El pasado 23 de febrero se estrenaba en el Palacio de Congresos de Madrid «Raíz», el nuevo espectáculo del bailaor Antonio Canales. Tratándose de Canales el éxito estaba asegurado pero a los buenos augurios lógicos en todo debú del genial coreógrafo flamenco se unía la expectación causada por la presencia de la bailaora mexicana, Mercedes Amaya, «La Wini», sobrina carnal de la más grande bailaora de todos los tiempos, Carmen Amaya.
«La Wini» es hija de Antonia Amaya y de Chiquito de Triana, hermano que fue de la siempre venerada Carmen, para quien cantó en múltiples ocasiones en sus giras por todo el continente americano. A mediados de los años 60, poco antes de que el cáncer nos arrebatara a Carmen, buena parte de su familia, miembros de su grupo artístico, comenzaron a instalarse en Estados Unidos y México.
Es en la capital azteca, donde hacia 1980 comenzó «La Wini» (que tiene ahora 33 espléndidos años) actuando por primera vez en los más importantes tablaos de la ciudad. Desde 1991 se consagró como artista de talla internacional, con destacadas participaciones en festivales como el de Postlan, aquel mismo año o al siguiente en el de Ciudad de México. Poco después realizaría una gira, con su propia compañía por Japón. Luego vendrían las giras por todos los Estados mexicanos y más tarde por Perú. Ya por entonces actúa como directora artística de los mismos tablaos que la vieron nacer como estrella.
Sin embargo nunca había venido a España, ni siquiera de visita turística, ni para conocer a sus primos o la ciudad natal de sus padres, Barcelona, la misma que vio saltar a la inmortalidad del flamenco a su tía, Carmen.
«Me costaba venir porque allá en México tengo a mi madre muy mayor, y también mi academia de baile. Y era duro plantearse algo así porque sólo actuaría en España trayéndome a mis hijos (un chico de 12 años, «Tati», y una chica de casi catorce, Karime), como finalmente he hecho», me dice e insiste que la inquieta dejar sola a su madre por lo delicado de su edad. Aunque en realidad allá en México, los Amaya tienen mucha más familia pero me explica que su madre nunca se ha separado de ella. «Mi madre vive con nosotros», refiriéndose a Santiago Aguilar, su esposo, guitarrista y compañero de trabajo. Como también lo fue hace años su madre, extraordinaria bailaora que aparece en algunas películas de Carmen Amaya, y que hasta hace bien poco ha sido profesora en la academia de baile de su hija.
«La Wini» me insiste en que no cree en la expectación que ha causado su presencia en España. «¡Qué va!. Toda esa expectación de la que hablas es fruto del cariño que me tienen mis compañeros del flamenco, a quienes conozco desde hace años por sus visitas a México, donde he procurado ofrecerles toda mi hospitalidad y ahora me devuelven el favor con su halagos, hablando bien de mí por ahí».
Yo le replico que en España hay muy buenas bailaoras que esperan desde hace años compartir escenario con Antonio Canales y que ella no ha hecho más que llegar y ahí está, en el nuevo espectáculo de este genio de Triana, pero ella se quita importancia y me explica el origen de su relación con Antonio como una divertida casualidad de la vida.
«Lo de Antonio fue chistoso, porque el me conoció cuando tras una gala en México D.F. decidió salir a tomar una copa con los compañeros de su grupo, sin esperar ni él ni sus amigos, ni por casualidad, encontrar auténtico flamenco en la capital y acabó en mi show, pero en el segundo pase en el que yo no actuaba. El pase comenzó a retrasarse porque mis compañeras al enterarse de que Antonio Canales estaba entre el público se negaban a actuar y se pasaban unas a otras la responsabilidad de salir. Yo les insistí en que no había que tener miedo porque cada quien hace lo que puede y lo que sabe con honestidad y se acabó. Y al final, para resolver el problema decidí a repetir mi actuación, sin esperar nada de nada, sólo cumplir con mi trabajo.
Sin embargo a Antonio le encantó mi baile y me ofreció irme de gira con él. Y claro, yo aluciné, sobre todo cuando me ofrecía dinerales porque yo estaba dispuesta a irme gratis con tal de bailar con un artista tan importante. Pero al final no pudo ser por problemas con su manager que quería dar una imagen muy española de su compañía en la que yo no cuadraba.
