El pasado día 5, el Instituto Nacional de Empleo (INEM) español anunciaba a bombo y platillo que en el mes de abril nuestro país registraba casi 50.000 parados menos, con lo que la tasa de desempleo bajó al 10,47 por ciento y se convertía en la más baja desde hace 19 años, con cifras récord en las contrataciones indefinidas.
Lo que el INEM no dijo fue que en abril del año anterior (1998) el número de parados que habían dejado de serlo fue considerablemente mayor (71.000 personas), lo que significa que en realidad estamos sufriendo un "frenazo" en la creación de puestos de trabajo.
Además los contratos indefinidos récord a los que aludió el INEM no representan más que el 11 por ciento del total de contrataciones (muy debajo de la media comunitaria); que el 89 por ciento restante son contratos que cada vez duran menos y que el paro femenino sigue doblando al masculino, por ejemplo.
Si a todo esto le añadimos que a finales de mayo el Gobierno reducirá drásticamente sus ayudas e incentivos a las empresas que conviertan sus contratos temporales en fijos, el horizonte no es nada alentador: lo previsible es un nuevo crecimiento de contratos inestables y en precario. Pero claro, los efectos no serán públicos hasta julio y para entonces habrán pasado ya las elecciones.