El pasado 15 de marzo el comité de expertos independientes encargado de examinar algunas denuncias de corrupción vertidas sobre la Comisión en debates del Parlamento europeo hizo público un primer informe sobre el asunto. El objeto de este primer informe era tratar de determinar en qué medida la Comisión, en tanto que órgano colegiado, o sus miembros, a título individual, eran responsables de los casos de fraude, mala gestión o nepotismo de que se les acusaba. Para ello, el comité de expertos (nombrado a petición del Parlamento europeo y la misma Comisión) debía de examinar cómo la Comisión investiga y se ocupa de las irregularidades de este tipo detectadas en su tarea de gobierno de la Unión, especialmente en lo relativo a la concesión de contratos financieros. Parece que la corrupción no es tal sino hay algunos millones de por medio y, en la Europa del euro, la cosa no iba a ser distinta, o, como se desprende de este primer informe, es el ejercicio de corrupción que merece m s seria sanci¢n, al menos moral. Curiosamente el examen se ha hecho onicamente sobre la base de los informes y documentos aportados por distintas instituciones, entre ellas la propia Comisi¢n, y por supuesto no tiene ninguna pretensi¢n probatoria a efectos judiciales.
El caso es que, dado que el comit’ tan s¢lo ten¡a dos meses para investigar indicios de corrupci¢n que se extienden a toda una d’cada, ‘ste se decidi¢ por estudiar exclusivamente seis casos. A sus miembros les pareci¢ que tal nomero bastar¡a para obtener las oportunas conclusiones que de ellos se esperaba conforme al encargo que se les hizo, y, a decir verdad, han sido m s que suficientes para, eso s¡, desde un punto de vista de pol¡tico, evaluar severamente el proceder de la Comisi¢n y de los comisarios.
Uno de los casos que mereci¢ la consideraci¢n del comit’ de expertos era el relativo a las irregularidades detectadas en la gesti¢n de los llamados Programas Mediterr neos, cuyo responsable continua siento (en funciones, como sus restantes diecinueve colegas) el comisario espa_ol Manuel Mar¡n. Digamos que la aparici¢n del nombre de Mar¡n en un expediente que investigaba las pr cticas de corrupci¢n detectadas en la Comisi¢n hab¡a levantado cierta expectaci¢n, por no decir, un cierto morbo en los c¡rculos pol¡ticos nacionales.
Segon se ha venido oyendo estos d¡as, del informe de los expertos no se desprende ninguna responsabilidad sancionable para Mar¡n, hasta el punto que podr¡a afirmarse, en cierto modo, que es inocente. Todo un respiro para los m s ac’rrimos defensores del orgullo patrio. Sin embargo, trat ndose de una investigaci¢n de car cter administrativo sin derivaciones penales, las consecuencias pol¡ticas han trascendido m s all del simple hecho de la inocencia. Podr¡a afirmarse que su dimisi¢n est justificada.
Pero por lo que nos toca a la fibra patri¢tica eso no es todo. Resulta que el comit’ de expertos (entre los que, para el alimento de ese orgullo patrio, est el profesor Carrillo Salcedo) acusa muy directamente a nuestro actual Ministro de Asuntos Exteriores, comisario responsable de los Programas MED en el momento de su creaci¢n, de mala gesti¢n y negligencia en el seguimiento de estos programas, problema que ha tenido que lidiar Mar¡n, sin mucha fortuna, al parecer, una vez ocupado de esta competencia anteriormente en la cartera de Abel Matutes.
Esa mala gesti¢n tanto de Mar¡n como, principalmente, de Matutes se refiere a lo siguiente. Los Programas MED se crearon en junio de 1992 para reforzar la cooperaci¢n econ¢mica y pol¡tica con los Estados de la cuenca sur del Mediterr neo. En cierta manera, su funcionamiento obedece al fin de ofrecer para el rea mediterr nea una ayuda equilibrada respecto a la ofrecida a los denominados PECOS. Hasta el final de 1992 fue el ministro Matutes, por entonces comisario, el responsable oltimo de los programas y a partir de esa fecha y hasta ahora lo ha sido Mar¡n.
