
Ni bien puso pie en la Argentina, su primer mensaje tuvo como destinatarios a los diputados, tanto a los de su partido, el peronista, cuanto a los radicales. «Si no la sancionan, traigan un Presidente que yo me voy», espetó el Primer Mandatario. La teoría de «yo o el caos» asomó con resplandor en el escenario.
A esta altura vale una aclaración. Derogar la ley 20840, vulgarizada como de subversión económica, significa liso y llano una vuelta más en la impunidad para los banqueros, que vaciaron los tesoros de sus entidades, por eso la implementación del corralito financiero allá por comienzos de diciembre pasado, y para los empresarios que defraudando a sus compañías evitarían cualquier tipo de acción judicial.
Por la tarde, Duhalde recibió al titular del Banco Central, Mario Blejer, que amenazó con renunciar al puesto si predominaba el criterio del Ministerio de Economía con relación al «Plan Bonex». La cartera a cargo de Roberto Lavagna propone que los ahorradores atrapados en la tenaza de la exacción acepten voluntariamente títulos, bien en dólares o en pesos, de los depósitos reprogramados a comienzos de febrero. En tanto, la postura de Blejer –ex funcionario del FMI- es entregarles, compulsivamente, los bonos, con plazo de vencimiento que va desde los 5 a los 10 años.
Café mediante, Duhalde consiguió que el Presidente de la autoridad monetaria se quedará en el cargo encabezando una transición. Pero como nada es gratis, Blejer logró que el Ejecutivo gire al Congreso un proyecto de ley de indemnidad, que cobijará tanto al directorio del Central cuanto a los banqueros que decidan levantar vuelo, vale decir, cerrar sus instituciones e impidiendo que el peso de la justicia caiga sobre sus testuz. Mientras, los alrededores del Parlamento permanecían vallados, un sombrío panorama que se hizo ostensible desde el pasado 20 de diciembre, jueves sangriento en que fueron asesinadas 33 personas, jornada en la que el radical Fernando de la Rúa renunciaba a la presidencia.
Respecto al dólar, éste detuvo su marcha alcista, negociándose en las casas de cambio a los mismos valores del martes. Por su parte, el índice MerVal continuó su tendencia decreciente, perdiendo 3,68%, arrastrando un acumulado descendiente, en lo que va de la semana, de 5,66%. Para las empresas españolas que cotizan en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires el saldo fue de tablas. El grupo Telefónica logró beneficiarse en 1,33%; derrumbándose, nuevamente, las acciones del BBVA, en 5,67%, cerrando el terceto la petrolera Repsol que no varió su cotización, respecto a la rueda precedente.
Así las cosas, extorsión mediante, nuevos frentes de tormenta se abren en el embravecido terreno del día a día en el país que, otrora supo ser el granero del mundo y en el que un buen bife de carne vacuna ya es historia. Este jueves, mientras que en el recinto de los Diputados el oficialismo espera sancionar la ley de subversión económica, las vallas que rodean al Congreso serán mudos testigos. Una victoria a lo Pirro en la que las barras y estrellas ondearán sobre el campo de batalla.
Alberto Bastia
DE CHANTAJES Y COMPONENDAS
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