Y ahí quedó la cosa. Aunque luego me enteré por compañeros españoles que había estado hablando muy bien de mí por los ambientes flamencos de España. Así que cuando me vine para acá le llamé para agradecerle esa buena fama que me había creado y que yo no podía esperar de alguien como él quien casi no me conocía. Pero cuando le telefoneé me propuso entrar en su nuevo espectáculo».
Mercedes me explica todo esto con una sonrisa continua, extremadamente dulce a causa de su meloso acento mexicano aunque pronuncie la mitad de las palabras con fonética andaluza e introduzca, de vez en cuando, exclamaciones provenientes del caló (el habla de los gitanos de España). A este respecto le pregunto por su procedencia familiar y cómo le ha marcado y le marca en su trayectoria profesional.
«Para mí ser sobrina de quien soy y venir de la familia a la que pertenezco es un orgullo y se me llena la boca de mi apellido, pero en relación con el público, porque si te van a ver para tratar de compararte o ver si te pareces, eso sí que pesa negativamente porque como Carmen Amaya fue un genio, no puede haber otra. A mí ni se me pasa por la cabeza el querer copiarla, imitarla o parecerme a ella. Eso pesa como un castillo».
Sin embargo resulta inevitable para el aficionado establecer algunos paralelismos, siquiera anecdóticos: «La Wini», como Carmen es de estatura menuda, lo que según los especialistas del baile condiciona el estilo de las artistas. La sobrina como la tía sienten una especial predilección por los palos más jondos del flamenco, donde mejor expresan su fuerza de pies y de cuerpo entero. En el debú de «Raíz», el zapateado de «La Wini» aún siendo colosal no ensombrecía la femeneidad de su baile de cintura y brazos. La sencillez técnica de sus pasos tampoco impedía vislumbrar la complejidad poética de su interpretación. Todo ello le ha valido no sólo el aplauso del público sino críticas muy positivas en las crónicas flamencas de los principales diarios madrileños.
Aunque «La Wini» dice que no ha leído los comentarios elogiosos que la ha dedicado la prensa española, reconoce que «normalmente sí que sigo lo que contáis de mí los periodistas, pero aquí es que no me lo esperaba. Las críticas que me han dirigido los periódicos las leo siempre y aprendo mucho de ellas».
Pero lo que de verdad hace a un artista no es lo que digamos los pobres escribidores en nuestras versiones informativas sino lo que opinen los aficionados, que se diferencian del «público en general», por ser el sector de la audiencia, entendido en la materia flamenca, pero ¿hay auténticos aficionados en Latinoamérica? La respuesta de «La Wini» es un rotundo sí.
«La afición flamenca latinoamericana es muy buena. En Perú me sentí impresionada por su interés y por su conocimiento aunque sea a base de vídeos, de libros o del atento seguimiento de giras de compañías procedentes de España «.
Luego me explica que toda esa afición surge porque aunque en España no nos lo queramos creer, «en Latinoamérica también hay buenos artistas flamencos y cada día más. El único problema que tenemos tanto afición, como sobre todo artistas es que hay pocos buenos profesores pero la gente lo suple ocupándose mucho de aprender mediante audiovisuales o libros, con mucha voluntad, eso sí».
Pero luego me surge la duda, de cómo resuelven los artistas el problema de la cantera de nuevos intérpretes para sus cuadros flamencos y «La Wini» me reitera que «por México ha pasado lo mejor de España en baile. Siempre ha ido quedando algún artista de todas esas grandes compañías y yo procuro rodearme de esa gente». También dedica unas palabritas a los flamencos nativos de Latinoamérica «sobre los artistas locales en baile va habiendo algunas figuras pero si hablamos de cantaores, aunque los hay con muy buena afición, no se pueden comparar aún con los procedentes de Andalucía o del resto de España».
Hablando de las tierras allende los mares, los ojos oscuros de «La Wini» se vuelven chispeantes, recuerda de nuevo a su mejor amiga, su madre. La gitanería de Mercedes rebosa por su hermoso rostro calí pero un pensamiento tan negro como su melena morena le hace recapacitar sobre mi pregunta. ¿Después de «Raíz» qué?, porque aún le quedan varias docenas de galas por toda España.
«¡Uf, eso sí que no lo sé!», exclama «Tengo que volver con mi madre, por fuerza, tan pronto como acabe la gira del espectáculo, porque mi mamá es muy mayor y está sola. Si a ella le pasara algo mientras estamos en España, yo no me lo podría perdonar jamás».