Pese a los miles de eurofuncionarios existentes, la Comisi¢n decidi¢, dadas sus carencias de personal, delegar la gesti¢n administrativa y financiera de los cinco programas que componen los MED a organizaciones privadas. Era tambi’n una forma de acercamiento al ciudadano. Por iniciativa de la DG IB, la delegaci¢n se hizo en la asociaci¢n ARTM. La primera elecci¢n de ARTM se hizo, como vulgarmente se dice, a dedo, lo que se justific¢ como una medida experimental para favorecer la puesta en marcha de los programas, dado que ARTM hab¡a participado en su elaboraci¢n y conoc¡a sus pormenores. En la siguiente designaci¢n, pese a tratarse de una oferta poblica, no tubo problemas para beneficiarse de su posici¢n dominante frente a otros competidores. Como gestora de los Programas MED, ARTM decid¡a sobre la adjudicaci¢n de contratos para la ejecuci¢n de los proyectos contenidos en aqu’llos. Pues bien, hasta julio de 1994, ARTM concedi¢ los contratos de asistencia t’cnica directamente, sin oferta poblica, siendo, curiosamente dos sociedades participantes en su fundaci¢n y en su consejo de administraci¢n (Fere e Ismeri) las mayores beneficiarias con un 60 por 100 del presupuesto t’cnico de los MED. La adjudicaci¢n directa fue tambi’n la norma en la contrataci¢n que se hizo para la ejecuci¢n de proyectos.
El Tribunal de Cuentas de la Uni¢n europea hizo poblicas todas estas irregularidades en un informe de mayo de 1996. En concreto, el informe criticaba la falta de oferta poblica en la adjudicaci¢n de contratos, la confusi¢n de intereses entre los promotores de los proyectos, los gestores y los contratantes y criticaba la delegaci¢n realizada en los mismos t’rminos que lo ha hecho el comit’ de expertos. En efecto, se trata de una delegaci¢n de competencias de la Comisi¢n a un organismo ajeno y no s¢lo de contratos de prestaci¢n de servicios, delegaci¢n cuya fundamentaci¢n jur¡dica no est nada clara y que, en todo caso, habr¡a de haberse efectuado mediante decisi¢n del colegio de comisarios. Por otro lado, un a_o despu’s, la Unidad de lucha antifraude de la Comisi¢n constat¢ importantes diferencias entre lo pagado por la Comisi¢n y los costes reales justificados en los MED. Este particular, sin embargo, no ha sido estudiado por el comit’ de expertos, o al menos nada se dice de ello en su informe.
Pese a los datos, ni antes el Tribunal de Cuentas, ni ahora el comit’ de expertos han podido establecer indicios que prueben la existencia de fraude o enriquecimiento personal de los funcionarios o del excomisario Matutes y del comisario en funciones Mar¡n. La cosa se ha quedado en un asunto de mala gesti¢n que, viniendo de quien viene, no por ello est exento de su gravedad. En el caso de Mar¡n, onicamente se le achaca una responsabilidad de ¡ndole general debida a una cierta negligencia. Aunque trat¢ de solucionar un conflicto heredado de su predecesor, pasaron casi dos a_os desde el informe del Tribunal de Cuentas hasta la apertura de una investigaci¢n de car cter administrativo, una investigaci¢n, por otra parte, calificada por el comit’ como decepcionante por su superficialidad. A Matutes, en cambio, se le responsabiliza de manera directa. Como responsable de la puesta en marcha de los Programas MED y de la firma de los principales contratos y dada la novedad de esta pol¡tica y del importante presupuesto manejado cab¡a esperarse del que ahora es nuestro ministro un m¡nimo compromiso de supervisi¢n con que enfrentarse a la improvisaci¢n, la precipitaci¢n e incluso la incompetencia que han marcado la puesta en marcha de los Programas MED.
Conclusi¢n respecto a nuestra pol¡tica exterior. Mar¡n, que ha decidido retirarse de la vida pol¡tica activa, seguramente podr disfrutar de un maravilloso retiro. Este parece ser el precio de su error. Pero +y Matutes? +ste si continuar como defensor de los intereses espa_oles en el exterior. Por nuestro bien, ojal que en esta tarea ande algo m s despabilado y no tenga meteduras de pata de las que podamos arrepentirnos.
Por lo que respecta a la Comisi¢n, esperemos que el segundo informe del comit’ de expertos que est por aparecer no desacredite aon m s una instituci¢n comunitaria que es b sica en el esquema de la integraci¢n europea y que el se_or Prodi, su flamante nuevo presidente, pueda trabajar sin lastres a_adidos en la dura labor que le espera en los pr¢ximos a_os. Es de desear que, en lo sucesivo, una instituci¢n que maneja tantos intereses como miles de millones de Euros funcione con criterios m s transparentes y no vuelvan a surgir brotes de corrupci¢n. Est en juego su credibilidad, y lo que es m s grave, la de todo el proyecto europeo.