Como ya anunciábamos ayer sábado en Informativos.Net, las autoridades chinas ganaron el viernes al conseguir impedir cualquier tipo de conmemoración pública, del décimo aniversario de la masacre de Tiananmen.
Como ya dijimos, las autoridades chinas no escatimaron medios a la hora de conseguir que el día pasara desapercibido, y para eso, organizaron el mutismo de los medios gubernamentales, cerraron la plaza al público con la excusa de unas obras y desplegaron un discreto pero eficaz servicio de seguridad, que fue el encargado de atajar los tres o cuatro conatos de manifestación que surgieron.
En cualquier caso, diez años después de que los tanques acabaran con la vida de los estudiantes que se manifestaban por la democracia, Fang Lizhi,- astrofísico de renombre mundial, exilado en EE.UU donde trabaja como investigador en la Universidad de Arizona, desde que huyó con su familia temiendo se arrestado tras la tragedia -, hace un balance de este paréntesis democrático de la primavera de 1989.
Según Lizhi, los estudiantes adoptaron una posición errónea. Se enfrentaron al poder solos, sin socios como podrían haber sido los trabajadores, los obreros y los ciudadanos, quienes llegaron incluso a desconfiar de esos jóvenes incapaces de estructurar su lucha.
«Deberían haber vuelto a los campus», – afirma Lizhi -, » desde donde hubieran podido organizar un poderoso frente opositor al gobierno».
Desde otro punto de vista, el poder también resultó tocado en esa masacre, perdiendo toda credibilidad tras mostrar su verdadera cara de represión brutal y desproporcionada.
En lo que respecta a la corrupción, – caballo de batalla de las protestas estudiantiles hace diez años -, se ha convertido en la nueva religión oficial, – según Lizhi -, e incluso es el sustento político de una nueva generación de dirigentes, incluido el primer ministro Zhu Rongji. Limitando la apertura económica, el gobierno ha fomentado el culto al dinero, que trae como consecuencia una corrupción frenética que afecta a todos los sectores de la sociedad.
Los estudiantes de los 90 están más preocupados en conseguir sus diplomas y triunfos profesionales al estilo occidental, que en defender unos ideales.
Lo que si es cierto es que pese al control gubernamental y a la implantación de un sistema en el que esa clase aburguesada comparte tácitamente esa corrupción, existe una masa popular inquietante para el gobierno. Decenas de millones de parados sin hogar, que constituyen una reserva de tensiones sociales que pueden estallar en cualquier momento.
Rongji tiene el mérito de comprender que las reformas económicas son indispensables para evitar al país un caos al estilo de la Unión Soviética, pero la oposición social sería demasiada para poder ponerlas en práctica dado el estado del país.
CHINA DIEZ AñOS DESPUéS
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