Pero deja abierta una ventana a la esperanza y me confiesa que le gustaría instalarse en España. Eso sí, trayéndose a su madre, pero esto también depende de la aceptación de su baile por parte del público español, aunque «La Wini» dice no saber aún qué opinión tienen de ella los aficionados españoles.
«No me considero una persona con unas facultades maravillosas. He oído aplausos intensos en mis actuaciones pero aún no estoy segura de que eso quiera decir que guste mi baile o que simplemente he cumplido». Le pido entonces que me defina su forma bailar y tras suspirar durante un instante, enciende su enésimo cigarrillo y con la misma facilidad que exhala el humo afirma «Mi baile lo hago desde dentro, como yo lo siento. Si no puedo sentir un paso que aprenda de alguien no lo hago, por muy bien que me lo sepa. La soleá me encanta y la seguiriya».
Entonces le pregunto por sus fuentes y sin dudar ni un instante asevera que sus primeros y principales maestros fueron su propia familia, pero a continuación añade que también han influido en su manera de ver el baile «los vídeos de los grandes del flamenco de España: Güito, Manolete, La Tati, Carmen Cortés, Belén Maya y toda la gente buena, que son muchos y nunca podría acabar de contar. Y aunque no los imito, aprendo de ellos y capto su sentimiento».
Hablamos de la «modernidad» en el baile flamenco e inevitablemente nos referimos a «los modernismos» de Canales y soy yo quien comenta la casualidad de que en el mismo espectáculo en el que aparece una bailaora de «pura raíz», Canales vuelva a la «raíz» hasta en el nombre su oferta artística. «La Wini» sonríe divertida por mi ocurrencia y me contesta en tono sentencioso: «Canales sabe bailar puro y de verdad. Es lógico que también se modernice porque si se quedara puro, puro (como es él, en el fondo) lo mismo Antonio Canales ya no sería Antonio Canales. Este hombre está pasao de facultades y no ha tenido más remedio que evolucionar a su manera, y la prueba la tienes que a la gente eso es lo que le ha gustao. Y Antonio lógicamente ha creído que eso es lo que está bien y eso es lo que hace». Me mira fijamente a los ojos como queriéndome decir con sus hermosos ojos, tranquilos pero incisivos, que me fije mejor en Antonio Canales antes de criticarle porque «Antonio sabe lo que se hace, y si lleva un espectáculo que se llama «Raíz» pues tiene que bailar puro de verdad. Y sin necesidad de hacer sus habituales pasos modernos, baila en «Raíz», que no se puede aguantar. A mí el otro día se me saltaron las lágrimas viéndole. Cuando echa mano a bailar por derecho, te tienes que morir. Me parece que él quería hacer un espectáculo como este desde hace tiempo».
Sus aseveraciones y su tono es tan rotundo que uno casi se queda sin argumentos y entonces le digo que qué más quiere que incluya en mi artículo sobre «La Wini» y Mercedes me contesta en tono cariñosísimo: «Quiero que digas que respeto mucho a la gente de flamenco, porque me han llenado el alma y gracias a todos ellos, a los que han ido por México y a los que he conocido por vídeo, he conseguido crecer y ser feliz, porque para mí el flamenco es parte de mi vida. Desde que nací he estado en esto».
Y antes de terminar mi entrevista no me resisto a preguntar a «La Wini» como ve ella el futuro del flamenco, qué cree que va a pasar con este arte en el siglo XXI, que está a la vuelta de la esquina.
«Pueden pasar dos cosas: que desaparezca el flamenco por el efecto de tanta fusión exagerada y, porque lo que quede ya no se sepa lo que es, pero también puede ser que se vuelva a las raíces, y eso es lo que me gustaría que ocurriera, que con su evolución y todo se supiera siempre qué es flamenco, que no haya que esperar 45 minutos para saber si lo que están tocando es soleá o bulería como sucede ahora con tanto arreglo».
Y en todo ese nuevo siglo «La Wini» asegura que los gitanos tendrán mucho que decir porque «El Pueblo Gitano está evolucionando en todos los sentidos y eso es un orgullo, después de que hemos estado tantos siglos cerrados, el que nos abramos, el que nos podamos expresar y crecer en toda la sociedad hará que los gitanos juguemos un papel muy importante en el futuro del flamenco, tanto o más que el que hemos desempeñado de aquí p’atrás»
Carlos Chevallier Marina