Los controles obligatorios iban a concluir el 31 de agosto, pero las autoridades comunitarias han dicho ahora que tales análisis pueden finalizar «antes del 30 de septiembre».
La medida supone impedir a Bélgica la exportación de estos alimentos, ya que resulta imposible analizar la producción de todas las granjas e industrias alimentarias del país. Las autoridades belgas han resaltado que algunos productos que han importado de España y Dinamarca superan los niveles analíticos que a ellos se les exigen para exportar.
La manera en que Bélgica está realizando los análisis «carece de fiabilidad», según los expertos, que ponen como ejemplo que fueran los mismos veterinarios de las fábricas implicadas los encargados de tomar las muestras. La UE reconoce que con los medios a su alcance era imposible organizar un control más eficaz, ya que los 50 inspectores disponibles estaban desbordados.
En un estudio realizado entre los días 8 y 11 de junio, el comité veterinario de la UE detectó numerosos fallos en la manera en que el Gobierno belga había manejado la crisis de las dioxinas y la calificó de «caótica». Al revisar los hechos, destaca que desde el 19 de marzo en que comenzaron las sospechas sobre el contenido de dioxinas en piensos animales hasta el 23 de abril, cuando se tuvieron los primeros resultados, no se tomaron medidas y la descoordinación fue «general y flagrante».
El informe señala que todavía no ha sido posible determinar el origen de las grasas que contaminaron los piensos utilizados para el engorde de los animales, aunque indica que probablemente se trate de una mezcla entre el uso sin control de aceites y grasas reciclados de todo tipo (industriales, de fábricas de alimentos o de hospitales) y el de una partida de al menos 2.200 litros de aceites derivados del petróleo.
El comité destaca la falta de control de la cadena de alimentación animal en Bélgica y en los demás países de la UE, y anuncia que a partir de septiembre propondrá una serie de medidas para armonizar las legislaciones. Como ejemplo de este descontrol señala que, una vez prohibido su uso en Bélgica, una empresa holandesa exportó a España cinco lotes de 28 toneladas de grasa para el engorde de ganado de origen belga posiblemente contaminadas.
El último escándalo detectado en la UE ha sido el uso en Francia, Holanda y Alemania de restos fecales procedentes de fosas sépticas mezclados con lodos de depuradoras como parte de la dieta de los animales. Aunque la Comisión prohibió en 1991 el uso de residuos de depuradoras en la fabricación de piensos y harinas, los países no han adaptado todavía sus legislaciones y permiten su consumo.