El AMI era al principio un arma secreta de los más ricos del mundo contra las normas gubernamentales que amenazaban sus negocios, pero un pacto con tan graves repercusiones potenciales no podía ocultarse mucho tiempo, y pronto surgió una intensa campaña de oposición.
En diciembre de 1998, todas las negociaciones sobre el AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones) cesaron. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que la había estado patrocinando, debió admitir que sus miembros no habían logrado producir lo que se consideraba la mejor apuesta de las multinacionales contra la intervención de los gobiernos.
El libro, que contiene diversos artículos sobre el AMI redactados por diferentes ONG, es visto aqu¡ por los activistas como una gu¡a sobre la manera de conducir una protesta a nivel mundial contra la globalizaci¢n. Tal como est n las cosas, ahora est n previniendo que el AMI podr¡a resurgir en la Organizaci¢n Mundial de Comercio (OMC). En efecto, no fue coincidencia que el libro fuera lanzado en Sidney en la v¡spera de la reuni¢n ministerial de la OMC en Seattle, a principios de este mes. La conferencia sucumbi¢ ante el poder de las protestas, pero los activistas admitieron que la lucha est lejos de haber concluido.
Las regal¡as del libro ser n destinadas a la flamante Red Australiana de Comercio e Inversiones Justas, que busca evitar la resurrecci¢n de cualquier pacto al estilo del AMI en la OMC. Como presidente del Fondo Australiano de Conservaci¢n (ACF, en su sigla inglesa), Peter Garret observ¢ durante el lanzamiento del libro recopilado por dos acad’micos del pa¡s que «la llegada de AMI puso en marcha lo que, segon creo, fue una de las mayores pujas entre conceptos antag¢nicos sobre nuestro futuro».
Las transnacionales han presionado para que se firme el AMI tras repetidas rebeliones contra sus negocios, especialmente en pa¡ses del Tercer Mundo, donde algunas propiedades les fueron expropiadas o «arrebatadas» tras cambios de gobiernos, o se vieron siempre impedidas de actuar en sectores lucrativos de la econom¡a. El hecho de que la OCDE se convirtiera en promotora del AMI no fue una sorpresa. Despu’s de todo, la organizaci¢n global cuenta con 29 pa¡ses que figuran entre los m s ricos del mundo y, en su mayor¡a, son sedes de transnacionales.
En las negociaciones, s¢lo estuvieron presentes cinco observadores de naciones fuera de la OCDE. El pacto posibilitar¡a la propiedad extranjera de la mayor¡a de los sectores econ¢micos y levantar¡a las restricciones contra la circulaci¢n de capitales. Adem s, el AMI permitir¡a que las multinacionales entablaran demandas judiciales contra gobiernos nacionales en tribunales internacionales.
Todo eso, segon las compa_¡as interesadas, habr¡a mejorado el clima de los negocios en el mundo. Sin embargo, los activistas adujeron que esas grandes transnacionales no eran v¡ctimas de las injusticias que denunciaban. Patricia Ranald, una de las compiladoras del libro, se_al¢ que las transnacionales pose¡an las mayores concentraciones de capital global. «S¢lo en 1996, las 200 principales transnacionales tuvieron ventas superiores a las econom¡as combinadas de 182 de los 191 econom¡as mundiales», apunt¢.
Los activistas hicieron mucho para destacar que el AMI estipula los derechos de las corporaciones, pero no los de los ciudadanos y los pa¡ses en los cuales esas firmas recibieron excesiva hospitalidad. De ese modo, mientras las compa_¡as pod¡an demandar judicialmente a los gobiernos por bloquear el comercio, lo cual inclu¡a leyes locales sobre ambiente, el AMI no especific¢ ninguna obligaci¢n legal para las firmas extranjeras de comportarse de manera social y ecol¢gicamente responsable.
Los activistas se_alaron que pactos comerciales todav¡a vigentes, como el Tratado de Libre Comercio (TLC) norteamericano entre Canad , Estados Unidos y M’xico, permite a las compa_¡as entablar pleitos a gobiernos acerca de leyes ambientales que consideran perjudiciales para sus negocios. Segon Ranald, esos acuerdos colocan los derechos de los inversores en un plano legal m s elevado que las leyes internacionales sobre el ambiente.
Las acciones contra el AMI comenzaron despues de la filtraci¢n, ocurrida en 1997, del borrador del acuerdo que lleg¢ a manos de activistas canadienses. El texto fue inmediatamente transmitido por Internet, la red telem tica global, y di¢ la alarma en todo el mundo. En febrero de 1998, la OCDE recibi¢ un ultimatum firmado por 600 organizaciones de 70 pa¡ses que reflejaron el clamor internacional de protesta por el pacto en ciernes.
Cuando el gobierno franc’s anunci¢ que se retiraba de las negociaciones sobre el AMI en octubre de 1998, fue claro que el acuerdo iba a tener pocas posibilidades de ser aprobado por la OCDE. Segon los franceses, «las consultas con la sociedad civil sugirieron que el tratado era no reformable». James Goodman, coautor con Ranald, describi¢ el libro como «un ejercicio importante, en parte para extraer lecciones sobre la campa_a, pero tambi’n para destacar cu les factores son onicos y cuales otros pueden ser incorporados a campa_as similares». Segon Goodman, dos factores en particular llevaron a la gente de todo el mundo a protestar contra AMI. Estos fueron el prop¢sito masivo del acuerdo, que abarc¢ todas las preocupaciones de las ONG y pod¡a afectar cada nivel gubernamental, y la naturaleza exclusiva y autosuficiente del foro donde se negoci¢.
Eso galvaniz¢ a las organizaciones que representaban intereses distintos y las uni¢ para luchar contra el AMI. Al mismo tiempo, Goodman admiti¢ el papel crucial jugado por Internet para unir a los distintos grupos y ser el instrumento clave de informaci¢n y comunicaci¢n en lo que fue la campa_a mundial anti-AMI. Garret predijo que la lucha contra AMI «es la base de un nuevo movimiento social y ambientalista Norte-Sur-Este que aumentar en intensidad en los a_os venideros». (FIN/IPS/tra- en/cc/ccb/ego-mlm/dv-if/99)
EL AMI PODR-A RESURGIR EN LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO
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