El ex presidente del Gobierno y ex secretario general del Partido Socialista Obrero Español, Felipe González, ha vuelto a escena, reclamando para sí el lugar que -en su opinión- nunca debió de abandonar. Tras la renuncia de José Borrell como candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, González («militante de base» y «ciudadano de a pié», como gusta en llamarle su sucesor en la secretaría general socialista, Joaquín Almunia) irrumpió ayer en un mítin del presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, y bajo las aclamaciones del público de «ípresidente, presidente!» se permitió el lujo de ordenar, sin que nadie se lo pidiera, que la cúpula de su partido ponga «orden»: «pónnos a trabajar», dijo González a su sucesor, Joaquín Almunia.
El desafío fue tan claro y tan evidente, que hasta un Almunia con cara de circunstancias tuvo que salir a la palestra para responder de inmediato, porque Gonz lez no le hab¡a dado otra alternativa: «Me ha lanzado un guante», dijo Almunia al poblico presente en el m¡tin. «No es la primera vez que me encarga un trabajo, pero esta vez no es un desaf¡o f cil», coment¢ Almunia sobre su antecesor en la secretar¡a general del PSOE, con ese lapsus freudiano de calificar de «desaf¡o la palabras de Gonz lez.
Forcejeos hist¢ricos
La cara de Almunia era en esos momentos todo un poema. Su forzada sonrisa disimulaba muy mal que la intervenci¢n de Felipe Gonz lez y las aclamaciones del poblico le hab_ian sentado como un tiro. Pero llueve sobre mojado. Desde el primer momento, el abandono de Felipe Gonz lez como secretario general del PSOE y l¡der indiscutible para presidente del Gobierno hab¡a sonado a una simple escenificaci¢n de lo que ya hizo el mismo Gonz lez en 1979, cuando abandon¢ el cargo para forzar la renuncia del PSOE al marxismo y volver a los seis meses, revestido de carisma.
Gonz lez no ha dejado en ningon momento de dar se_ales de que sigue vivo, y muy vivo, para la pol¡tica, a pesar de repetir por activa y por pasiva que su hora ya hab¡a pasado. El primer signo fue cuando despu’s de unos meses de silencio concedi¢ una larga entrevista en el diario EL PAIS, en la que se dejaba fotografiar con la cartera de «presidente del Gobierno», detalle que no pas¢ desapercibido para algunos observadores pol¡ticos y socialistas recelosos. En segundo lugar, el propio Gonz lez volv¡a a dejar que le llamasen «presidente en otra entrevista, en la Cadena Ser de radio, sin matizar que ya no lo era.
Asimismo, con motivo del ingreso del ex ministro del Interior, Jos’ Barrionuevo y del ex secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, Gonz lez irrumpi¢ nuevamente ante el pobico, esta vez a las puertas de la prisi¢n de Guadalajara (donde estos dos ex altos cargos de su Gobierno se dispon¡an a entrar), acaparando para s¡ unas atenciones que en nada sentaron bien a la ejecutiva socialista, ni al recientemente proclamado candidato a la presidencia, Borrell, quienes a su vez estaban enzarzados en una lucha por el protagonismo onico e indiscutible, mientras sufr¡an lo que se di¢ en llamar la «bicefalia» socialista.
Ayer, Gonz lez ha vuelto a hacer de las suyas. El ex secretario general del PSOE y ex presidente del Gobierno ha hecho caso omiso de las consignas de la copula socialista y ha mencionado la soga en el rbol del ahorcado, citando expresamente al cesante Jos’ Borrell («compa_ero del alma, compa_ero») y mandando a sus propios jefes org nicos en su partido que se pongan a trabajar para arreglar cuanto antes el desacalabro de la dimisi¢n del candidato. Ha sido como si Gonz lez hubiera querido dar la impresi¢n de que Joaqu¡n Almunia no est ejerciendo bien como secretario general, y como si el PSOE fuera en estos momentos un aut’ntico avispero.
Y Gonz lez ha hecho todo esto en el ojo del hurac n: en el feudo mismo de uno de los candidatos m s firmes a «candidato»; es decir, en casa de uno de los dirigentes socialistas cuyo nombre suena con m s posibilidades para sustituir a Borrell en la cabeza de lista del PSOE para las elecciones generales: Jos’ Bono.