Abel Matutes, el ministro español de Asuntos Exteriores en el Gobierno "popular" de José María Aznar, no tiene por qué preocuparse. El 24 de marzo pasado, Matutes expresó su temor por los peligros que para los negocios de las empresas de nuestro país pudiera representar el conflicto de Kosovo. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lleva ya de dos meses bombardeando la República Serbia de la Federación Yugoslava, con participación muy activa de España, y Matutes manifestó su inquietud a finales de marzo por el tratamiento informativo que desde nuestro país pudiera darse al contencioso, poniendo como excusa los intereses de algunas empresas de nuestro país en dicha zona.
Lo que no dijo el ministro de Exteriores es que él mismo puede jugarse el dinero de su bolsillo. En 1989, Matutes viajó a Belgrado para asistir a una "cumbre", en la que acudieron algunos empresarios españoles, entre ellos varios representantes del Banco Bilbao Vizcaya (BBV). Esta visita ha sido celosamente ocultada a la opinión pública, incluso a pesar de que Matutes no era entonces miembro del Gobierno. En aquel momento, Abel Matutes era componente de la Comisión de las Comunidades Europeas, donde desempeñaba las carteras de Crédito e Inversión, Ingeniería Financiera y Política para la Pequeña y Mediana Empresa, así como para las Relaciones Norte-Sur, Política Mediterránea y Relaciones con Latinoamérica y Asia (1989), según consta en su "curriculum vitae" facilitado por el propio Gobierno español.
Matutes ejerce desde hace muchos años como empresario privado y promotor de empresas de turismo, aviación, banca y biotecnología. El Ministerio de Asuntos Exteriores y la Presidencia del Gobierno "no saben/no contestan", si es cierto que nuestro canciller de relaciones internacionales tiene negocios privados en este área que puedan verse afectados por los bombardeos aliados. Tampoco se han atrevido a desmentir este dato. Matutes ya aprovechó recientemente un viaje oficial a Cabo Verde en paralelo a una delegación de la empresa Dóliga, de la que su esposa es accionista mayoritaria; su hermano, presidente y sus cuatro hijos y tres hermanas también partícipes del accionariado.
En la guerra de Yugoslavia, cada misil "Tomahawk" lanzado por las fuerzas aliadas cuesta 773 millones de pesetas, y un proyectil convencional 163 millones. Ya se han lanzado dos mil. Con sólo uno, puede ser abatido un puente de los que comunican las ciudades de Belgrado y Novi Sad con el otro lado del río Danubio. Ya han sido alcanzados tres de ellos. Su nueva construcción costará unos tres mil millones de pesetas cada uno.
Los bombardeos de la OTAN al régimen de Belgrado pueden costar entre un billón y medio (con öb+) de pesetas y dos billones. Pero el valor de todo lo destruido en el territorio yugoeslavo supera ampliamente los ocho billones. Los países aliados llevan gastados desde hace un mes cerca de 157.000 millones de pesetas entre misiles, ataques aéreos, aviones perdidos, tropas de apoyo y operaciones humanitarias. Además, el conflicto bélico ha servido como excusa al Ejecutivo español para destinar el 54 por ciento del gasto público de este año en investigación para fines militares (248.469 millones de pesetas), lo que supone cuatro veces más de lo habitual en los últimos cuatro años (48.465 millones en 1995).
Por su parte, el Ministerio de Defensa español lleva ya gastados 1.222 millones de pesetas en esta campaña, según reconoció el pasado 12 de mayo el titular de la cartera, Eduardo Serra.
Un mercado emergente
El comercio bilateral entre España, Yugoeslavia y el resto de los países de la zona es escaso, según los datos facilitados a nuestra revista por el Instituto Español de Comercio Exterior. Según dichos datos, el total de exportaciones de Serbia y Montenegro (las dos repúblicas integrantes de la Federación Yugoeslava) alcanzaron los 3.389 millones de pesetas, frente a unas importaciones de 7.860 millones. El año anterior (1997), el intercambio comercial hispano-yugoeslavo se redujo a 2.950 millones en exportaciones hacia España, frente a los 3.017 millones de pesetas en importaciones. Esto significa que nuestro país tiene en los Balcanes un mercado emergente, con un previsible, fácil y rápido crecimiento gracias a la apertura de la antigua Europa del Este hacia Occidente.
Esto puede entrar de lleno en la estrategia de la implantación de un nuevo öPlan Marshall+ al estilo de lo que Estados Unidos hizo en Europa al final de la Segunda Guerra Mundial. Con ello, la Europa del este se abriría sin reservas al mercado occidental, en lugar de seguir vinculada históricamente a los países del Este, incluso después de haber abandonado estos el sistema de mercado comunista.
Con Albania ocurriría otro tanto. El año pasado (1998) nuestro país exportó por valor de los 1.183 millones de pesetas, frente a unas importaciones de tan sólo 28 millones, mientras que el año anterior las exportaciones españolas hacia Albania representaron 626 millones de pesetas, frente a unas importaciones por valor de 85 millones.
Con estos datos, oficiales, es difícil pensar que el ministro de Economía y Hacienda y vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, tuviera razón al decir el pasado mes de abril desde Londres que "el conflicto de los Balcanes no afectará a la Unión Europea". Rato dijo entonces que "no había detectado especial preocupación por el impacto de la guerra" en sus colegas del Reino Unido y Portugal, a los que vió en el transcurso de la asamblea anual del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), celebrada en la capital inglesa. Pero aunque los datos comparativos del comercio exterior español con otros países minimicen la importancia de la balanza comercial hispano-balcánica, lo cierto es que las repercusiones del conflicto pueden tener consecuencias indeseables.
Hasta la fecha, la peor experiencia empresarial de una firma española en esta zona la ha tenido la madrileña "Supermercados Alonso". En 1990, se instaló en Belgrado, en un local de unos 2.500 metros cuadrados. El negocio funcionó hasta el estallido de la guerra serbo-croata, con lo que el boicot a los productos extranjeros, la rapiña y la corrupción imperaron a su antojo.
En la actualidad, la compañía Telefónica ha dispuesto de varias cabinas para surtir de líneas de teléfono a los campos de refugiados albano-kosovares en Albania. Según han contado militares españoles adscritos a la OTAN en esta zona, los refugiados agradecen grandemente la posibilidad de establecer contacto con sus familiares lejanos, o incluso emprender la búsqueda de aquellos con los que han perdido contacto, gracias a estos teléfonos. Lo incomprensible es que Telefónica no haya hecho campaña de publicidad alguna para dar a conocer este aspecto.
En cualquier caso, la balanza comercial de Yugoeslavia no representa gran cosa para el mercado exterior español. Según datos del Ministerio de Comercio, en 1996 Italia y Alemania se llevaron la mayor parte del pastel de las compras yugoeslavas de productos extranjeros, que representaron casi un 23,4 por ciento del total de sus importaciones, dentro del 42 por ciento del total de la Unión Europea. Y en cuanto a las exportaciones, otro tanto de lo mismo, con un 9,8 por ciento para Italia y un 7,9 por ciento para Alemania, del total del 32 por ciento que compró toda la UE.
Las exportaciones españolas en el comercio bilateral hispano-yugoesalvo supusieron ese año 1.206 millones de pesetas, sobre todo de vehículos (110 millones) y productos cerámicos (95 millones), mientras que las importaciones representaron ese año (1996) 1.548 millones de pesetas, especialmente en materiales de fundición, hierro y acero (858 millones de pesetas) y de caucho (209 millones).